capítulo 1
El adulto es el niño que sobrevivió,
este libro es un cuento para los niños supervivientes.
I
--No hagas tanto ruido, que nos va a oir...
--Oh, venga, ¿quién se supone que va a oirnos?
La Primera de las Siete se detiene a mitad del estrecho pasadizo para apretarle el brazo a la Sexta, quien viene caminando justo detrás de ella y es quien ha preguntado--Pues el mismo o la misma que nos está viendo ahora--dice con cierta exasperación, parece mentira que a estas alturas tenga que explicarle eso a su hermana.
--Ah, sí. Cuéntame otra--la Sexta da un bufido, no suele creer lo que dice la Primera ni la Cuarta; tampoco es que lo pretenda, simplemente va en su naturaleza.
--Si nos está viendo ya nos está oyendo hablar--comenta la Quinta, a la que el resto de hermanas llaman La Hueca, volviéndose a mirar por encima de su hombro.--está lo bastante cerca.
El tunel serpentea ante las siete hermanas y parece continuamente a punto de tragarlas en su infinita oscuridad; techos bajos, paredes irregulares de roca rezumante de humedad que irradian bastante calor. Si no es por la luz de Uxu sería muy complicado moverse por allí bajo el yugo de los cinco (o seis) sentidos humanos.
--Essel, espera, y a todo esto, ¿POR QUÉ TÚ VAS DELANTE?--la vocecita que ha dicho esto entre sorprendida e irritada pertenece a Uxu de los Imposibles, la Cuarta de las hijas de Kira. Essel la Hueca no debería ser quien abre la marcha, no señor, ¿por qué va primero en la fila?
La Quinta sonríe al ser llamada por su nombre verdadero y alza una ceja, volviendo a girar la cabeza por encima de su hombro aunque sin dejar de andar--Y qué, ¿vas a ponerte tú primero?--se cachondea en las narices de Uxu--¿para llevarnos a otro de los desastres donde desembocan tus acciones?
--Eh, eso fue cruel--Aru de Kira (también llamada la Primera o el Amor de Kira) frunce el ceño y le lanza una mirada reprobatoria a Essel. Ni que Uxu tuviera la culpa de que sus pasos llevaran a la nada a veces; Uxu sólo hace su trabajo y nada más, como el resto de hijas de Kira.
--Pero algo de razón tienen ambas--farfulla Sexta desde su posición más atrás en la comitiva. Lamentablemente, el pasadizo es tan estrecho que sólo pueden caminar en fila de a uno, aunque Sexta se da con un canto en los dientes por ser lo bastante pequeña como para no tener que agacharse bajo el techo para no darse en la cabeza, como tiene que hacer Segunda. Bueno, los techos de esta caverna son bajos pero es que Segunda mide casi dos metros...--yo podría ir primero.
--hahahaha...
--¿Tú...?--Aru de Kira se atraganta cuando trata de no reír. La carcajada que acaba de soltar Séptima, tan inocente y espontánea como impúdica, se contagia con facilidad--no lo creo, Yinn. No veríamos nada.
--Bueno, yo sí vería--Yinn, la Sexta de las Siete, no tiene problemas para ver en la oscuridad, porque ella es oscuridad en sí misma. Entre otras cosas.--podría guiaros--Está algo molesta por las risas de sus hermanas, aunque como suele gastarse una mala ostia considerable como patrón habitual no se le nota.
--¿Guisaron? ¿acosa besas dedón vasom?--canturrea Séptima, ella va feliz atrás del todo en la fila, sería muy peligroso y un riesgo gratuito que fuera delante. El lenguaje de Alderik del Cambio, la Séptima y Última de las hijas de Kira, resulta confuso para los humanos (sobre todo al principio), pero sus hermanas la entienden a la perfección--¡vasom de vieja la corten led muhano! le camino se ol tempranito, le camino, chaer camino!--suelta una risita, tampoco es fácil entender de qué se ríe, normalmente.
Aru suspira, en realidad Alderik-como siempre suele pasar-tiene razón. Aunque ella piensa que quizá, mejor que Essel la Hueca podría guiarles Iver, la Segunda, pero gracias al gran tamaño que ésta tiene sería difícil que se desplazara en la fila ahora hasta el primer lugar, en el pasadizo tan estrecho.
--Aparta, aparta--masculla Uxu abriéndose paso entre sus hermanas para escalar puestos en la fila y situarse junto a Essel. Ella es muy pequeña, una cálida bolita de luz que se pega a las paredes y se adapta como agua a todo aquello que la contiene, por eso es la única de las siete que puede hacer esto ahora, su cuerpo humano en la luz mide lo mismo que un alfiler--voy, no vas a guiarnos tú sola, no te dejaré.
--Qué tormento contigo, de verdad.
En realidad, de las siete hermanas, Essel de la Muerte resulta la más apta-la elección correcta, si lo quieres llamar así-para guiarlas a todas por el estrecho pasadizo, por eso va delante. Essel es la musa de la Muerte y el Final, y para los humanos, salvo en un único caso, el final es siempre un nuevo principio.
Aunque en sí misma fuera luz, y además una luz consistente, fuerte a pesar de ser pequeña, Uxu de los Imposibles no hubiera sido una buena guía debido a su permanente e instintiva temeridad. Su particular sentido de la vista tampoco hubiera ayudado en esta labor, pues aunque Uxu puede "ver" ciertas realidades antes que sus hermanas, no siempre todo lo que ella ve es verdadero o real. Sin embargo, gracias a su tamaño mínimo, puede ahora flotar junto a su hermana Essel al frente de la fila codo con codo. Es irónico si uno piensa que no se soportan la una a la otra, aunque bueno, quizá en el fondo se necesitan mutuamente para existir.
--Ah... chicas, una pregunta--la tímida Owri, la Tercera de las hijas de Kira, se hace notar por primera vez--...¿dónde estamos? ¿estamos en Esalon ya?
--Sí--contesta la Primera.
--¡On,On!--dice Séptima con vehemencia justo a la vez.
--...no me ha quedado claro...
--Según Kira, ya deberíamos haber entrado.
--¿Entrado dónde?
--En el humano.
--Soe, sooooeee, le muhano! hia se donde taesmos aroha.
--Y también en Esalon--puntualiza Iver de la Guerra en voz baja, completando la aseveración de Alderik, que al parecer ha sonado muy clara para todas ellas--Esalon está en el humano.
--Esalon está en el humano...--repite Owri despacio, frunciendo el ceño como tratando de comprenderlo--¿y el humano está en Esalon?
--El humano... está aquí. Aquí mismo, ahora.
Siete musas, siete hermanas, las Siete hijas de Kira. Seres de la psique, con personalidad y conciencia, que ahora se han reencarnado en cuerpos humanos para visitar el plano de los sentidos por alguna razón. Como entidades psíquicas, las musas no tienen género, aunque la palabra "musa" sea gramaticalmente femenina. Los cuerpos que ocupan, sin embargo, sí tienen género y Kira ha querido que fuera masculino, por eso el autor habla de las musas en masculino y femenino indistintamente, siendo este un factor que aunque pudiera resultar extraño tampoco tiene importancia. Ellas son:
Aru, la Primera (el Amor de Kira):
Nació la primera, aunque siempre estuvo ahí. Paradójicamente es la más frágil y vulnerable de las Siete y a la vez la más fuerte: tanto como es la Primera podría ser también la Útima que quedase, pues nunca abandonaría a su padre. No en vano ella es el Amor de Kira. Sus hermanas la llaman Musa Mandarina por razones desconocidas, "Gamusino", y también se la conoce como "Dandelion" (Diente de León), que es una de sus formas físicas en el plano terrenal, cuando no ocupa el cuerpo de un muchacho desnudo.
En otro orden de cosas, es ciega y no tiene edad.
La Segunda musa se llama Iver, Iver de la Guerra. Hay muchos poetas forzados a ser soldados, y también hay personas que sólo en la guerra descubren la palabra correcta en su interior. La descubren al mirar a los ojos del otro, vacíos, y reconocerse en ellos cuando llega el final, viendo la nada en el propio rostro reflejado en esas pupilas. La palabra correcta, lo que importa, se descubre de pronto al oir las detonaciones y al tomar en brazos a otros semejantes bajo un cielo que se quiebra. Sólo en un lugar de fuego y muerte es tan potente la pulsión de vivir; en el campo de batalla, por debajo de los escombros que deja el odio irracional, brota la flor de lo humano entre fragmentos y cascotes, algo vivo bajo el sol. Algo que sobrevive y se rebela negándose a corromperse y a rendirse, echando raices en la tierra húmeda de sudor y de sangre. Algo poderoso en constante oposición al abuso y a la muerte: humanidad.
Las musas ayudan a los humanos a definir la humanidad de nuevo cada día y a verse unos a otros. Cuanto más atroz es la guerra mayor es la fuerza de una musa dentro de un hombre; cuanta más injusticia más alto es el grito de respuesta, cuanto más desasosiego más grande es la voluntad.
La mirada en la mirada, la sonrisa, el calor de la voz, la mano tendida, "cuando un cuerpo coge a otro cuerpo". Humanidad.
Todos los humanos han estado en guerras, guerras diferentes; todos los humanos igual de humanos, parecidos pero iguales. Muchas personas esquivan balas y libran batallas en el silencio de su alma todos los días, luchando por otras personas y por algo que está fuera de ellos. Eso es también luchar por ellos mismos, esos humanos lo saben.
En la guerra, algunos seres humanos reaccionan amando a sus semejantes con todas sus fuerzas, siendo la dignidad de uno la de todos. A veces, al verle la cara a la injusticia y a la muerte tan de cerca, de pronto uno es consciente de cuán profunda es su capacidad de amar, más allá incluso de su propia fragilidad y de la necesidad que uno creía tener de ser tenido en cuenta.
Por si acaso uno se bloqueara mentalmente en el seno del odio, o se pudiera contaminar con ello, Iver es bien grande para que se la vea entre fuego cruzado y balas de todo tipo. De hecho, es la más fácil de ver de las Siete, siendo Aru la más difícil de percibir en contrapartida.
Iver es la más tranquila de todas sus hermanas, sosegada, muy paciente, normalmente cuidadosa y amable. Es muy grande en materia psíquica y el cuerpo físico que ocupa se corresponde en tamaño con esto, pero no por eso es torpe o densa a la hora de desplazarse. De hecho también la llaman Musa Meteorito, pues una de sus manifestaciones en el mundo terrenal son las mal llamadas por los humanos "estrellas Fugaces" que cruzan el cielo en una fracción de segundo.
Iver es una musa de las denominadas "exteriores", y tiene aproximadamente veinte años.
La Tercera de las hijas de Kira se llama Owri, y es la musa del dolor, la tristeza y la melancolía. Ser tocado por ella se siente como respirar aire cargado de ozono: ese olor a tierra mojada que trae nostalgia y recuerdos de lluvia, levemente opresivo y difícil de respirar. Con tristeza infinita se han cometido grandes creaciones, todos lo sabemos. Estamos tristes cuando estamos vivos, despiertos y cargados de motivos; compartirlo pasa a ser una responsabilidad porque nunca sabremos el dolor de quién más podemos sosegar, una vez traspasamos el nuestro sin evadirlo y vivimos para contarlo.
Owri es la más pesada y densa en materia psíquica de las Siete; ella fue quien consiguió parar los mandobles de Kurenayo sentándose en el filo de la hoja de su katana, pero eso es otra historia que será contada más adelante. Una de las formas simbólicas de Owri en el plano terrenal es esa estrella fría que te quedas mirando en la noche como si fuera la única, como si ninguna otra existiera, pensando que quizá ese alguien que tanto extrañas podría estar también mirándola en ese mismo momento si levanta los ojos al cielo.
Owri del Dolor es una musa Interna o Endógena. Tiene más o menos la edad de Kira, quien fue capaz de verla a los cuatro años, pero hasta algún tiempo después no pudo dejarse ayudar por ella.
Como curiosidad, Owri ve sólo colores pesados como grises, marrones o azules muy oscuros y negros.
La Cuarta Musa es bastante contestataria, lo más parecido a un grano en el culo para el resto -salvo para Alderik, a quien todo le parece estupendo y genial-, en especial para Essel la Hueca que viene justo detrás y es su opuesta natural. Se llama Uxu de los Imposibles, aunque para ella la palabra "imposible" no tiene sentido pues nada lo es. Uxu es la cosita pequeña que fuerza al humano a intentarlo todo, a luchar por ello hasta el final, aunque el mundo entero esté en contra. A ratos hace sufrir mucho al humano, salvo las veces que este logra transformar lo imposible en real.
El ciclo vital de cada una de las hermanas es diferente. En su caso, Uxu vuelve a nacer cada vez que es requerida, teniendo para ello que romper una cárcel donde está encerrada el resto del tiempo dentro del humano. Una cárcel de miedo cristalizado, muros duros pero frágiles que saltan como metralla cuando ella los rompe a puñetazos desde dentro cada vez que tiene que salir. Es algo traumático, pero así ha de ser.
En su forma psíquica, Uxu está envuelta en una bolita de luz que abraza directamente el corazón del humano en el interior del pecho; no es que el resto de hermanas no puedan abrazar al humano de esta forma, pero Uxu sólo puede hacerlo así. Ella simplemente se abraza al corazón del humano hasta fundirse con él, y le susurra que no se rinda, que se levante, en un tono de voz que sólo a esa nula distancia se podría sentir.
Uxu es una musa Endógena como Owri, Aru y Yinn, nacida dentro del humano. Kira no sabe qué edad tiene.
La Quinta musa, llamada por sus hermanas la Hueca, es la musa de la muerte y del Final. Su nombre es Essel y tiene el trabajo más preciso de las Siete, aunque a decir verdad no trabaja mucho porque Kira no suele llamarla. A ella le gustaría trabajar más, desde luego, y de ese modo ahorrarle toneladas de sufrimiento a su padre, pero lamentablemente éste parece tener pasión por la pequeña kamikaze (como llaman también a Uxu) antes que por ella. Y ni Kira, ni ninguna otra criatura viva con conciencia de ser, podría ser abrazado por Uxu y por Essel al mismo tiempo.
Tanto Essel como Alderik-la Séptima-son musas temidas por los humanos, y su presencia rara vez es deseada. El aspecto físico de Essel en el plano terrenal podría resultar algo intimidante, pues el cuerpo que ocupa es el de un cadáver macilento en la primavera de su descomposición, la piel como pétalo marchito desecándose en el hueso. El aire huele a flores y a la esencia penetrante y dulzona de la muerte cuando ella está cerca, aunque contra lo que uno podría pensar Essel no es una compañía ingrata sino todo lo contrario: tiene una conversación interesante, sentido del humor, paciencia para regalar y no suele hablar de más. Ella comprende que a los humanos les cuesta cortar ataduras así que está acostumbrada a esperar sin una queja, en un discreto segundo plano, hasta el momento preciso en el que debe sacar sus tijeras de filigrana de plata.
Essel es una musa Exterior, como Iver y Alderik. Las musas Exteriores son las que no han nacido dentro del humano, sino que han entrado en él desde el exterior. Hacen reaccionar a la persona ante el mundo que está fuera de ella, procesan su respuesta, y actúan para ayudarle a definirse como humano fuera de sí mismo en el mundo que le rodea, junto a otros. En ocasiones esta respuesta puede proyectarse desde dentro del humano hacia fuera, acercándole a sus semejantes más allá de la distancia, asumiendo que el mundo no es un conjunto de "lejos" sino un lugar común en el que todos somos parecidos pero iguales, y todos somos en él.
En cuestión de edad, Essel es vieja como el mundo, pero Kira tardó mucho en poder escucharla.
La Sexta de las Siete es la musa de la Soledad y la Oscuridad. Se llama Yinn y es la más paciente de todas las hermanas, más incluso que Essel, a pesar de lo que pueda parecer debido a sus frecuentes gruñidos y desmanes pues no tiene pelos en la lengua. Yinn nunca le falla a su padre, y es la que mantiene laaargas charlas con él a solas cuando Uxu o Alderik le producen insomnio. Gracias al exceso de energía que absorbe de Kira y de otros, y a la cantidad de cosas que tiene que soportar sobre miedos o dudas, una y otra vez, Yinn es sencillamente intratable de cara al resto del mundo. No es porque esté fatigada, como entidad psíquica no puede cansarse, pero ha de liberar parte del exceso de energía que la impregna para poder matenerse en equilibrio. Tampoco tiene mal caracter como rasgo en sí, pero normalmente va demasiado saturada como para poner florituras a su sinceridad, aunque con su padre jamás será ruda o malhablada como es con sus hermanas.
A veces, en el plano terrenal, se transforma en un gato negro de ojos verdes, aunque el cuerpo que ocupa ahora es el de un muchacho malencarado y andrógino de aproximadamente 1 metro cincuenta de estatura, cuya mirada brilla y alumbra en un tono esmeralda la oscuridad.
Algunas musas llevan objetos a mano, objetos característicos que les pertenecen, como Essel con sus tijeras. Yinn porta consigo tres objetos que en el plano terrenal le son de mucha utilidad: un teléfono (para llamadas de emergencia a cualquier hora), un espejo negro y un bate de beisbol. En el curso de esta historia seguramente proceda explicar para qué le sirve a Yinn cada una de estas cosas, pero no ahora.
Yinn la Oscura es una musa Endógena que tiene exactamente la edad de Kira, pero Kira no pudo encontrarla dentro de sí hasta los 18 años. Para ver a Yinn en la oscuridad, Kira necesitó la ayuda de una voz que le guió a través de numerosos laberintos y más allá de monstruos dentro de sí mismo.
La Séptima de las Siete, la que nació la última abriéndose paso a codazos y patadas a pesar de la resistencia natural de su padre, es Alderik del Cambio. Sus hermanas la llaman La Autista porque, aunque ellas sí pueden entender su lenguaje (a diferencia de los humanos), Alderik se comporta habitualmente como un niño con tal trastorno. Normalmente no la esperas cuando aparece, y cuando crees que va venir tarda o directamente ni se presenta; "no es el momento adecuado", es la respuesta comodín que humanos y hermanas han desistido de entender. Si buscas lógica en lo que hace Alderik no la vas a encontrar; sólo la encontrarás cuando dejes de buscarla. Es la más impredecible y rápida de todas las musas, y cuando aparece ya no hay vuelta atrás. Es la única que, aparentemente, puede aparecer sin ser llamada, aunque cuando se presenta sin avisar puede traer a otras musas con ella, especialmente a Essel. Se desplaza saltando, volando o rodando como bola de nieve imparable pendiente abajo.
Desde fuera podría parecer que Alderik tiene un patrón errático de vuelo, que no sabe lo que dice, que se fija en nimiedades, que se ríe de cosas que no tienen gracia... pero bueno, que no veas sentido en lo que alguien hace no quiere decir que lo que hace esa persona carezca de sentido, ¿verdad?
La Séptima es una musa exterior y el concepto "edad" no puede aplicársele.
https://studio.stupeflix.com/v/UJT0ROtWBPUm/
....
--eh, mira. Hay una luz al fondo del pasillo-- exclama Uxu, aún junto a Essel al frente de la fila.
--Qué dices, no hay ninguna luz, no inventes.
--Oh, sí que la hay--Uxu se ríe, comprendiendo que Essel no puede ver la pequeña llamita como fuego fatuo al final del túnel--a lo mejor es que tú no puedes verla aún.
Essel da un resoplido, ante eso se tiene que callar porque es cierto. Aún yendo las dos las primeras en la fila, ella caminando como antes y Uxu como lucecita anaranjada pegada a su hombro, hay cosas que su hermana de los Imposibles puede ver antes que el resto de las musas, como ya se dijo.
--Puede que sea falso.--También se dijo ya que Uxu a veces ve cosas que NO están ahí y nunca existirán. Es su naturaleza. Aunque esta vez lo que ve la musa de los Imposibles no parece tratarse de una ilusión.
--No, no lo es. Es un resplandor que ilumina las paredes hasta el techo, aunque desde aquí no puedo ver de dónde procede...
--Esperad...--en ese momento, La Primera se detiene. No puede por menos de confiar en la visión de Uxu aunque tal vez sea incierta; si es verdad que hay una luz al fondo del corredor, entonces ellas están a punto de llegar a su destino.--Padre me advirtió de algunas cosas antes de empujarme al plano terrenal en este cuerpo.
--¿Ah, sí?--Yinn frunce el ceño, poniéndose de puntillas y estirando el cuello para mirar por encima del hombro de Essel: los contornos de la pared de roca aparecen claros ante sus ojos de mirada fluorescente, pero ella tampoco puede ver ninguna luz--¿qué dijo? ¿por qué a mí no me contó nada?
--No sé--Aru se encoge de hombros, no tiene ni idea de por qué padre la eligió a ella y no le contó nada sobre Esalon a ninguna otra de sus hijas-- en realidad no importa mucho, dijo que no lo recordaría. Cuando lleguemos a Esalon, ninguna de nosotras recordará nada excepto que somos hermanas y musas.
Owri asiente sin decir nada y se apoya contra la pared para descansar un poco. Las Siete estaban acostumbradas a no saber nunca cuál era su mision en el plano tangible y terrenal, fuera del limbo de las musas en la casa de su padre. Eso no era nada nuevo, aunque ahora se pregunta qué le habrá dicho Kira a Aru, ¿un tipo de advertencia o algo así? ¿por qué su padre habría hecho eso sabiendo que luego ninguna de ellas lo recordaría?
--Veréis...--Aru toma aire y se vuelve de medio lado para poder mirar a todas sus hermanas mientras dice esto--Padre dijo que ahí dentro, en ese castillo...--hasta donde ella sabe, Esalon es un castillo flotante entre nubes, una ciudadela amurallada también conocida como "Ciudad del Nexo" aunque tampoco sabe por qué--hay una serie de peligros, y unas criaturas a las que debemos proteger. Por ejemplo--se aclara la voz y mira a su hermana Owri--me dijo que tú guiarías a Turbo y a Ackel.
--¿Oh?--Owri frunce el ceño con confusión--¿Turbo?¿Ackel?¿quiénes son?
Alderik se ríe desde su lugar atrás del todo, no te extrañe que ella sepa quiénes son los llamados así, al fin y al cabo ella está en todas partes.
--No lo sé...
--Será un mecánico--se carcajea Essel--¿quién demonios puede llamarse Turbo?
--No tengo ni idea--insiste Aru--padre sólo dijo algunos nombres. Iver--sin hacer caso a la coletilla de Essel, Aru mira ahora a la Segunda, quien está hecha un cuatro para no darse contra el techo del pasillo--tú encontrarás a Denov. Denov Metal.
--Pero bueno, ¿eso es un grupo de rock o qué?--farfulla Essel. ¿Turbo?¿Denov Metal? sonaba a una jodida banda heavy en realidad.
--Uxu...--la pequeña luz anaranjada se ha adelantado y revolotea ahora ante el rostro de su hermana Aru con interés--tú tienes que encontrar a Ashka. Es muy importante, eso dijo padre. Tienes que encontrarla y llevarla cerca de él, aunque no valga para nada.
--¿eh?--lo de "valer para nada" está fuera de la comprensión de Uxu directamente, quizá por eso ella es y será tan importante en esta historia--¿con padre?
--Espera, espera un momento. Entonces padre está en Esalon también?
Aru asiente.
--Así es. Aunque me dijo que está escondido en el sótano.
--Típico de padre--comenta Essel con inflexión neutra.
Bueno, Kira es impredecible y sus designios no hay quien los entienda, pero ellas, como siempre, harían cualquier trabajo requerido lo mejor que pudieran.
--Vaya, ya entiendo... hemos entrado a través de sus ojos, entonces. No de los ojos de padre, sino...
--¿Qué estás diciendo, Uxu? Oh, espera--Essel parpadea y guiña para enfocar mejor--creo que ya veo esa luz. ¡Sí!--ratifica con alegría--ahí está, ¡es una puerta!
--¡Uxu besa! Uxu, tú sebas, nau REPUTA!--Alderik aplaude a su hermana de los imposibles--Rabvo Uxu, Alderik pilusam!--le pega un empujón a Iver que va justo delante--¡Pilusam!
--Vale, vale...--Iver trastabilla pero logra no caer.
--¡Sí! ya estamos, ¡puedo sentirlo!--Uxu da saltitos en su forma de pequeña bola de energía y antes de que ninguna de sus hermanas pueda decir palabra, sale volando rauda hacia la puerta al fondo del corredor.
--No se refiere a Esalon...--murmura la Segunda, sonriendo a pesar de tener que caminar contorsionándose.
--No sólo se refiere a Esalon--puntualiza Aru pensando en voz alta.
--Cierto.
--Esa puerta de ahí al fondo conduce a varios lugares a la vez...
La comitiva de musas no tarda demasiado en alcanzar a la Cuarta de las hijas de Kira. En efecto, al final del angosto pasillo se ve ahora una luz dorada ante ellas, procedente de la rendija inferior de una puerta de madera. Por entre los tablones de la hoja algo desvencijada, gruesos y reforzados con adornos metálicos en forma de engranaje, se cuelan también chorros de luz que convierten las partículas de polvo en una lluvia de magia feérica.
--Shh...
Se oyen voces al otro lado de la puerta. Donde quiera que fueran a salir, las musas no estarían solas. Eran guerreras-o más bien lo serían si tuvieran algo que defender-, y estaban preparadas para afrontar dificultades, pero aún así habría que extremar la cautela. Sobre todo teniendo en cuenta que, una vez cruzaran esa puerta y entraran en Esalon, ya no recordarían nada y eso las dejaría aún más indefensas ante cualquier enemigo potencial. O al menos eso fue lo que Kira le advirtió a Aru que pasaría.
A lo mejor a estas alturas te preguntas quién diablos es Kira. Aparte de ser el presunto padre de estas siete musas, ¿quién es él, realmente? ¿Es un dios?¿una especie de Pastor de Musas, como los Ents de Tolkien son a los árboles en El Señor de Los Anillos?¿es un héroe, o un mago?¿o es un simple humano como tú o como yo?
La respuesta a eso tiene que ver con las musas, y sobre todo, con el lugar donde están ahora; tiene que ver contigo que lees (estás leyendo) y conmigo que escribo (estoy escribiendo), pero eso dejémoslo de lado por ahora o me distraeré del hilo principal.
--A través de sus ojos...
--y sus oídos...
Aru cierra por un momento los ojos para escuchar mejor; ahora las voces se oyen con más claridad al otro lado de la puerta cerrada, tienen un tono acalorado como si los que hablaran estuvieran discutiendo... o tal vez riéndose fuerte, quizá hasta puede que ebrios o drogados.
--Shh, por favor, Owri, no te pegues tanto a la puerta, no puedo ver nada...--Yinn se ha arremangado y trata de mirar por las rendijas entre los tablones, escudriñando la claridad al otro lado e intentando ver a los que hablan y lo que hay más allá.
--Perdón...
--Y no hables tan alto...--bueno, Yinn es muy protestona (protestón, si no queremos cabrearle, pues se considera muy macho a pesar de que el genérico "musa" sea femenino) y es difícil encontrar a alguien tan silenciosa como ella, ciertamente. Sin darse cuenta tiene cohibida a la pobre Owri, que sin decir nada se aleja lentamente a un rincón en sombras, dejando el camino libre. El Amor de Kira, Aru, sonríe con dulzura y va hacia ella sin dilación para abrazarla. Owri es un panecito de cielo muy sensible, y Yinn no es mala gente pero es, por norma general, bastante seco con sus hermanas.
--Así que estos son los dioooses de mieeeerda que adoran en este lugar--una voz con sombra aguardentosa canturrea al otro lado de la puerta, ondulante y difusa como si su portador se moviera de lado a lado tambaleándose--Pues vaya cosa, Shiyo. La verdad, yo esperaba mucho más.
--¿y qué esperabas, estatuas de oro macizo?--responde otra voz, más suave, más baja, pero empapada de desdén.
--Pues mira ¡eso hubiera estado muy bien! sobre todo después de esas mierdas viscosas que nos han saltado a la cara nada más llegar.
--Si te pagaran un caleo de oro cada vez que dices la palabra "mierda" te harías millonario, Dharta.
Bufonegras, eso era lo que les había saltado a la cara. Un injerto de laboratorio entre una orquídea negra y un hongo venenoso, con una rudimentaria inteligencia incorporada capaz de programarse con órdenes sencillas. Las bufonegras eran el último mecanismo de seguridad para evitar que gente ajena al Cónclave se colara en el Salón de Alabastro, en los Sótanos del castillo. Como Shiyo y Dharta habían podido constatar, entrar allí de ilegales tenía un precio.
Se suponía que solo los Magos Adeptos del Cónclave podían entrar al Salón de Alabastro, usando sus insignias especiales como llave para abrir las diferentes rutas de acceso. Dharta había robado una de esas insignias; para él había sido fácil, era un ratero, un demonio menor y para colmo disidente, ya tenía callos en las manos de robar carteras. Gracias a la insignia que encajó en el complejo mecanismo de la última puerta pudieron entrar; sin embargo, de la oleada de bufonegras que se les echaron encima desde el techo nadie les había advertido. Esas "cosas" repugnantes, como muy bien se había referido a ellas el llamado Dharta, habían estado ahí expectantes en silencio hasta que la puerta se abrió, dispuestas para atacar a la mínima señal de movimiento. Si había una palabra para desarticular su ataque, ni Shiyo ni Dharta lo sabían, de modo que nada las detuvo a desplegar sus "pétalos" como alas negras y precipitarse sobre ellos, todas a la vez. Había fácil unas quince o veinte bufonegras en el amplio vestíbulo.
Dharta y Shiyo no hubieran podido zafarse de su ataque solos. Y hay que decir que el ataque de la bufonegra es horrible: se pega a la cara de su víctima con las alas desplegadas, abrazando su rostro e inoculándole un terrible veneno, una substancia no letal pero sí paralizante y generadora de un dolor para el que no tendríamos palabras. Pero entonces, si ellos no se libraron al parecer de las bufonegras por sí mismos, ¿cómo podían estar ahí hablando tranquilamente ahora? Uno pensaría "muy sencillo, alguien se las quitó de encima". Y el hecho es que exactamente así había parecido: de pronto, las bufonegras quedaron congeladas en pleno vuelo y al segundo siguiente habían caído muertas a los pies de los intrusos, sin ni siquiera llegar a tocarles, formando un acervo de cadáveres viscosos al estrellarse unas sobre otras entre asquerosos chapoteos. Si alguien había formulado las palabras de contención para esos seres en ese momento, o cualquier otro hechizo, ni Dharta ni Shiyo lo vieron ni oyeron. Y sea como fuere, tampoco iban a hacer ascos a ser salvados, aunque la cosa daba para pensar mal o como mínimo para escamarse. Shiyo llegó a decirlo "¿Crees que alguien nos observa?", y Dharta llegó a pensarlo, pero no comentaron nada más... tal vez porque el primero no tenía nada que perder si era así, y tal vez porque al segundo se la sudaba todo mucho como para preocuparse.
--Oye, se me ha pasado el calentón. Tal vez deberíamos irnos de aquí...--la voz más suave habla ahora con cierta inseguridad, su portador no parece estar muy a gusto en ese lugar.
--¿Qué? vamos, no jodas, ¡la fiesta acaba de empezar! aunque menudo muermazo...--el otro tipo, el más desabrido, suelta un bufido mientras recorre la estancia a grandes zancadas, acertando a acercarse de pronto a la puerta tras la cual están las musas. La suela de sus botas tipo "chúpame-la-punta" resuena contra el enlosado bajo sus pies, levantando ecos a cada paso en el espacioso salón.
--¿Alguien ha visto alguna vez a este tío?--murmura Yinn; justo ahora le ha visto pasar por delante de sus narices y... joder, vaya pintas. Se apresura a mandar una imagen mental del tipo a sus hermanas, y también a [email protected] por si alguna no la recepcionaba bien--alto, delgado, cabello negro, largo hasta el culo... lengua negra, labios negros...
--Dientes negros también ,¡probablemente!
--¡¡Hahaha, Essel!! ¡tiendes grosen!
--Eh, espera, ¿cómo sabes que tiene la lengua negra? ¿Te la ha sacado o qué?
--Pues porque la llevaba fuera, Essel, por eso. ¿Qué quieres que te diga, que me lo invento? no es lo que se dice agradable la visión...--Yinn suelta un bufido y se pega más a las ranuras de la puerta para seguir observando.
--Bueno, y ¿qué puedo hacer si se te bajó el calentón, hm? ¿cómo puedo arreglarlo...?--ante la atónita mirada de Yinn, el llamado Dharta se quita la parte de arriba de su atuendo y se la anuda a la cintura como si de frazada baturra se tratase. Tras esto, con el torso tatuado al descubierto, se aleja contoneándose y sale del campo visual de Yinn, presumiblemente acercándose a ese otro hombre llamado Shiyo.
--Oh, joder...--cuchichea la musa de la Oscuridad, tratando de alcanzar a ver más lejos--creo que estos dos se van a montar una fiestecita o algo así...
--Oh, ¿de verdad? resulta que asistimos a un ritual de amor y yo con estos pelos...
--¿y si esperamos un poco? igual vale la pena entrar cuando estén distraídos...--aventura Owri, quien no se ha movido de su posición apartada pero ha recibido en su mente información de todo cuanto Yinn ha visto, y no le apetece nada entrar ahí.
--Parecen ya bastante a lo suyo--comenta Yinn; supone que se deben de estar besando o algo porque ya no se les oye, aunque no puede verles--será fácil en cualquier caso pasar sin que se enteren. La sala está iluminada con antorchas, puedo ayudaros.
Con esto se refiere a que puede ayudar a sus hermanas camuflándolas dentro de su oscuridad, y así moverse todas de esta forma por los espacios en sombras entre antorchas, sin ser vistas, hasta encontrar un camino para proseguir. El único "problema" para esto es que Iver es muy grande...
--También podemos recurrir a los símbolos. Eso siempre funciona en el mundo terrenal--razonó Aru--y los mortales pocas veces se dan cuenta.
--Cierto--concedió Yinn.
--Depende del caso--Puntualiza Essel. Quizá esos tipos no notarían una semilla de diente de León volando por la habitación, pero a ella seguro que la percibían por el olor a flores muertas y a dulce carne corrupta. La simbología de Essel no es visible en el plano terrenal, más o menos como le ocurre a Alderik.
Las musas son seres de la psique, en esencia intangibles e invisibles al ojo humano salvo cuando ocupan un cuerpo como ahora para estar en el mundo físico. Toman forma de símbolos-o ,bueno, pueden hacerlo-en el plano terrenal, pues los seres mortales con capacidad de crear entienden, por lo general, el lenguaje de los símbolos. El símbolo de Aru se puede percibir a través del sentido de la vista, igual que la forma alternativa que puede tomar Iver (un cometa), Owri (una estrella solitaria) o Yinn (un gato negro de ojos verdes). Sin embargo la simbología para Alderik y para Essel no funciona así.
Essel es la musa de la Muerte y del Final. La muerte y lo que va después, la "nada", es algo que la mayoría de criaturas vivas con conciencia de ser no puede entender ni tampoco percibir. Es posible evocar en el alma el sentimiento que la muerte produce, por eso la presencia de Essel trae esos olores característicos que impregnan el ambiente, los mismos olores que acompañan el final y el adiós que más nos duele: cera de velas, un leve rastro de putrefacción, flores de cementerio, ([email protected])la fragancia del silencio si éste tuviera olor. Más allá de los sentidos, se trata de la idea que todo esto evoca, por eso, como humano, no habría un símbolo físico de Essel que pudieras ver, aunque te darías cuenta de cómo su presencia influye en el ambiente, eso seguro.
A Alderik le sucede otra cosa. ¿Conoces el Principio de Incertidumbre de Heissemberg? Viene a decir que sería imposible ver un electrón ni aún contando con el aparataje de aumento más potente, porque el haz de luz que usaríamos para verlo con nuestro ojo desplazaría la partícula a otra posición. Pues esto es lo que le sucede a Alderik: no es que no tenga símbolos físicos, es que cuando quieres verlos ya se han ido. Es la musa del Cambio por algo, no la puedes ver si la estás mirando.
--Essel, bueno, tú puedes pasar rápido--replica Yinn con un resoplido exasperado, ¿es que la Hueca siempre tenía que quejarse?--el problema es Iver.
--Gracias, hombre--la aludida se rió; al menos ha tenido espacio para sentarse en el suelo frente a la puerta y ya no se tiene que doblar como antes en un ángulo imposible. Le duele cada vértebra, sin excepción, pero no es de los que se quejan a la primera de cambio así que no comenta nada.
--A ver, joder, quiero decir que eres enorme, y no vas a transformarte en meteorito aquí dentro, ¿verdad?--como si eso fuera a ayudar...
--Ya,ya, si te he entendido... pero bueno, no os preocupéis por mí, esperaré un poco y pasaré el último. Si me ven les saludaré y ya está, no creo que pase nada, ¿no?
Iver es grande porque en su entorno natural (la guerra) ha de ser fácil de ver. Pero claro, ser fácil de ver no siempre supone una ventaja, no al menos en la situación que las hijas de Kira tienen ahora. De igual forma, Iver está acostumbrada a que la vean, por lo que para ella en efecto no sería ningún problema pasar por al lado de quien fuera y decir "hola, ¿qué hay?" para luego proseguir su camino tranquilamente.
--Ya, sí, eh, eso es lo que hace Iver siempre...--Uxu no puede evitar intervenir ahora. Ha estado callada mucho tiempo, tratando de conectar con Kira sin conseguirlo; finalmente ha desistido y ha vuelto a prestar atención a sus hermanas así como a lo que ocurre tras la puerta cerrada. No le preocupa que padre no responda, eso no quiere decir que no esté ahí (si ellas están vivas, entonces Padre está vivo también), simplemente a veces Padre no contesta porque no le da la gana. ([email protected])Uxu no le juzga ni se molesta por esto; pocas son las hijas de Kira que tienen una conexión tan íntima con él como la que ella tiene, y no puede sino celebrar que Kira se lo permita. Uxu vive en el corazón de su padre cuando no está en el plano terrenal como ahora, ese es su hogar, y por eso ella conoce de cerca los miedos de Kira, sus anhelos, sus mundos imposibles, tanto como los nudos y telarañas en las áreas más oscuras de su alma. A veces Kira no responde a Uxu porque está dormido o simplemente anda perdido por otros mundos-ya se sabe, "hay infinitos mundos, pero están en éste"-, aunque esta vez algo le dice a la pequeña Kamikaze que su padre no responde por alguna razón.
Seguramente Kira las está viendo ahora allí a Las Siete, igual que podrías verlas tú. Quizá está divirtiéndose pensando cómo coño se las van a apañar para cruzar la habitación, haciendo quinielas, quién sabe. Uxu le cree capaz de algo así, ¿por qué no? ya lo ha hecho muchas veces y luego todo queda grabado, retenido en la estructura emocional de su memoria, donde ella tiene carnet VIP de acceso salvo en las áreas que él esconde.
--Puedo hacerlo...
--OYE
El grito tras la puerta hace callar a Iver la Segunda justo cuando iba a confirmar que, a ella, eso de decir hola no le importaba nada.
Afortunadamente, parece que el llamado Dharta (quien ha gritado) se dirige al otro nuevamente, no a las musas por haber advertido su presencia tras la puerta.
--Ahg, Dharta, suéltame, ahora no...
--Joder, menudo coñazo. Eh, no. ¿Ese de ahí es el terrible Iceleront?¿el dios de la Destrucción y la Guerra al que temen los esalonios?
--...y yo qué sé, a mí qué me dices...--si Shiyo hubiera atendido más a las explicaciones del abnegado sujeto que vivía con él, sobre cultura y religión de Esalon, ahora sabría a lo que se refiere Dharta. Pero, lamentablemente, ha pasado de ese otro tío como de comer mierda, así que ahora ni flores de dioses. Qué pena.
Iceleront es el primero de los Ocho del Caos, por tanto la primera estatua de una de las dos hileras en el centro del Salón, frente a la efigie de Mannon del Orden. Dharta se pasea por entre las estatuas ahora, no que las musas puedan verle desde su lugar tras la puerta, pero perfectamente se puede oir el comentario cuando se detiene ante la primera escultura.
--Y pensar que hay gente que con ver esta estatua se cagará en los pantalones...--farfulla con tono de incredulidad y desprecio--por cierto, me están entrando ganas de cagar, ¿hay algún baño por aquí cerca?
--Hahahaha...!--a Alderik la Autista parecen hacerle mucha gracia estos tíos, o si no vete a saber de qué se ríe ahora.
--¿Qué?¿un baño? pero yo qué coño sé, Dharta, ¡eres tú el que me has traído aquí!
--No soy yo el que lleva años viviendo en Esalon, monada, te recuerdo que llegué hace dos semanas...
Al otro lado de la puerta, Shiyo suspira sin que las musas puedan oirle y se reclina contra la pared.--Tal vez tú en dos semanas aquí ya sabes más que yo en todo este tiempo...
--Oye, este Dharta es...--Yinn frunce el ceño buscando palabra para definirlo sin entrar en juicios de valor.
--Quiero conocer a esos tíos--masculla Iver. Con suerte su deseo se haría realidad pronto. O no.
--En serio, Shiyo, tengo unas ganas de cagar terribles. La culpa la tienen esas galletas que...
--Por favor, no entremos en detalles...
--Hablo en serio--insite Dharta--...oye, creo que voy a cagar ahí...
--¿EH? ¿dónde vas?¿pero tú te has vuelto loco?
--Sí, justo ahí, en ese pedestal vacío.
Las musas no pueden ver dicho pedestal, una atalaya entre las dos hileras de estatuas, presidiendo el orden y el caos aparentemente aunque sin estatua que le de sentido.
--No, Dharta, oye. No puedes cagar ahí, ¿vale?
--ja,ja,ja, ¿no puedo? repite eso, por favor, me pone cachondo--ya se está bajando los pantalones de camino al pedestal--voy a plantar el puto pino de mi vida, más grande que tu cabeza...
--Jajaja...--ahora es Yinn quien no puede evitar reirse, aunque sigue sin ver nada--por favor, este individuo está muy perturbado.
--No,Dharta. De verdad, no sé por qué, no me acuerdo, pero algo me dijeron. Ese pedestal es importante...
--¿Ah, sí? ¿quién te dijo qué? mira lo importante que es, que ni siquiera te acuerdas...
De pronto se escucha un sonoro pedo.
--¡NO! Por favor...
--Oh, la madre que lo parió, Owri, tápate los oídos...--Yinn se muerde el labio para no soltar una carcajada detrás de la puerta, dioses, ¡ese tío iba a cagar de verdad!--tengo que verlo, lo siento...
--Espera, Yinn, no, por el amor de Padre, no abras esa maldita puerta...
Demasiado tarde. La hermana Oscura ya ha empujado la hoja que ha cedido sin resistencia, dejando a Aru con la palabra en la boca. Sólo ha abierto una rendija, lo indispensable para asomarse y ver lo que pasa; con suerte ni Shiyo ni Dharta habrán advertido el leve chirrido de los goznes.
--Oh, mierda...
Yinn asoma discretamente la cabeza justo a tiempo de ver a Dharta encaramado sobre el pedestal, haciendo fuerza en cuclillas y con los pantalones por los tobillos, empleandose a fondo en parir un gran zurullo. Ahora también puede ver al tal Shiyo, un muchacho pálido y delgado de llamativo cabello color plata, que contempla a Dharta horrorizado.
--Yinn!--la llama Uxu desde el otro lado--Padre acaba de decir bien claro "A DENTRO". No, espera. "O DENTRO O FUERA", dice ("quédese parado dentro o fuera, pero cierre la puerta"). Lo está diciendo ahora...--la pequeña bola de energía anaranjada ha volado hasta el hombro de Yinn, quien sigue asomado con medio cuerpo en la habitación, definitivamente ni dentro ni fuera.
--Venga...--Essel se inclina hacia delante para tomar la manga de la sudadera de Yinn y tirar de él hacia el pasillo, de nuevo cerrando la puerta que daba acceso a la espaciosa sala.
--Eh, oye, ya podía hacerlo yo solo, no hace falta que me toques, Hueca.
--"Señorita/Caballero/en su puerta /cagar quiero"...--la voz de Dharta vuelve a llegar ahora desde el otro lado de la puerta con toda claridad, entonando una simpática canción costumbrista. Realmente, si uno cerraba los ojos daría la sensación de que no había puerta ni separación física entre las Siete Musas y aquella extraña pareja.
--Cada vez estoy más segura de que Padre conoce a este tío--murmura Yinn.
--hahaha sepu lorca, sin duda!
--Y el otro se tiene que estar divirtiendo...
--No sé yo...--el Amor de Kira rara vez se muestra dubitativo, pero es que bueno, que alguien cague delante de uno no tiene que ser muy agradable, ¿no? Aunque está claro que Yinn le ve la gracia por algún lado.
--Es ironía, Aru...
--Oh, qué bien, una mierda con poesía, gracias, Dharta. De verdad, de corazón--el sarcasmo es palpable en la voz de Shiyo ahora, así como cierta resignación, más de una pizca.
--"llamaré a la policía!/Cagaré deprisa!/llamaré al alcalde!!/Cagaré de baile!"--el otro sigue recitando el poema--"Insolente, malhabado!/Señorita, ya he cagado." Nññññ!
--Por favor...
--Ja,ja,ja...¿qué quieres? la última parte del mojón me está costando...
--Quiero salir de aquí.
--Venga va, termino, les hacemos unos grafitis y nos vamos.
--¿Graffitis?--Owri se cubre la boca sin poder disimular su expresión de pánico--no estará hablando de...
--¿de MIERDA? sinceramente espero que no...
Dharta no hablaba de mierda, por suerte, sino de un spray que ha sacado del bolsillo una vez terminó de cagar, aunque esto las musas no pueden verlo. "Sdg" pone en la etiqueta del bote, o lo que es lo mismo: "sangre de goblin", de contrabando, claro.
--Van a ser jodidas de quitar, las manchas...
--Oh, Yinn, tú no quieres ver eso...
--¿es necesario hacer esto, Dharta?¿en serio lo es?
--Pues hombre, claro, la duda ofende! "E-saaa-lonios Hii-jos-de-una-pee-eerra..."--canturrea Dharta a la par que va escribiendo en la pared con el spray de sangre, amplios movimientos del brazo, letra grande. FSHHHHH...
--¿Esta gente te ha hecho algo...?
--¿Eh?
--Digo. ¿de verdad sólo hemos venido para dejar una mierda y escribir "hijoputa" en las paredes?
Y para morrearse impúdicamente con la estatua de Iceleront, blasfemia que Dharta acaba de hacer. Es un demonio, tiene pulsiones extrañas que no se molesta en refrenar, a Shiyo tampoco le sorprende.
--¿Hemos venido a investigar, acaso?--replica, apartándose un poco de la estatua para decorarla con el spray-- No, Shiyo. Hemos venido a divertirnos. Creía que estaba claro.
--Sí. Está muy claro.
Shiyo rezonga y se cruza de brazos, pensando que a pesar de todo algo de razón tenía Dharta y era más divertido estar allí que en las galerías subterraneas donde vivía ahora. Al menos, Dharta estaba tan mal de la cabeza que junto a él la angustia vital de Shiyo parecía hacerse pequeña, casi inexistente. Dharta era, por decirlo de alguna forma, algo parecido a un amigo. Y a Dharta nunca le había dicho "quiero morir y no puedo", aunque era cierto, porque el demonio no le había dado ocasión. Quizá la locura de Dharta, que alcanzaba un punto bizarro e infantil, era la única pieza capaz de encajar en el caótico puzzle emocional de Shiyo en aquel momento. O, si no encajaba, a Dharta no le iba a importar una mierda, ¿verdad? Tal vez por eso se llevaban bien.
>BAM!>
Un sonoro portazo, pesado, que sugiere una hoja maciza y metálica, resuena en ese preciso momento haciendo temblar las paredes del salón. ¿Qué puerta sonaría así?
Tanto las musas como Shiyo y Dharta han oído el portazo y el ruido les ha helado la sangre en las venas.
--¿Qué coño...?
--Shiyo, creo que ha llegado el momento que tanto ansiabas...--musita el demonio--hay que salir de aquí...
--Pero, Dharta...
--¿Qué demonios ha sido eso?--Essel reacciona la primera cuando las voces y los pasos apresurados de la extraña pareja se pierden al otro lado de la única salida.
--Creo que vino de alguna parte más arriba...--responde Uxu, quien todavía puede sentir las ondas sonoras del portazo reverberando en su mente aunque sus hermanas ya no oyen el ruido de metal chocando.
--Hay niveles superiores...
--Así es. Deberíamos aprovechar ahora y entrar.
--Pero alguien está bajando, y descubrirá... el destrozo que han hecho estos dos--Owri sigue pensando que han untado las paredes con mierda, después de todo ni ella ni ninguna de sus hermanas ha visto el spray. Le horroriza que quien quiera que esté bajando ahora pueda pillarlas si entran y culparla a ella de tamaña guarrada. Si ese lugar era importante o sagrado como parecía, ellas podrían terminar encarceladas por algo menor que eso.
--Sí, por eso, tal vez luego no tengamos oportunidad. Vamos, cada segundo cuenta.
No se oye ruido alguno tras el portazo, ni rastro de Dharta y Shiyo, ni tampoco pasos que se acerquen. Quizá Yinn tiene razón en lo que dice y este sea el mejor (y único) momento para entrar en el salón sin ser vistas. Aunque incluso en ese caso estarían en problemas porque, como ellas ya saben, ninguna podrá recordar nada en cuanto cruce al otro lado. Bueno, de cualquier manera no había otra opción.
--ALDERIK MEPUJA!--con un grito de guerra y sin previo aviso, la Séptima musa se lanza como ariete contra la puerta y la abre de par en par, de poco no la destroza haciéndola saltar en polvo y astillas--DENTRODEN!--su voz suena fuerte y clara cuando se lanza en picado hacia dentro del Salón.
este libro es un cuento para los niños supervivientes.
I
--No hagas tanto ruido, que nos va a oir...
--Oh, venga, ¿quién se supone que va a oirnos?
La Primera de las Siete se detiene a mitad del estrecho pasadizo para apretarle el brazo a la Sexta, quien viene caminando justo detrás de ella y es quien ha preguntado--Pues el mismo o la misma que nos está viendo ahora--dice con cierta exasperación, parece mentira que a estas alturas tenga que explicarle eso a su hermana.
--Ah, sí. Cuéntame otra--la Sexta da un bufido, no suele creer lo que dice la Primera ni la Cuarta; tampoco es que lo pretenda, simplemente va en su naturaleza.
--Si nos está viendo ya nos está oyendo hablar--comenta la Quinta, a la que el resto de hermanas llaman La Hueca, volviéndose a mirar por encima de su hombro.--está lo bastante cerca.
El tunel serpentea ante las siete hermanas y parece continuamente a punto de tragarlas en su infinita oscuridad; techos bajos, paredes irregulares de roca rezumante de humedad que irradian bastante calor. Si no es por la luz de Uxu sería muy complicado moverse por allí bajo el yugo de los cinco (o seis) sentidos humanos.
--Essel, espera, y a todo esto, ¿POR QUÉ TÚ VAS DELANTE?--la vocecita que ha dicho esto entre sorprendida e irritada pertenece a Uxu de los Imposibles, la Cuarta de las hijas de Kira. Essel la Hueca no debería ser quien abre la marcha, no señor, ¿por qué va primero en la fila?
La Quinta sonríe al ser llamada por su nombre verdadero y alza una ceja, volviendo a girar la cabeza por encima de su hombro aunque sin dejar de andar--Y qué, ¿vas a ponerte tú primero?--se cachondea en las narices de Uxu--¿para llevarnos a otro de los desastres donde desembocan tus acciones?
--Eh, eso fue cruel--Aru de Kira (también llamada la Primera o el Amor de Kira) frunce el ceño y le lanza una mirada reprobatoria a Essel. Ni que Uxu tuviera la culpa de que sus pasos llevaran a la nada a veces; Uxu sólo hace su trabajo y nada más, como el resto de hijas de Kira.
--Pero algo de razón tienen ambas--farfulla Sexta desde su posición más atrás en la comitiva. Lamentablemente, el pasadizo es tan estrecho que sólo pueden caminar en fila de a uno, aunque Sexta se da con un canto en los dientes por ser lo bastante pequeña como para no tener que agacharse bajo el techo para no darse en la cabeza, como tiene que hacer Segunda. Bueno, los techos de esta caverna son bajos pero es que Segunda mide casi dos metros...--yo podría ir primero.
--hahahaha...
--¿Tú...?--Aru de Kira se atraganta cuando trata de no reír. La carcajada que acaba de soltar Séptima, tan inocente y espontánea como impúdica, se contagia con facilidad--no lo creo, Yinn. No veríamos nada.
--Bueno, yo sí vería--Yinn, la Sexta de las Siete, no tiene problemas para ver en la oscuridad, porque ella es oscuridad en sí misma. Entre otras cosas.--podría guiaros--Está algo molesta por las risas de sus hermanas, aunque como suele gastarse una mala ostia considerable como patrón habitual no se le nota.
--¿Guisaron? ¿acosa besas dedón vasom?--canturrea Séptima, ella va feliz atrás del todo en la fila, sería muy peligroso y un riesgo gratuito que fuera delante. El lenguaje de Alderik del Cambio, la Séptima y Última de las hijas de Kira, resulta confuso para los humanos (sobre todo al principio), pero sus hermanas la entienden a la perfección--¡vasom de vieja la corten led muhano! le camino se ol tempranito, le camino, chaer camino!--suelta una risita, tampoco es fácil entender de qué se ríe, normalmente.
Aru suspira, en realidad Alderik-como siempre suele pasar-tiene razón. Aunque ella piensa que quizá, mejor que Essel la Hueca podría guiarles Iver, la Segunda, pero gracias al gran tamaño que ésta tiene sería difícil que se desplazara en la fila ahora hasta el primer lugar, en el pasadizo tan estrecho.
--Aparta, aparta--masculla Uxu abriéndose paso entre sus hermanas para escalar puestos en la fila y situarse junto a Essel. Ella es muy pequeña, una cálida bolita de luz que se pega a las paredes y se adapta como agua a todo aquello que la contiene, por eso es la única de las siete que puede hacer esto ahora, su cuerpo humano en la luz mide lo mismo que un alfiler--voy, no vas a guiarnos tú sola, no te dejaré.
--Qué tormento contigo, de verdad.
En realidad, de las siete hermanas, Essel de la Muerte resulta la más apta-la elección correcta, si lo quieres llamar así-para guiarlas a todas por el estrecho pasadizo, por eso va delante. Essel es la musa de la Muerte y el Final, y para los humanos, salvo en un único caso, el final es siempre un nuevo principio.
Aunque en sí misma fuera luz, y además una luz consistente, fuerte a pesar de ser pequeña, Uxu de los Imposibles no hubiera sido una buena guía debido a su permanente e instintiva temeridad. Su particular sentido de la vista tampoco hubiera ayudado en esta labor, pues aunque Uxu puede "ver" ciertas realidades antes que sus hermanas, no siempre todo lo que ella ve es verdadero o real. Sin embargo, gracias a su tamaño mínimo, puede ahora flotar junto a su hermana Essel al frente de la fila codo con codo. Es irónico si uno piensa que no se soportan la una a la otra, aunque bueno, quizá en el fondo se necesitan mutuamente para existir.
--Ah... chicas, una pregunta--la tímida Owri, la Tercera de las hijas de Kira, se hace notar por primera vez--...¿dónde estamos? ¿estamos en Esalon ya?
--Sí--contesta la Primera.
--¡On,On!--dice Séptima con vehemencia justo a la vez.
--...no me ha quedado claro...
--Según Kira, ya deberíamos haber entrado.
--¿Entrado dónde?
--En el humano.
--Soe, sooooeee, le muhano! hia se donde taesmos aroha.
--Y también en Esalon--puntualiza Iver de la Guerra en voz baja, completando la aseveración de Alderik, que al parecer ha sonado muy clara para todas ellas--Esalon está en el humano.
--Esalon está en el humano...--repite Owri despacio, frunciendo el ceño como tratando de comprenderlo--¿y el humano está en Esalon?
--El humano... está aquí. Aquí mismo, ahora.
Siete musas, siete hermanas, las Siete hijas de Kira. Seres de la psique, con personalidad y conciencia, que ahora se han reencarnado en cuerpos humanos para visitar el plano de los sentidos por alguna razón. Como entidades psíquicas, las musas no tienen género, aunque la palabra "musa" sea gramaticalmente femenina. Los cuerpos que ocupan, sin embargo, sí tienen género y Kira ha querido que fuera masculino, por eso el autor habla de las musas en masculino y femenino indistintamente, siendo este un factor que aunque pudiera resultar extraño tampoco tiene importancia. Ellas son:
Aru, la Primera (el Amor de Kira):
Nació la primera, aunque siempre estuvo ahí. Paradójicamente es la más frágil y vulnerable de las Siete y a la vez la más fuerte: tanto como es la Primera podría ser también la Útima que quedase, pues nunca abandonaría a su padre. No en vano ella es el Amor de Kira. Sus hermanas la llaman Musa Mandarina por razones desconocidas, "Gamusino", y también se la conoce como "Dandelion" (Diente de León), que es una de sus formas físicas en el plano terrenal, cuando no ocupa el cuerpo de un muchacho desnudo.
En otro orden de cosas, es ciega y no tiene edad.
La Segunda musa se llama Iver, Iver de la Guerra. Hay muchos poetas forzados a ser soldados, y también hay personas que sólo en la guerra descubren la palabra correcta en su interior. La descubren al mirar a los ojos del otro, vacíos, y reconocerse en ellos cuando llega el final, viendo la nada en el propio rostro reflejado en esas pupilas. La palabra correcta, lo que importa, se descubre de pronto al oir las detonaciones y al tomar en brazos a otros semejantes bajo un cielo que se quiebra. Sólo en un lugar de fuego y muerte es tan potente la pulsión de vivir; en el campo de batalla, por debajo de los escombros que deja el odio irracional, brota la flor de lo humano entre fragmentos y cascotes, algo vivo bajo el sol. Algo que sobrevive y se rebela negándose a corromperse y a rendirse, echando raices en la tierra húmeda de sudor y de sangre. Algo poderoso en constante oposición al abuso y a la muerte: humanidad.
Las musas ayudan a los humanos a definir la humanidad de nuevo cada día y a verse unos a otros. Cuanto más atroz es la guerra mayor es la fuerza de una musa dentro de un hombre; cuanta más injusticia más alto es el grito de respuesta, cuanto más desasosiego más grande es la voluntad.
La mirada en la mirada, la sonrisa, el calor de la voz, la mano tendida, "cuando un cuerpo coge a otro cuerpo". Humanidad.
Todos los humanos han estado en guerras, guerras diferentes; todos los humanos igual de humanos, parecidos pero iguales. Muchas personas esquivan balas y libran batallas en el silencio de su alma todos los días, luchando por otras personas y por algo que está fuera de ellos. Eso es también luchar por ellos mismos, esos humanos lo saben.
En la guerra, algunos seres humanos reaccionan amando a sus semejantes con todas sus fuerzas, siendo la dignidad de uno la de todos. A veces, al verle la cara a la injusticia y a la muerte tan de cerca, de pronto uno es consciente de cuán profunda es su capacidad de amar, más allá incluso de su propia fragilidad y de la necesidad que uno creía tener de ser tenido en cuenta.
Por si acaso uno se bloqueara mentalmente en el seno del odio, o se pudiera contaminar con ello, Iver es bien grande para que se la vea entre fuego cruzado y balas de todo tipo. De hecho, es la más fácil de ver de las Siete, siendo Aru la más difícil de percibir en contrapartida.
Iver es la más tranquila de todas sus hermanas, sosegada, muy paciente, normalmente cuidadosa y amable. Es muy grande en materia psíquica y el cuerpo físico que ocupa se corresponde en tamaño con esto, pero no por eso es torpe o densa a la hora de desplazarse. De hecho también la llaman Musa Meteorito, pues una de sus manifestaciones en el mundo terrenal son las mal llamadas por los humanos "estrellas Fugaces" que cruzan el cielo en una fracción de segundo.
Iver es una musa de las denominadas "exteriores", y tiene aproximadamente veinte años.
La Tercera de las hijas de Kira se llama Owri, y es la musa del dolor, la tristeza y la melancolía. Ser tocado por ella se siente como respirar aire cargado de ozono: ese olor a tierra mojada que trae nostalgia y recuerdos de lluvia, levemente opresivo y difícil de respirar. Con tristeza infinita se han cometido grandes creaciones, todos lo sabemos. Estamos tristes cuando estamos vivos, despiertos y cargados de motivos; compartirlo pasa a ser una responsabilidad porque nunca sabremos el dolor de quién más podemos sosegar, una vez traspasamos el nuestro sin evadirlo y vivimos para contarlo.
Owri es la más pesada y densa en materia psíquica de las Siete; ella fue quien consiguió parar los mandobles de Kurenayo sentándose en el filo de la hoja de su katana, pero eso es otra historia que será contada más adelante. Una de las formas simbólicas de Owri en el plano terrenal es esa estrella fría que te quedas mirando en la noche como si fuera la única, como si ninguna otra existiera, pensando que quizá ese alguien que tanto extrañas podría estar también mirándola en ese mismo momento si levanta los ojos al cielo.
Owri del Dolor es una musa Interna o Endógena. Tiene más o menos la edad de Kira, quien fue capaz de verla a los cuatro años, pero hasta algún tiempo después no pudo dejarse ayudar por ella.
Como curiosidad, Owri ve sólo colores pesados como grises, marrones o azules muy oscuros y negros.
La Cuarta Musa es bastante contestataria, lo más parecido a un grano en el culo para el resto -salvo para Alderik, a quien todo le parece estupendo y genial-, en especial para Essel la Hueca que viene justo detrás y es su opuesta natural. Se llama Uxu de los Imposibles, aunque para ella la palabra "imposible" no tiene sentido pues nada lo es. Uxu es la cosita pequeña que fuerza al humano a intentarlo todo, a luchar por ello hasta el final, aunque el mundo entero esté en contra. A ratos hace sufrir mucho al humano, salvo las veces que este logra transformar lo imposible en real.
El ciclo vital de cada una de las hermanas es diferente. En su caso, Uxu vuelve a nacer cada vez que es requerida, teniendo para ello que romper una cárcel donde está encerrada el resto del tiempo dentro del humano. Una cárcel de miedo cristalizado, muros duros pero frágiles que saltan como metralla cuando ella los rompe a puñetazos desde dentro cada vez que tiene que salir. Es algo traumático, pero así ha de ser.
En su forma psíquica, Uxu está envuelta en una bolita de luz que abraza directamente el corazón del humano en el interior del pecho; no es que el resto de hermanas no puedan abrazar al humano de esta forma, pero Uxu sólo puede hacerlo así. Ella simplemente se abraza al corazón del humano hasta fundirse con él, y le susurra que no se rinda, que se levante, en un tono de voz que sólo a esa nula distancia se podría sentir.
Uxu es una musa Endógena como Owri, Aru y Yinn, nacida dentro del humano. Kira no sabe qué edad tiene.
La Quinta musa, llamada por sus hermanas la Hueca, es la musa de la muerte y del Final. Su nombre es Essel y tiene el trabajo más preciso de las Siete, aunque a decir verdad no trabaja mucho porque Kira no suele llamarla. A ella le gustaría trabajar más, desde luego, y de ese modo ahorrarle toneladas de sufrimiento a su padre, pero lamentablemente éste parece tener pasión por la pequeña kamikaze (como llaman también a Uxu) antes que por ella. Y ni Kira, ni ninguna otra criatura viva con conciencia de ser, podría ser abrazado por Uxu y por Essel al mismo tiempo.
Tanto Essel como Alderik-la Séptima-son musas temidas por los humanos, y su presencia rara vez es deseada. El aspecto físico de Essel en el plano terrenal podría resultar algo intimidante, pues el cuerpo que ocupa es el de un cadáver macilento en la primavera de su descomposición, la piel como pétalo marchito desecándose en el hueso. El aire huele a flores y a la esencia penetrante y dulzona de la muerte cuando ella está cerca, aunque contra lo que uno podría pensar Essel no es una compañía ingrata sino todo lo contrario: tiene una conversación interesante, sentido del humor, paciencia para regalar y no suele hablar de más. Ella comprende que a los humanos les cuesta cortar ataduras así que está acostumbrada a esperar sin una queja, en un discreto segundo plano, hasta el momento preciso en el que debe sacar sus tijeras de filigrana de plata.
Essel es una musa Exterior, como Iver y Alderik. Las musas Exteriores son las que no han nacido dentro del humano, sino que han entrado en él desde el exterior. Hacen reaccionar a la persona ante el mundo que está fuera de ella, procesan su respuesta, y actúan para ayudarle a definirse como humano fuera de sí mismo en el mundo que le rodea, junto a otros. En ocasiones esta respuesta puede proyectarse desde dentro del humano hacia fuera, acercándole a sus semejantes más allá de la distancia, asumiendo que el mundo no es un conjunto de "lejos" sino un lugar común en el que todos somos parecidos pero iguales, y todos somos en él.
En cuestión de edad, Essel es vieja como el mundo, pero Kira tardó mucho en poder escucharla.
La Sexta de las Siete es la musa de la Soledad y la Oscuridad. Se llama Yinn y es la más paciente de todas las hermanas, más incluso que Essel, a pesar de lo que pueda parecer debido a sus frecuentes gruñidos y desmanes pues no tiene pelos en la lengua. Yinn nunca le falla a su padre, y es la que mantiene laaargas charlas con él a solas cuando Uxu o Alderik le producen insomnio. Gracias al exceso de energía que absorbe de Kira y de otros, y a la cantidad de cosas que tiene que soportar sobre miedos o dudas, una y otra vez, Yinn es sencillamente intratable de cara al resto del mundo. No es porque esté fatigada, como entidad psíquica no puede cansarse, pero ha de liberar parte del exceso de energía que la impregna para poder matenerse en equilibrio. Tampoco tiene mal caracter como rasgo en sí, pero normalmente va demasiado saturada como para poner florituras a su sinceridad, aunque con su padre jamás será ruda o malhablada como es con sus hermanas.
A veces, en el plano terrenal, se transforma en un gato negro de ojos verdes, aunque el cuerpo que ocupa ahora es el de un muchacho malencarado y andrógino de aproximadamente 1 metro cincuenta de estatura, cuya mirada brilla y alumbra en un tono esmeralda la oscuridad.
Algunas musas llevan objetos a mano, objetos característicos que les pertenecen, como Essel con sus tijeras. Yinn porta consigo tres objetos que en el plano terrenal le son de mucha utilidad: un teléfono (para llamadas de emergencia a cualquier hora), un espejo negro y un bate de beisbol. En el curso de esta historia seguramente proceda explicar para qué le sirve a Yinn cada una de estas cosas, pero no ahora.
Yinn la Oscura es una musa Endógena que tiene exactamente la edad de Kira, pero Kira no pudo encontrarla dentro de sí hasta los 18 años. Para ver a Yinn en la oscuridad, Kira necesitó la ayuda de una voz que le guió a través de numerosos laberintos y más allá de monstruos dentro de sí mismo.
La Séptima de las Siete, la que nació la última abriéndose paso a codazos y patadas a pesar de la resistencia natural de su padre, es Alderik del Cambio. Sus hermanas la llaman La Autista porque, aunque ellas sí pueden entender su lenguaje (a diferencia de los humanos), Alderik se comporta habitualmente como un niño con tal trastorno. Normalmente no la esperas cuando aparece, y cuando crees que va venir tarda o directamente ni se presenta; "no es el momento adecuado", es la respuesta comodín que humanos y hermanas han desistido de entender. Si buscas lógica en lo que hace Alderik no la vas a encontrar; sólo la encontrarás cuando dejes de buscarla. Es la más impredecible y rápida de todas las musas, y cuando aparece ya no hay vuelta atrás. Es la única que, aparentemente, puede aparecer sin ser llamada, aunque cuando se presenta sin avisar puede traer a otras musas con ella, especialmente a Essel. Se desplaza saltando, volando o rodando como bola de nieve imparable pendiente abajo.
Desde fuera podría parecer que Alderik tiene un patrón errático de vuelo, que no sabe lo que dice, que se fija en nimiedades, que se ríe de cosas que no tienen gracia... pero bueno, que no veas sentido en lo que alguien hace no quiere decir que lo que hace esa persona carezca de sentido, ¿verdad?
La Séptima es una musa exterior y el concepto "edad" no puede aplicársele.
https://studio.stupeflix.com/v/UJT0ROtWBPUm/
....
--eh, mira. Hay una luz al fondo del pasillo-- exclama Uxu, aún junto a Essel al frente de la fila.
--Qué dices, no hay ninguna luz, no inventes.
--Oh, sí que la hay--Uxu se ríe, comprendiendo que Essel no puede ver la pequeña llamita como fuego fatuo al final del túnel--a lo mejor es que tú no puedes verla aún.
Essel da un resoplido, ante eso se tiene que callar porque es cierto. Aún yendo las dos las primeras en la fila, ella caminando como antes y Uxu como lucecita anaranjada pegada a su hombro, hay cosas que su hermana de los Imposibles puede ver antes que el resto de las musas, como ya se dijo.
--Puede que sea falso.--También se dijo ya que Uxu a veces ve cosas que NO están ahí y nunca existirán. Es su naturaleza. Aunque esta vez lo que ve la musa de los Imposibles no parece tratarse de una ilusión.
--No, no lo es. Es un resplandor que ilumina las paredes hasta el techo, aunque desde aquí no puedo ver de dónde procede...
--Esperad...--en ese momento, La Primera se detiene. No puede por menos de confiar en la visión de Uxu aunque tal vez sea incierta; si es verdad que hay una luz al fondo del corredor, entonces ellas están a punto de llegar a su destino.--Padre me advirtió de algunas cosas antes de empujarme al plano terrenal en este cuerpo.
--¿Ah, sí?--Yinn frunce el ceño, poniéndose de puntillas y estirando el cuello para mirar por encima del hombro de Essel: los contornos de la pared de roca aparecen claros ante sus ojos de mirada fluorescente, pero ella tampoco puede ver ninguna luz--¿qué dijo? ¿por qué a mí no me contó nada?
--No sé--Aru se encoge de hombros, no tiene ni idea de por qué padre la eligió a ella y no le contó nada sobre Esalon a ninguna otra de sus hijas-- en realidad no importa mucho, dijo que no lo recordaría. Cuando lleguemos a Esalon, ninguna de nosotras recordará nada excepto que somos hermanas y musas.
Owri asiente sin decir nada y se apoya contra la pared para descansar un poco. Las Siete estaban acostumbradas a no saber nunca cuál era su mision en el plano tangible y terrenal, fuera del limbo de las musas en la casa de su padre. Eso no era nada nuevo, aunque ahora se pregunta qué le habrá dicho Kira a Aru, ¿un tipo de advertencia o algo así? ¿por qué su padre habría hecho eso sabiendo que luego ninguna de ellas lo recordaría?
--Veréis...--Aru toma aire y se vuelve de medio lado para poder mirar a todas sus hermanas mientras dice esto--Padre dijo que ahí dentro, en ese castillo...--hasta donde ella sabe, Esalon es un castillo flotante entre nubes, una ciudadela amurallada también conocida como "Ciudad del Nexo" aunque tampoco sabe por qué--hay una serie de peligros, y unas criaturas a las que debemos proteger. Por ejemplo--se aclara la voz y mira a su hermana Owri--me dijo que tú guiarías a Turbo y a Ackel.
--¿Oh?--Owri frunce el ceño con confusión--¿Turbo?¿Ackel?¿quiénes son?
Alderik se ríe desde su lugar atrás del todo, no te extrañe que ella sepa quiénes son los llamados así, al fin y al cabo ella está en todas partes.
--No lo sé...
--Será un mecánico--se carcajea Essel--¿quién demonios puede llamarse Turbo?
--No tengo ni idea--insiste Aru--padre sólo dijo algunos nombres. Iver--sin hacer caso a la coletilla de Essel, Aru mira ahora a la Segunda, quien está hecha un cuatro para no darse contra el techo del pasillo--tú encontrarás a Denov. Denov Metal.
--Pero bueno, ¿eso es un grupo de rock o qué?--farfulla Essel. ¿Turbo?¿Denov Metal? sonaba a una jodida banda heavy en realidad.
--Uxu...--la pequeña luz anaranjada se ha adelantado y revolotea ahora ante el rostro de su hermana Aru con interés--tú tienes que encontrar a Ashka. Es muy importante, eso dijo padre. Tienes que encontrarla y llevarla cerca de él, aunque no valga para nada.
--¿eh?--lo de "valer para nada" está fuera de la comprensión de Uxu directamente, quizá por eso ella es y será tan importante en esta historia--¿con padre?
--Espera, espera un momento. Entonces padre está en Esalon también?
Aru asiente.
--Así es. Aunque me dijo que está escondido en el sótano.
--Típico de padre--comenta Essel con inflexión neutra.
Bueno, Kira es impredecible y sus designios no hay quien los entienda, pero ellas, como siempre, harían cualquier trabajo requerido lo mejor que pudieran.
--Vaya, ya entiendo... hemos entrado a través de sus ojos, entonces. No de los ojos de padre, sino...
--¿Qué estás diciendo, Uxu? Oh, espera--Essel parpadea y guiña para enfocar mejor--creo que ya veo esa luz. ¡Sí!--ratifica con alegría--ahí está, ¡es una puerta!
--¡Uxu besa! Uxu, tú sebas, nau REPUTA!--Alderik aplaude a su hermana de los imposibles--Rabvo Uxu, Alderik pilusam!--le pega un empujón a Iver que va justo delante--¡Pilusam!
--Vale, vale...--Iver trastabilla pero logra no caer.
--¡Sí! ya estamos, ¡puedo sentirlo!--Uxu da saltitos en su forma de pequeña bola de energía y antes de que ninguna de sus hermanas pueda decir palabra, sale volando rauda hacia la puerta al fondo del corredor.
--No se refiere a Esalon...--murmura la Segunda, sonriendo a pesar de tener que caminar contorsionándose.
--No sólo se refiere a Esalon--puntualiza Aru pensando en voz alta.
--Cierto.
--Esa puerta de ahí al fondo conduce a varios lugares a la vez...
La comitiva de musas no tarda demasiado en alcanzar a la Cuarta de las hijas de Kira. En efecto, al final del angosto pasillo se ve ahora una luz dorada ante ellas, procedente de la rendija inferior de una puerta de madera. Por entre los tablones de la hoja algo desvencijada, gruesos y reforzados con adornos metálicos en forma de engranaje, se cuelan también chorros de luz que convierten las partículas de polvo en una lluvia de magia feérica.
--Shh...
Se oyen voces al otro lado de la puerta. Donde quiera que fueran a salir, las musas no estarían solas. Eran guerreras-o más bien lo serían si tuvieran algo que defender-, y estaban preparadas para afrontar dificultades, pero aún así habría que extremar la cautela. Sobre todo teniendo en cuenta que, una vez cruzaran esa puerta y entraran en Esalon, ya no recordarían nada y eso las dejaría aún más indefensas ante cualquier enemigo potencial. O al menos eso fue lo que Kira le advirtió a Aru que pasaría.
A lo mejor a estas alturas te preguntas quién diablos es Kira. Aparte de ser el presunto padre de estas siete musas, ¿quién es él, realmente? ¿Es un dios?¿una especie de Pastor de Musas, como los Ents de Tolkien son a los árboles en El Señor de Los Anillos?¿es un héroe, o un mago?¿o es un simple humano como tú o como yo?
La respuesta a eso tiene que ver con las musas, y sobre todo, con el lugar donde están ahora; tiene que ver contigo que lees (estás leyendo) y conmigo que escribo (estoy escribiendo), pero eso dejémoslo de lado por ahora o me distraeré del hilo principal.
--A través de sus ojos...
--y sus oídos...
Aru cierra por un momento los ojos para escuchar mejor; ahora las voces se oyen con más claridad al otro lado de la puerta cerrada, tienen un tono acalorado como si los que hablaran estuvieran discutiendo... o tal vez riéndose fuerte, quizá hasta puede que ebrios o drogados.
--Shh, por favor, Owri, no te pegues tanto a la puerta, no puedo ver nada...--Yinn se ha arremangado y trata de mirar por las rendijas entre los tablones, escudriñando la claridad al otro lado e intentando ver a los que hablan y lo que hay más allá.
--Perdón...
--Y no hables tan alto...--bueno, Yinn es muy protestona (protestón, si no queremos cabrearle, pues se considera muy macho a pesar de que el genérico "musa" sea femenino) y es difícil encontrar a alguien tan silenciosa como ella, ciertamente. Sin darse cuenta tiene cohibida a la pobre Owri, que sin decir nada se aleja lentamente a un rincón en sombras, dejando el camino libre. El Amor de Kira, Aru, sonríe con dulzura y va hacia ella sin dilación para abrazarla. Owri es un panecito de cielo muy sensible, y Yinn no es mala gente pero es, por norma general, bastante seco con sus hermanas.
--Así que estos son los dioooses de mieeeerda que adoran en este lugar--una voz con sombra aguardentosa canturrea al otro lado de la puerta, ondulante y difusa como si su portador se moviera de lado a lado tambaleándose--Pues vaya cosa, Shiyo. La verdad, yo esperaba mucho más.
--¿y qué esperabas, estatuas de oro macizo?--responde otra voz, más suave, más baja, pero empapada de desdén.
--Pues mira ¡eso hubiera estado muy bien! sobre todo después de esas mierdas viscosas que nos han saltado a la cara nada más llegar.
--Si te pagaran un caleo de oro cada vez que dices la palabra "mierda" te harías millonario, Dharta.
Bufonegras, eso era lo que les había saltado a la cara. Un injerto de laboratorio entre una orquídea negra y un hongo venenoso, con una rudimentaria inteligencia incorporada capaz de programarse con órdenes sencillas. Las bufonegras eran el último mecanismo de seguridad para evitar que gente ajena al Cónclave se colara en el Salón de Alabastro, en los Sótanos del castillo. Como Shiyo y Dharta habían podido constatar, entrar allí de ilegales tenía un precio.
Se suponía que solo los Magos Adeptos del Cónclave podían entrar al Salón de Alabastro, usando sus insignias especiales como llave para abrir las diferentes rutas de acceso. Dharta había robado una de esas insignias; para él había sido fácil, era un ratero, un demonio menor y para colmo disidente, ya tenía callos en las manos de robar carteras. Gracias a la insignia que encajó en el complejo mecanismo de la última puerta pudieron entrar; sin embargo, de la oleada de bufonegras que se les echaron encima desde el techo nadie les había advertido. Esas "cosas" repugnantes, como muy bien se había referido a ellas el llamado Dharta, habían estado ahí expectantes en silencio hasta que la puerta se abrió, dispuestas para atacar a la mínima señal de movimiento. Si había una palabra para desarticular su ataque, ni Shiyo ni Dharta lo sabían, de modo que nada las detuvo a desplegar sus "pétalos" como alas negras y precipitarse sobre ellos, todas a la vez. Había fácil unas quince o veinte bufonegras en el amplio vestíbulo.
Dharta y Shiyo no hubieran podido zafarse de su ataque solos. Y hay que decir que el ataque de la bufonegra es horrible: se pega a la cara de su víctima con las alas desplegadas, abrazando su rostro e inoculándole un terrible veneno, una substancia no letal pero sí paralizante y generadora de un dolor para el que no tendríamos palabras. Pero entonces, si ellos no se libraron al parecer de las bufonegras por sí mismos, ¿cómo podían estar ahí hablando tranquilamente ahora? Uno pensaría "muy sencillo, alguien se las quitó de encima". Y el hecho es que exactamente así había parecido: de pronto, las bufonegras quedaron congeladas en pleno vuelo y al segundo siguiente habían caído muertas a los pies de los intrusos, sin ni siquiera llegar a tocarles, formando un acervo de cadáveres viscosos al estrellarse unas sobre otras entre asquerosos chapoteos. Si alguien había formulado las palabras de contención para esos seres en ese momento, o cualquier otro hechizo, ni Dharta ni Shiyo lo vieron ni oyeron. Y sea como fuere, tampoco iban a hacer ascos a ser salvados, aunque la cosa daba para pensar mal o como mínimo para escamarse. Shiyo llegó a decirlo "¿Crees que alguien nos observa?", y Dharta llegó a pensarlo, pero no comentaron nada más... tal vez porque el primero no tenía nada que perder si era así, y tal vez porque al segundo se la sudaba todo mucho como para preocuparse.
--Oye, se me ha pasado el calentón. Tal vez deberíamos irnos de aquí...--la voz más suave habla ahora con cierta inseguridad, su portador no parece estar muy a gusto en ese lugar.
--¿Qué? vamos, no jodas, ¡la fiesta acaba de empezar! aunque menudo muermazo...--el otro tipo, el más desabrido, suelta un bufido mientras recorre la estancia a grandes zancadas, acertando a acercarse de pronto a la puerta tras la cual están las musas. La suela de sus botas tipo "chúpame-la-punta" resuena contra el enlosado bajo sus pies, levantando ecos a cada paso en el espacioso salón.
--¿Alguien ha visto alguna vez a este tío?--murmura Yinn; justo ahora le ha visto pasar por delante de sus narices y... joder, vaya pintas. Se apresura a mandar una imagen mental del tipo a sus hermanas, y también a [email protected] por si alguna no la recepcionaba bien--alto, delgado, cabello negro, largo hasta el culo... lengua negra, labios negros...
--Dientes negros también ,¡probablemente!
--¡¡Hahaha, Essel!! ¡tiendes grosen!
--Eh, espera, ¿cómo sabes que tiene la lengua negra? ¿Te la ha sacado o qué?
--Pues porque la llevaba fuera, Essel, por eso. ¿Qué quieres que te diga, que me lo invento? no es lo que se dice agradable la visión...--Yinn suelta un bufido y se pega más a las ranuras de la puerta para seguir observando.
--Bueno, y ¿qué puedo hacer si se te bajó el calentón, hm? ¿cómo puedo arreglarlo...?--ante la atónita mirada de Yinn, el llamado Dharta se quita la parte de arriba de su atuendo y se la anuda a la cintura como si de frazada baturra se tratase. Tras esto, con el torso tatuado al descubierto, se aleja contoneándose y sale del campo visual de Yinn, presumiblemente acercándose a ese otro hombre llamado Shiyo.
--Oh, joder...--cuchichea la musa de la Oscuridad, tratando de alcanzar a ver más lejos--creo que estos dos se van a montar una fiestecita o algo así...
--Oh, ¿de verdad? resulta que asistimos a un ritual de amor y yo con estos pelos...
--¿y si esperamos un poco? igual vale la pena entrar cuando estén distraídos...--aventura Owri, quien no se ha movido de su posición apartada pero ha recibido en su mente información de todo cuanto Yinn ha visto, y no le apetece nada entrar ahí.
--Parecen ya bastante a lo suyo--comenta Yinn; supone que se deben de estar besando o algo porque ya no se les oye, aunque no puede verles--será fácil en cualquier caso pasar sin que se enteren. La sala está iluminada con antorchas, puedo ayudaros.
Con esto se refiere a que puede ayudar a sus hermanas camuflándolas dentro de su oscuridad, y así moverse todas de esta forma por los espacios en sombras entre antorchas, sin ser vistas, hasta encontrar un camino para proseguir. El único "problema" para esto es que Iver es muy grande...
--También podemos recurrir a los símbolos. Eso siempre funciona en el mundo terrenal--razonó Aru--y los mortales pocas veces se dan cuenta.
--Cierto--concedió Yinn.
--Depende del caso--Puntualiza Essel. Quizá esos tipos no notarían una semilla de diente de León volando por la habitación, pero a ella seguro que la percibían por el olor a flores muertas y a dulce carne corrupta. La simbología de Essel no es visible en el plano terrenal, más o menos como le ocurre a Alderik.
Las musas son seres de la psique, en esencia intangibles e invisibles al ojo humano salvo cuando ocupan un cuerpo como ahora para estar en el mundo físico. Toman forma de símbolos-o ,bueno, pueden hacerlo-en el plano terrenal, pues los seres mortales con capacidad de crear entienden, por lo general, el lenguaje de los símbolos. El símbolo de Aru se puede percibir a través del sentido de la vista, igual que la forma alternativa que puede tomar Iver (un cometa), Owri (una estrella solitaria) o Yinn (un gato negro de ojos verdes). Sin embargo la simbología para Alderik y para Essel no funciona así.
Essel es la musa de la Muerte y del Final. La muerte y lo que va después, la "nada", es algo que la mayoría de criaturas vivas con conciencia de ser no puede entender ni tampoco percibir. Es posible evocar en el alma el sentimiento que la muerte produce, por eso la presencia de Essel trae esos olores característicos que impregnan el ambiente, los mismos olores que acompañan el final y el adiós que más nos duele: cera de velas, un leve rastro de putrefacción, flores de cementerio, ([email protected])la fragancia del silencio si éste tuviera olor. Más allá de los sentidos, se trata de la idea que todo esto evoca, por eso, como humano, no habría un símbolo físico de Essel que pudieras ver, aunque te darías cuenta de cómo su presencia influye en el ambiente, eso seguro.
A Alderik le sucede otra cosa. ¿Conoces el Principio de Incertidumbre de Heissemberg? Viene a decir que sería imposible ver un electrón ni aún contando con el aparataje de aumento más potente, porque el haz de luz que usaríamos para verlo con nuestro ojo desplazaría la partícula a otra posición. Pues esto es lo que le sucede a Alderik: no es que no tenga símbolos físicos, es que cuando quieres verlos ya se han ido. Es la musa del Cambio por algo, no la puedes ver si la estás mirando.
--Essel, bueno, tú puedes pasar rápido--replica Yinn con un resoplido exasperado, ¿es que la Hueca siempre tenía que quejarse?--el problema es Iver.
--Gracias, hombre--la aludida se rió; al menos ha tenido espacio para sentarse en el suelo frente a la puerta y ya no se tiene que doblar como antes en un ángulo imposible. Le duele cada vértebra, sin excepción, pero no es de los que se quejan a la primera de cambio así que no comenta nada.
--A ver, joder, quiero decir que eres enorme, y no vas a transformarte en meteorito aquí dentro, ¿verdad?--como si eso fuera a ayudar...
--Ya,ya, si te he entendido... pero bueno, no os preocupéis por mí, esperaré un poco y pasaré el último. Si me ven les saludaré y ya está, no creo que pase nada, ¿no?
Iver es grande porque en su entorno natural (la guerra) ha de ser fácil de ver. Pero claro, ser fácil de ver no siempre supone una ventaja, no al menos en la situación que las hijas de Kira tienen ahora. De igual forma, Iver está acostumbrada a que la vean, por lo que para ella en efecto no sería ningún problema pasar por al lado de quien fuera y decir "hola, ¿qué hay?" para luego proseguir su camino tranquilamente.
--Ya, sí, eh, eso es lo que hace Iver siempre...--Uxu no puede evitar intervenir ahora. Ha estado callada mucho tiempo, tratando de conectar con Kira sin conseguirlo; finalmente ha desistido y ha vuelto a prestar atención a sus hermanas así como a lo que ocurre tras la puerta cerrada. No le preocupa que padre no responda, eso no quiere decir que no esté ahí (si ellas están vivas, entonces Padre está vivo también), simplemente a veces Padre no contesta porque no le da la gana. ([email protected])Uxu no le juzga ni se molesta por esto; pocas son las hijas de Kira que tienen una conexión tan íntima con él como la que ella tiene, y no puede sino celebrar que Kira se lo permita. Uxu vive en el corazón de su padre cuando no está en el plano terrenal como ahora, ese es su hogar, y por eso ella conoce de cerca los miedos de Kira, sus anhelos, sus mundos imposibles, tanto como los nudos y telarañas en las áreas más oscuras de su alma. A veces Kira no responde a Uxu porque está dormido o simplemente anda perdido por otros mundos-ya se sabe, "hay infinitos mundos, pero están en éste"-, aunque esta vez algo le dice a la pequeña Kamikaze que su padre no responde por alguna razón.
Seguramente Kira las está viendo ahora allí a Las Siete, igual que podrías verlas tú. Quizá está divirtiéndose pensando cómo coño se las van a apañar para cruzar la habitación, haciendo quinielas, quién sabe. Uxu le cree capaz de algo así, ¿por qué no? ya lo ha hecho muchas veces y luego todo queda grabado, retenido en la estructura emocional de su memoria, donde ella tiene carnet VIP de acceso salvo en las áreas que él esconde.
--Puedo hacerlo...
--OYE
El grito tras la puerta hace callar a Iver la Segunda justo cuando iba a confirmar que, a ella, eso de decir hola no le importaba nada.
Afortunadamente, parece que el llamado Dharta (quien ha gritado) se dirige al otro nuevamente, no a las musas por haber advertido su presencia tras la puerta.
--Ahg, Dharta, suéltame, ahora no...
--Joder, menudo coñazo. Eh, no. ¿Ese de ahí es el terrible Iceleront?¿el dios de la Destrucción y la Guerra al que temen los esalonios?
--...y yo qué sé, a mí qué me dices...--si Shiyo hubiera atendido más a las explicaciones del abnegado sujeto que vivía con él, sobre cultura y religión de Esalon, ahora sabría a lo que se refiere Dharta. Pero, lamentablemente, ha pasado de ese otro tío como de comer mierda, así que ahora ni flores de dioses. Qué pena.
Iceleront es el primero de los Ocho del Caos, por tanto la primera estatua de una de las dos hileras en el centro del Salón, frente a la efigie de Mannon del Orden. Dharta se pasea por entre las estatuas ahora, no que las musas puedan verle desde su lugar tras la puerta, pero perfectamente se puede oir el comentario cuando se detiene ante la primera escultura.
--Y pensar que hay gente que con ver esta estatua se cagará en los pantalones...--farfulla con tono de incredulidad y desprecio--por cierto, me están entrando ganas de cagar, ¿hay algún baño por aquí cerca?
--Hahahaha...!--a Alderik la Autista parecen hacerle mucha gracia estos tíos, o si no vete a saber de qué se ríe ahora.
--¿Qué?¿un baño? pero yo qué coño sé, Dharta, ¡eres tú el que me has traído aquí!
--No soy yo el que lleva años viviendo en Esalon, monada, te recuerdo que llegué hace dos semanas...
Al otro lado de la puerta, Shiyo suspira sin que las musas puedan oirle y se reclina contra la pared.--Tal vez tú en dos semanas aquí ya sabes más que yo en todo este tiempo...
--Oye, este Dharta es...--Yinn frunce el ceño buscando palabra para definirlo sin entrar en juicios de valor.
--Quiero conocer a esos tíos--masculla Iver. Con suerte su deseo se haría realidad pronto. O no.
--En serio, Shiyo, tengo unas ganas de cagar terribles. La culpa la tienen esas galletas que...
--Por favor, no entremos en detalles...
--Hablo en serio--insite Dharta--...oye, creo que voy a cagar ahí...
--¿EH? ¿dónde vas?¿pero tú te has vuelto loco?
--Sí, justo ahí, en ese pedestal vacío.
Las musas no pueden ver dicho pedestal, una atalaya entre las dos hileras de estatuas, presidiendo el orden y el caos aparentemente aunque sin estatua que le de sentido.
--No, Dharta, oye. No puedes cagar ahí, ¿vale?
--ja,ja,ja, ¿no puedo? repite eso, por favor, me pone cachondo--ya se está bajando los pantalones de camino al pedestal--voy a plantar el puto pino de mi vida, más grande que tu cabeza...
--Jajaja...--ahora es Yinn quien no puede evitar reirse, aunque sigue sin ver nada--por favor, este individuo está muy perturbado.
--No,Dharta. De verdad, no sé por qué, no me acuerdo, pero algo me dijeron. Ese pedestal es importante...
--¿Ah, sí? ¿quién te dijo qué? mira lo importante que es, que ni siquiera te acuerdas...
De pronto se escucha un sonoro pedo.
--¡NO! Por favor...
--Oh, la madre que lo parió, Owri, tápate los oídos...--Yinn se muerde el labio para no soltar una carcajada detrás de la puerta, dioses, ¡ese tío iba a cagar de verdad!--tengo que verlo, lo siento...
--Espera, Yinn, no, por el amor de Padre, no abras esa maldita puerta...
Demasiado tarde. La hermana Oscura ya ha empujado la hoja que ha cedido sin resistencia, dejando a Aru con la palabra en la boca. Sólo ha abierto una rendija, lo indispensable para asomarse y ver lo que pasa; con suerte ni Shiyo ni Dharta habrán advertido el leve chirrido de los goznes.
--Oh, mierda...
Yinn asoma discretamente la cabeza justo a tiempo de ver a Dharta encaramado sobre el pedestal, haciendo fuerza en cuclillas y con los pantalones por los tobillos, empleandose a fondo en parir un gran zurullo. Ahora también puede ver al tal Shiyo, un muchacho pálido y delgado de llamativo cabello color plata, que contempla a Dharta horrorizado.
--Yinn!--la llama Uxu desde el otro lado--Padre acaba de decir bien claro "A DENTRO". No, espera. "O DENTRO O FUERA", dice ("quédese parado dentro o fuera, pero cierre la puerta"). Lo está diciendo ahora...--la pequeña bola de energía anaranjada ha volado hasta el hombro de Yinn, quien sigue asomado con medio cuerpo en la habitación, definitivamente ni dentro ni fuera.
--Venga...--Essel se inclina hacia delante para tomar la manga de la sudadera de Yinn y tirar de él hacia el pasillo, de nuevo cerrando la puerta que daba acceso a la espaciosa sala.
--Eh, oye, ya podía hacerlo yo solo, no hace falta que me toques, Hueca.
--"Señorita/Caballero/en su puerta /cagar quiero"...--la voz de Dharta vuelve a llegar ahora desde el otro lado de la puerta con toda claridad, entonando una simpática canción costumbrista. Realmente, si uno cerraba los ojos daría la sensación de que no había puerta ni separación física entre las Siete Musas y aquella extraña pareja.
--Cada vez estoy más segura de que Padre conoce a este tío--murmura Yinn.
--hahaha sepu lorca, sin duda!
--Y el otro se tiene que estar divirtiendo...
--No sé yo...--el Amor de Kira rara vez se muestra dubitativo, pero es que bueno, que alguien cague delante de uno no tiene que ser muy agradable, ¿no? Aunque está claro que Yinn le ve la gracia por algún lado.
--Es ironía, Aru...
--Oh, qué bien, una mierda con poesía, gracias, Dharta. De verdad, de corazón--el sarcasmo es palpable en la voz de Shiyo ahora, así como cierta resignación, más de una pizca.
--"llamaré a la policía!/Cagaré deprisa!/llamaré al alcalde!!/Cagaré de baile!"--el otro sigue recitando el poema--"Insolente, malhabado!/Señorita, ya he cagado." Nññññ!
--Por favor...
--Ja,ja,ja...¿qué quieres? la última parte del mojón me está costando...
--Quiero salir de aquí.
--Venga va, termino, les hacemos unos grafitis y nos vamos.
--¿Graffitis?--Owri se cubre la boca sin poder disimular su expresión de pánico--no estará hablando de...
--¿de MIERDA? sinceramente espero que no...
Dharta no hablaba de mierda, por suerte, sino de un spray que ha sacado del bolsillo una vez terminó de cagar, aunque esto las musas no pueden verlo. "Sdg" pone en la etiqueta del bote, o lo que es lo mismo: "sangre de goblin", de contrabando, claro.
--Van a ser jodidas de quitar, las manchas...
--Oh, Yinn, tú no quieres ver eso...
--¿es necesario hacer esto, Dharta?¿en serio lo es?
--Pues hombre, claro, la duda ofende! "E-saaa-lonios Hii-jos-de-una-pee-eerra..."--canturrea Dharta a la par que va escribiendo en la pared con el spray de sangre, amplios movimientos del brazo, letra grande. FSHHHHH...
--¿Esta gente te ha hecho algo...?
--¿Eh?
--Digo. ¿de verdad sólo hemos venido para dejar una mierda y escribir "hijoputa" en las paredes?
Y para morrearse impúdicamente con la estatua de Iceleront, blasfemia que Dharta acaba de hacer. Es un demonio, tiene pulsiones extrañas que no se molesta en refrenar, a Shiyo tampoco le sorprende.
--¿Hemos venido a investigar, acaso?--replica, apartándose un poco de la estatua para decorarla con el spray-- No, Shiyo. Hemos venido a divertirnos. Creía que estaba claro.
--Sí. Está muy claro.
Shiyo rezonga y se cruza de brazos, pensando que a pesar de todo algo de razón tenía Dharta y era más divertido estar allí que en las galerías subterraneas donde vivía ahora. Al menos, Dharta estaba tan mal de la cabeza que junto a él la angustia vital de Shiyo parecía hacerse pequeña, casi inexistente. Dharta era, por decirlo de alguna forma, algo parecido a un amigo. Y a Dharta nunca le había dicho "quiero morir y no puedo", aunque era cierto, porque el demonio no le había dado ocasión. Quizá la locura de Dharta, que alcanzaba un punto bizarro e infantil, era la única pieza capaz de encajar en el caótico puzzle emocional de Shiyo en aquel momento. O, si no encajaba, a Dharta no le iba a importar una mierda, ¿verdad? Tal vez por eso se llevaban bien.
>BAM!>
Un sonoro portazo, pesado, que sugiere una hoja maciza y metálica, resuena en ese preciso momento haciendo temblar las paredes del salón. ¿Qué puerta sonaría así?
Tanto las musas como Shiyo y Dharta han oído el portazo y el ruido les ha helado la sangre en las venas.
--¿Qué coño...?
--Shiyo, creo que ha llegado el momento que tanto ansiabas...--musita el demonio--hay que salir de aquí...
--Pero, Dharta...
--¿Qué demonios ha sido eso?--Essel reacciona la primera cuando las voces y los pasos apresurados de la extraña pareja se pierden al otro lado de la única salida.
--Creo que vino de alguna parte más arriba...--responde Uxu, quien todavía puede sentir las ondas sonoras del portazo reverberando en su mente aunque sus hermanas ya no oyen el ruido de metal chocando.
--Hay niveles superiores...
--Así es. Deberíamos aprovechar ahora y entrar.
--Pero alguien está bajando, y descubrirá... el destrozo que han hecho estos dos--Owri sigue pensando que han untado las paredes con mierda, después de todo ni ella ni ninguna de sus hermanas ha visto el spray. Le horroriza que quien quiera que esté bajando ahora pueda pillarlas si entran y culparla a ella de tamaña guarrada. Si ese lugar era importante o sagrado como parecía, ellas podrían terminar encarceladas por algo menor que eso.
--Sí, por eso, tal vez luego no tengamos oportunidad. Vamos, cada segundo cuenta.
No se oye ruido alguno tras el portazo, ni rastro de Dharta y Shiyo, ni tampoco pasos que se acerquen. Quizá Yinn tiene razón en lo que dice y este sea el mejor (y único) momento para entrar en el salón sin ser vistas. Aunque incluso en ese caso estarían en problemas porque, como ellas ya saben, ninguna podrá recordar nada en cuanto cruce al otro lado. Bueno, de cualquier manera no había otra opción.
--ALDERIK MEPUJA!--con un grito de guerra y sin previo aviso, la Séptima musa se lanza como ariete contra la puerta y la abre de par en par, de poco no la destroza haciéndola saltar en polvo y astillas--DENTRODEN!--su voz suena fuerte y clara cuando se lanza en picado hacia dentro del Salón.
-II-
II
Aquella no era la primera vez que se veían, claro que no. Dharta y Shiyo se habían conocido mucho antes de llegar Esalon, hace años, en otro lugar. Entre los esalonios se dice que "de un modo u otro, todo termina en la Ciudad del Nexo", y de alguna manera para Dharta y para Shiyo ha sucedido así, aunque cierto es que ninguno de ellos esperaba volver a encontrarse con el otro después de tanto tiempo sin haber tenido la mínima noticia. Ya fuera por coincidencia o por razones no del todo accidentales, así había sido, sin embargo. Y se podría decir que volver a verse había sido una alegría para ambos, aunque no que ellos alguna vez hubieran llegado a ser lo que comunmente llamaríamos "amigos", no al menos en el sentido convencional de la palabra. En realidad no les dio tiempo.
Las circunstancias en las que Dharta el demonio y Shiyo el vampiro se habían conocido años atrás habían sido muy especiales, cruciales para definir el camino posterior que tomaría su relación. Camino que desembocó en la nada, o más bien en un mal lugar, cuando Shiyo tuvo un horrible momento kamikaze una noche y se lanzó por la ventana, dando con sus preciosos huesos en el pavimento desde la altura de un noveno piso.
Después de aquello, Shiyo había estado en coma durante mucho tiempo, y Dharta había tenido otros problemas que tiraron de él en sentido opuesto haciendo que sus caminos se separasen. Dharta pensó entonces que no volvería a ver a Shiyo con vida, o más concretamente con vida cerebral, pues difícil sería que uno conservara intacta la capacidad de pensar después de escacharse el cráneo contra el suelo desde tal altura, nueve pisos nada menos. Le entristeció, porque era cierto que le hubiera gustado conocer más a ese extraño sujeto que había sido Shiyo para él; durante el poco tiempo que pasaron juntos le había tomado cariño e incluso algo de apego, pero bueno, terminó asumiendo lo que pasó y siguió mal que bien adelante con su vida. Por todo esto, ese día-el día que volvió a verle en la taberna de la Ciudad del Nexo después de tantos años-, Dharta tuvo que pellizcarse el brazo y parpadear varias veces para asegurarse de que su mente no le estaba jugando una mala pasada.
Pero empecemos por el principio, ¿cómo llegó Dharta a la ciudadela flotante?
La suerte- el azar - es una compañera esquiva cuando se la persigue, y sin embargo hay seres que, sin buscarla y sin pretender nada, la tienen siempre a su favor o eso es lo que parece. "No se da cuenta de la suerte que tiene", se suele decir; bueno, esta frase perfectamente podía ser aplicada a Dharta, de cabo a rabo en lo que ha sido su vida hasta ahora.
El demonio había llegado a la Ciudad del Nexo de pura chiripa, a través de un portal que se había "abierto" por accidente mientras él "jugaba" en la biblioteca de Lamtra, un viejo amigo suyo que por ironías del destino acontecía a ser otro vampiro, aunque este de una subespecie un tanto rarita.
Dharta ni siquiera había estado investigando; a decir verdad, lo último que imaginaba era que una anomalía espacio-temporal fuera a ocurrir cuando recitó en voz alta las palabras de aquel libro polvoriento que había encontrado, escrito en una lengua arcaica y desconocida:
"Talaxum Tinei Talasso,
Delaire Esalon, Delagua Esalon, Layama Esalon, Larena Esalon, erinksan ming, dunybel no Kaotasmos versil"
Al decir aquellas palabras, toda la estancia se había iluminado de pronto con una luz blanca y pulsante cuya intensidad había ido creciendo hasta tornarse agresiva, obligando al demonio a cerrar los ojos. Aunque a Dharta le bastó con levantar su tercer par de párpados translúcido para protegerse y, de esa manera, logró no apartar la vista del deslumbrante resplandor para ver lo que había más allá de esa superficie ondulante, casi transparente, que se abría ante él. Lo que vio al otro lado de aquella frágil barrera le sobrecogió y le hizo retroceder en un primer momento por puro instinto, pues aquello que sin previo aviso pasó por delante de sus narices en ese instante, cruzando el aire al otro lado del portal, como un gigantesco tren entre las nubes a velocidad crucero, fue una inmensa ballena. Un ejemplar adulto, cuyo lomo de un llamativo color rojo reflejaba la luz del sol poniente, surcando el cielo dorado con la misma parsimonia con la que nadaría en el mar.
Incapaz de refrenar su curiosidad y aún anonadado, el demonio se había acercado más a la brecha refulgente entre mundos, siguiendo la trayectoria de la ballena con los ojos. Casi tocando aquellas volutas de tejido irisado ante él alcanzó a ver una especie de islote flotando al otro lado, a lo lejos, y sobre éste, un castillo. O unas murallas. Desde tal distancia era imposible distinguirlo.
Sin dudarlo, sin la más mínima dilación, Dharta había cruzado la anomalía espacio-tiempo. Nunca había hecho un viaje de este tipo, aunque había leído mil patrañas sobre el tema, pero desde luego nada de lo que leyó se parecía ni remotamente a la experiencia real que vivió en ese momento.
Dharta había leído sobre anomalías antes, por eso no tenía duda de que eso era exactamente lo que se había abierto en la biblioteca de Lamtra y lo que tenía ante sus ojos. No es que hubiera estudiado el tema a conciencia, pero no negaría que era interesante, y las detalladas descripciones sobre lo que ocurría a nivel físico al cruzar un portal habían quedado grabadas sin remedio en su memoria. Aunque bien es verdad que su única referencia al respecto habían sido aquellos textos, pues no conocía a nadie que hubiera pasado por ello en carne propia y hubiera vuelto para contarlo.
Según la explicación científica en los libros, la materia viva se descomponía literalmente a nivel atómico al cruzar un portal, para luego volver a juntarse al otro lado, todo ello en lo que duraba aproximadamente un parpadeo; vale que uno tuviera potra en la vida, pero visto así el asunto resultaba escalofriante y le hacía a uno plantearse las posibilidades reales de que algo como aquello pudiera salir bien. Una persona normal se lo plantearía al menos, claro, pero estamos hablando de Dharta. Para colmo, había leído también sobre sacudidas gástricas, ataques de vértigo, dolores de cabeza y otros desagradables síntomas que ocurrían durante y después de cruzar un portal, pero ni siquiera eso le detuvo a la hora de hacerlo. Y, en realidad, cuando Dharta cruzó la anomalía no sintió nada de todo lo anteriormente mencionado.
Ni tirón en la boca del estómago, ni sensación de estar cayendo, ni el mundo volteándose y girando alrededor...
Simplemente, más luz. Y la acuciante, creciente conciencia de riesgo que tanto amaba, aunque esa ya era vieja conocida para él, pues funcionar a golpes de adrenalina no era exactamente una novedad.
Una vez al otro lado de la superficie ondulante, pies sobre un saliente de tierra firme y la biblioteca de Lamtra desdibujándose a su espalda, el demonio pudo ver un puente desplegándose a sus pies. Un puente colgante hecho de amplios travesaños de madera sujetos con cuerdas, que se extendía hasta ese castillo en el islote flotante a lo lejos. Todo había tenido la consistencia irreal de los sueños: el puente no estaba allí, sino que apareció cuando él cruzó el portal; uno podría pensar que no habría de fiarse, que la estructura sería inestable y, sin embargo, ésta aguantó el peso del demonio sin un sólo balanceo en cada tramo del recorrido hasta que él llegó por fin al otro lado. Incluso se podría decir que Dharta se tomó su tiempo para cruzar, maravillándose con las ballenas que pasaban sobre su cabeza entre jirones de nubes, siluetas oscuras contra el dorado del cielo que ya comenzaba a palidecer en naranja, rosa y violeta a la caída del sol. Vio brillar las primeras estrellas de aquella noche justo cuando llegó al final del puente, a punto de poner los pies en ese nuevo mundo al que jamás había planeado llegar; un lugar que estaba en los libros al parecer, como acababa de constatar, pero del que Dharta jamás había oído hablar a nadie.
El puente desapareció a espaldas de Dharta una vez éste hubo llegado a su destino. Presumiblemente, la brecha entre mundos que se había abierto en la biblioteca de Lamtra se cerraría también en ese mismo momento, o no, pero en cualquier caso sin puente ya no había manera de volver atrás. Así que Dharta, sin asomo de miedo, se preparó para pasar una buena temporada en aquel recinto amurallado. Si un destino irrelevante le ponía en bandeja aquel nuevo mundo como por tontería, él haría de su parte lo único que sabía hacer y para lo cual vivía: divertirse y alimentarse.
Investigó un poco una vez allí, en honor a la verdad, pues aunque parezca que nada le importa lo que ocurre es que sólo le importa lo que le interesa. Siempre tiene curiosidad por el lugar donde está en cada momento, aunque sólo sea por propia seguridad, para poder adaptarse como camaleón a los colores del medio externo y así pasar desapercibido. No tardó en descubrir que tras las murallas de aquella ciudadela había todo tipo de seres viviendo en aparente armonía, sin importar orígenes, especie, ideología, género o color, ¿se trataba de una especie de punto de encuentro multicultural, aquella fortificación flotante? Dharta no lo sabía, pero era un alivio pensar que al menos no tendría que fingir que no era un demonio allí dentro.
El primer día de su llegada, Dharta lo pasó bordeando desde dentro un lecho selvático que rodeaba a la fortificación como un cordón protector. Poco después se enteraría de que aquellos "jardines" salvajes eran conocidos como la Muralla Viva de Esalon, una barrera de flora y fauna que defendía a la ciudadela del exterior. No que uno pudiera percibir la biodiversidad de la muralla viva sólo con pasar cerca, ya que la mayoría de especies que habitaban en ella eran extremadamente silenciosas y cautas, observadores natos que si acaso salían de noche para cazar. Pero, de hecho, había desde pequeñas alimañas hasta grandes saurios con alas viviendo en la trama selvática en torno a la ciudadela, y se rumoreaba que también espíritus protectores del tamaño de una luciérnaga que sólo unos pocos elegidos podrían ver, llamados "pájaros de humo". Aunque, una vez más, no que Dharta pudiera ser consciente de nada de esto.
Al pasar por allí, el demonio había tenido que esquivar alguna patrulla de guardianes que portaban estandartes con un extraño símbolo. Se trataba de la guardia especial que custodiaba la Muralla Viva, en su mayoría compuesta por elfos y semi-elfos expertos en el entrenamiento de criaturas en cautividad, aunque esto tampoco había forma de que el demonio lo supiera. Sobre todo tuvo que extremar la precaución al acercarse a cierta estructura elevada en un claro: una inmensa rampa circundada por un aro aún más grande rozando las nubes, que resultó ser un "aeropuerto", terminal o pista de aterrizaje para estos cetáceos voladores que vio al principio. Había muchas más ballenas sobrevolando aquella zona, juntas en pequeños grupos o en solitario; también se veían de cuando en cuando manta-rayas voladoras, que al parecer eran una especie de escolta o transporte VIP para algunas personas yendo y viniendo de la ciudadela. Vaya sitio.
El segundo día, Dharta se había atrevido a alejarse de la Muralla Viva hacia el interior del recinto fortificado. Visitó la plaza del mercado entre las cuatro torres idénticas en tamaño, y todos los lugares públicos que pudo: bibliotecas, arena de entrenamiento, algunas tiendas donde ofrecían manjares exóticos de múltiples y dispares procedencias, y más zonas comunes que, según él, tampoco eran gran cosa. No había ninguna casa constitorial, torre del homenaje o ayuntamiento, y para su sorpresa tampoco había un solo burdel por allí, o al menos no a la vista. Qué cosa tan rara. Tal vez los burdeles estarían agrupados en algún ghetto o zona marginal, no que uno se pudiera recorrer cada rincón de la ciudadela en dos días tampoco, claro. Por otra parte, Dharta fijó en su mente aquellos lugares para cuya entrada se exigía algún tipo de acreditación o tenían acceso restringido, con intención de ir pensando con calma cómo introducirse en cada uno de los que más le interesaban sin tener que consignar su identidad. Como se puede ver, lo suyo no fue nunca seguir las normas, y allí-como en cada nuevo sitio al que llegaba- él no era nadie; investigar estaba bien siempre y cuando no implicara darse uno a conocer, y Dharta quería seguir siendo nadie en Esalon por tanto tiempo como fuera posible. Yo diría que aún lo es.
El tercer día, queriendo mezclarse un poco más con la "salsa" que se cocía en el lugar, Dharta consiguió un alojamiento en los pisos superiores de la taberna, que era al mismo tiempo la posada de referencia en la ciudadela. Y fue allí, esa noche del tercer día, cuando el demonio se había encontrado con Shiyo por primera vez después de tantos años.
Al primer vistazo ya le reconoció. Casi se atraganta con el chocafuegos que estaba a punto de echarse al coleto de un sólo trago; la impresión fue como un mazazo entre los ojos y sin embargo el demonio se resistió a creer lo que veía, pensando que probablemente se trataba de alguien muy parecido a Shiyo o de una alucinación que, a saber por qué, venía a aparecerse ahora desde algún rincón oscuro de su mente. Aunque para tratarse de esto último, no que el demonio hubiera bebido o consumido nada tóxico aún , quitando lo que acaba casi de escupir en aspersión. No, lo rechazó al instante, no podía tratarse del Shiyo de verdad, ¿qué coño pintaba Shiyo en aquel lugar de locos donde las ballenas volaban, y cómo diablos había llegado allí? Aunque pensandolo bien, lo mismo podría decir Dharta de sí mismo.
Sin poder evitarlo, el demonio se había ido acercando más al peliplata pensando en todo esto, ojos afilados fijos en él; el otro no acertaba a estar muy lejos, coqueteaba ahí mismo con unos cinco o seis tíos cerca de la barra o eso es lo que parecía que estaba haciendo. Dharta pudo ver entonces esa cara aún desde más cerca... y también esos ojos, inconfundibles ojos dorados que ya no dejaron espacio a la más mínima duda.
--¿Shiyo?
Se dio cuenta de que igual le interrumpía la fiestecita con aquellos tipos, pues el vampiro parecía justo a punto de desnudarse delante de ellos y ponerse a bailar a lo stripper en ese mismo momento. Eso por no mencionar que su piel y su ropa olían notablemente a alcohol... y a sexo, sangre y semen, si a Dharta no le engañaban sus agudos sentidos de demonio. Pero bueno, al cuerno, sea como fuera tenía que saludarle por lo menos, ¿cómo no hacerlo?
--Shiyo...¿eres tú?
Los ojos del peliplata, aquellos ojos dorados que Dharta había visto empañarse más de una vez y antaño le habían removido por dentro, se abrieron desmesuradamente al verlo y su mirada errática pareció centrarse de pronto, quedando fija en el demonio.
--...¿Dharta...?-- La ebriedad que había distorsionado su sonrisa momentos antes desapareció de golpe, como si hubiera sido fingida y Shiyo se hiciera pasar por ebrio con aquellos tíos por alguna razón. Desde luego no parecía estar tan borracho ahora, ahí clavado en el suelo y casi boquiabierto como si hubiera visto un fantasma--¡Dharta!
--¡Shiyo! Oh, diablos, ¡Shiyo! ¡Eres tú!
El demonio fue quien reaccionó primero, adelantándose y rodeando los enjutos hombros del vampiro con un brazo para atraerle hacia sí y estrecharle contra su cuerpo. Ni mucho menos Dharta era alguien de naturaleza afectiva, ni lo era entonces ni ahora lo es; te puedes imaginar que no es de los que van dando abrazos y repartiendo flores por la calle, nada de eso, pero Shiyo era Shiyo, y de la misma manera que le dijo "¡Eres tú!" con alborozo, podría haber exclamado "¡Estás vivo!" igualmente. Si le creía muerto, si durante todos estos años le había creído muerto, cómo coño no le iba a abrazar. Para bien o para mal y aunque no lo admitiera, el demonio había pensado en el peliplata muchas veces.
--Dharta...
Si Dharta no tiene por norma dar abrazos por ahí, Shiyo por su parte es de los que odia que le toquen a lo random. No lo soporta, y más si implica la franca invasión de su espacio sin avisar; ciertamente a Dharta se le hizo raro verle así, coqueteando tan cerca de esos tíos que podrían en cualquier momento echarle la mano encima, aunque no que se lo fuera a comentar. Había pasado mucho tiempo, la gente cambia, ¿no? En cuaquier caso, cómo le hace sentir a uno el contacto depende de quién viene el toque, y cambiado o no, si en esta ocasión el vampiró no luchó por liberarse del abrazo de Dharta fue por algo.
No es que estos dos hubieran sido uña y carne por siglos en el pasado, qué va. Como ya se dijo antes, se habían visto bastante poco en términos de tiempo, pero en aquellos días Shiyo acertaba a pasar por una de las etapas más duras de su no-vida, y quizá por eso ellos habían terminado teniendo esa intensa, profunda y extraña comunicación que sólo aflora cuando las personas están al límite. Ese tipo de comunicación que uno podría tener, por qué no, con un completo desconocido en el lugar más inesperado, a golpes o a gritos, y no habría nada absurdo ni sinsentido alguno en ello.
Shiyo acababa de ser abandonado por su Sire entonces-el vampiro que le convirtió, su "padre" a efectos de sangre-, estaba esperándole cuando conoció a Dharta, esperándole como Penélope a un Ulises que nunca volvió. Si en aquel tiempo, cuando no había nada a lo que agarrarse, Shiyo se había dejado abrazar por el demonio, ¿por qué razón no iba a hacerlo años después?
Internamente, tan internamente que le costaría admitirlo, Shiyo sabe que Dharta conoce algunos secretos suyos que él mismo considera "debilidades". Secretos como llaves que abren puertas, pues él mismo no pudo evitar mostrarle cómo se sentía en sus peores momentos años atrás, y eso hace que ahora se sienta como si en ciertas situaciones no les hiciera falta hablar, a pesar de todo el tiempo transcurrido. No llegó a decir "me alegro de verte" cuando se dejó abrazar por Dharta en la taberna, pero en realidad no hacía falta y se notaba que en parte así lo sentía, que tenerle cerca "otra vez" era un alivio. En aquel lugar al que Shiyo había sido pateado de forma tan hostil, esa maldita Ciudad del Nexo a la que de tan infortunada manera había llegado, sería imposible para él no sentir algo muy parecido a la alegría cuando vio a Dharta. Un rostro conocido al fin y al cabo, el de alguien a quien hubiera podido llamar raramente "amigo" en otro tiempo, eso aliviaba aunque también le trajese algún recuerdo punzante como esquirla de metal. Dejando aparte que Dharta era, con mucho, de las últimas personas que Shiyo esperaría encontrarse precisamente allí. De haber creído en algún dios, Shiyo hubiera pensado que se trataba de un milagro... o de algún tipo de castigo divino.
--Shiyo, demonios, ¿qué haces tú aquí...?--Dharta se había echado a reír al verlo, sin poder disimular su pasmo--¿cómo coño...?
--Espera, espera. Aquí no...--el chico de cabellos de plata echó una rápida ojeada a su alrededor y luego le lanzó una mirada significativa al demonio, señalando un área en sombras dentro de la taberna: una mesa solitaria detrás de una columna, alejada del grupo de hombres que hacía tan sólo segundos le habían jaleado para que se hiciera un bailecito.--Lo siento, chicos, hoy no hay fiesta--gruñó abriéndose paso entre ellos, sin que le temblara un ápice la voz. La mirada dulce como miel y la conducta seductiva de putita on fire habían terminado para el resto de horas de oscuridad, o eso parecía.
Shiyo trastabillaba un poco al andar, estaba claro que algo alcoholizado iba, o al menos Dharta se daba cuenta de que sobrio del todo no estaba, pero esa conducta expansiva de beodo que arrastra las palabras había sido un cuento. "¿Para qué?" no pudo sino pensar el demonio, ¿qué diablos querría Shiyo?, ¿qué pretendía, seducir a esos tíos y luego alimentarse de ellos allí mismo, en la taberna, como parte de algún tipo de grotesco espectáculo?...¿o sería por dinero? Sin tener ocasión de preguntárselo en voz alta, se limitó a seguirle hasta el reservado tras la columna.
La cohorte de hombres que había gozado de la compañía del vampiro ahora reaccionaba con ira y protestas, como si su puta se les hubiera ido de las manos sin dejarse follar y después de haberle pagado. Tal vez había sido así, quién sabe, pero en cualquier caso Shiyo tampoco tuvo que hacer aspavientos para quitárselos de encima: un repentino quiebro no exento de agresividad, la insinuación de un colmillo levantando el labio superior unos milímetros y woilà, bye-bye chicarrones, si es que apreciáis en algo vuestra sangre. "No tocaré a nadie, pero si me tocan me defenderé", estaba escrito en la última mirada furibunda que lanzó a los babosos, justo antes de volverse y seguir su camino.
Una vez al abrigo de la columna de piedra, Dharta y Shiyo tomaron asiento y, casi sin darse cuenta, hablaron durante horas. Aunque las preguntas como "qué te pasó?" o "¿cuándo saliste del coma?" fueron esquivadas habilmente por Shiyo, quien era ya un experto en evasiones de emergencia.
--¿Sabes lo que son las Ferias de Ganado en este sitio?--fue lo primero que había preguntado el peliplata en un hilo de voz, como temeroso de que las paredes alrededor de ellos tuvieran oídos. De hecho así era, o eso es lo que una y otra vez le repetía el plasta de tío con quien vivía ahora... tema escabroso lo de la pesadez del tipo aquel, pero al menos en esto su insistencía había calado algo: dentro de aquellos muros podía ser peligroso hablar de según que cosas y Shiyo lo sabía, aunque desconocía por qué, o quién o qué podía estar vigilando.
--...No, me temo que no tengo ni idea...
--Se supone que son ilegales, pero todo el mundo sabe que se celebran de manera clandestina en ciertos lugares--contestó el vampiro, acercándose al otro para susurrar aún más bajo-- Trata de esclavos, humanos y otras criaturas, para subastarlas, prostituirlas, comerlas o venderlas, eso hacen en las Ferias de Ganado.
Shiyo le contó al demonio entonces cómo había llegado a Esalon. Le había traído un traficante de esclavos conocido como Dvorak, de cuyas garras le había liberado otro tipo- el pesado recalcitrante mencionado anteriormente-, justo en uno de aquellos mercados ilegales donde Shiyo había sido expuesto en una jaula.
--Increíble. Te trajo un traficante y te liberó... ¿un policía?--no era fácil sorprender a Dharta, pero el demonio no había tenido por menos de quedarse alucinado con el relato del vampiro. Una vez más quedaba constatado que la mala suerte parecía acompañar a Shiyo adonde quiera que éste fuera, de forma insidiosa y tenaz, sin darle un respiro.
--Oh, no--casi se rió Shiyo con esta, por primera vez en meses-- No, no, un policía no, qué va...
Se habían quedado hablando hasta altas horas de la madrugada, uno y otro escuchando y relatando lo que habían sido sus vidas hasta el momento presente, aunque por naturaleza Shiyo era mucho más reservado que Dharta. Apenas minutos antes de que despuntara el alba se habían despedido en el amplio y ya solitario vestíbulo, Dharta para enfilar escaleras arriba hacia su habitación mientras que Shiyo se largó apresuradamente de la taberna, tomando rumbo hacia un lugar subterráneo donde pasaba las horas de luz junto a aquel que le había sacado de la jaula.
Los días que siguieron fueron intensos para demonio y vampiro, alma de íncubo y alma sedienta sin fondo respectivamente. Dharta sabía que, aparte de estar marcado físicamente, Shiyo acumulaba innumerables cicatrices psíquicas-quizá también alguna herida abierta-, y que le daban brotes auto-destructivos de vez en cuando, pero aún así, el Shiyo que conoció hacía tanto tiempo era July Andrews en "Sonrisas y Lágrimas" comparado con el que había encontrado en Esalon años después. Si Dharta había conocido a un Shiyo rasgado por dentro entonces, abandonado y desarraigado, ahora podía comprobar que el peliplata estaba mucho peor en este aspecto, mucho más roto aunque desde fuera parecía más "duro". Duro como costra de barro resquebrajado que ni bajo la lluvia se ablanda, frío como la superficie de un espejo roto; tan duro y tan frío que si no le habías conocido antes te parecería que siempre había sido así, un hijoputa como cualquier otro. Ni rastro quedaba de la sensible y apocada criatura a la que Dharta había leido fragmentos de J.D Salinger por las noches, aunque una especie de hambre terrible y de algún modo lastimera seguía presente en sus ojos dorados. Sin embargo, lo único que un extraño vería en esos ojos ahora sería justo el reverso de la verdad: sólo miedo, odio, resentimiento y rabia.
Al demonio le bastaron unas horas para darse cuenta de que la candidez del peliplata se había ido, y para comprender-sin llegar a traumatizarse por ello- que Shiyo ya probablemente jamás volvería a ser el de antes. Tal vez había llegado a esa orilla donde cambia el viento, se pierde el norte y lo único que tiene sentido, lo único que le hace a uno sentirse vivo, conectar consigo mismo y no volverse loco, es el dolor. La vida (o la no-vida en el caso de Shiyo) se convierte entonces en una oscilación contínua entre el dolor y la insensibilidad, entre el vacío y la carcajada rota(cínica, dolorosa), todo para sortear la más profunda tristeza que hace al alma estremecer y querer morir. Morir de amor, morir de odio, a efectos de muerte era lo mismo porque la gracia de todo esto es que Shiyo, como vampiro, no podía morir. Así que "morir de amor", o "morir de odio", significaba algo así como "agonizar constantemente (por amor o por odio)" y nunca poder descansar.
Uno era cobarde ante la peor de las agonías por puro instinto, para no morir en vida cuando la muerte física no era una opción. Era completamente lícito volcarse en adicciones-alcohol, drogas, sexo-, pensaba Dharta; todo el respeto para el que quería olvidar, para quien rechazaba mirar dentro de sí cuando vivir se sentía como caminar descalzo sobre cristales rotos.
Dharta no veía a Shiyo como ese desecho, basura lastimada en torno a una víscera hueca y marchita que el mismo vampiro se sentía ser, pero le respetó lo bastante como para no comentar nada. Perfectamente consciente de las profundas roturas en el alma de Shiyo, o al menos de algunas, fue lo suficientemente elegante como para hacer que no se había dado cuenta del cambio. Quizá un amigo "normal" hubiera dicho algo a modo de alarma, expresando preocupación por que Shiyo ya no fuera más un dulce corderito... pero Dharta no era normal, ni humano, ni tampoco se ajustaba al concepto de lo que podrías llamar "amigo", claro.
Por otra parte, ambos se emplearon al máximo en recuperar el tiempo perdido durante aquellos días, y entre polvo y polvo-pues se había tratado de un lazo muy sexual el suyo, juntándose desde el principio de conocerse el hambre con las ganas de comer-,alguna conversación había llegado a filtrarse, y algunas dudas de uno y de otro habían sido resueltas.
Dharta se enteró, gracias a Shiyo, de algunas cosas importantes relativas a Esalon. Por ejemplo, de que no había rey ni gobernante en aquel lugar, aunque las leyes en cuanto a la magia que se practicaba eran dictadas por, según Shiyo, "unos tíos que son magos y se hacen llamar El Cónclave, creo".
También le habló Shiyo-aunque sin entrar en detalles, pues sobre este tema tampoco es que supiera mucho- de la intrincada red de portales que conectaba la ciudadela con infinidad de lugares y otros mundos exteriores, por eso a Esalon se la llamaba Ciudad del Nexo. Aunque algo sobre esto ya había averiguado Dharta cuando visitó la biblioteca principal, al segundo día de poner los pies allí.
Sobre ballenas voladoras Shiyo no tenía ni pajolera idea, ni remota explicación de por qué estaban allí; quizá este tío con quien vivía ahora se lo había explicado alguna vez, si es que lo sabía, pero Shiyo casi nunca le prestaba la mínima atención. Sin embargo, a lo que le interesaba sí había puesto oreja y de pasada había cazado una conversación sobre la sección prohibida de la biblioteca principal: un territorio vetado al parecer, donde se guardaban antiguos manuscritos sobre magia oscura y nigromancia, objetos malditos y libros prohibidos. Libros y objetos suprimidos de la cultura Esaloniana y encerrados bajo llave, pues la única magia ilegal allí, según el Cónclave de Adeptos, era la magia negra. Nigromancia, invocación de entes y cualquier tipo de hechizo en beneficio propio hiriendo a alguien más en el camino, prácticas como esas eran castigadas con cadena perpetua en un lugar que ni en las peores pesadillas podría uno imaginar. Nigromancia, magia oscura que combinada con ciencia y tecnología, también avanzadas en aquel lugar, podía ser letal. Magia de muerte. "Esto seguro que le vuelve loco a Dharta", había pensado Shiyo desde la ignorancia de quien oye campanas y no sabe dónde, y no se equivocaba.
Le habló a Dharta de aquello, y una noche, aproximadamente quince días después de su reencuentro,vampiro y demonio hicieron una incursión a dicha sección prohibida de la biblioteca. Sólo por explorar, claro, sin segundas intenciones. El antiguo bibliotecario, un híbrido entre humano y conejo llamado Allen, había custodiado esa puerta mejor que un león, pero mira por donde había desaparecido en extrañas circunstancias hacía meses, sin dejar rastro alguno de su paradero. Así que ahora la zona estaba más despejada, ya que el bibliotecario que había llegado nuevo-a quien algunos llamaban Mowl Mood- parecía estar siempre a lo suyo con la nariz metida en un libro, no demasiado pendiente de quién entraba o quién salía de la gran biblioteca principal.
La puerta a la sección prohibida estaba cerrada, eso sí, pero Dharta se las había apañado para conseguir una llave apropiada, probablemente robándosela a un mago. Con sólo días allí ya se había dado cuenta de que los magos de Esalon nunca utilizaban llaves "normales" para entrar en lugares restringidos. En lugar de meter la cabeza dentada de un palo por el ojo de una cerradura y girarlo, que sería el procedimiento normal para abrir una puerta, los magos de Esalon usaban una especie de talismanes o joyas que llevaban prendidas a la ropa, colgadas al cuello o incluso entre los cabellos a modo de pasador. La gente de Esalon llamaba a estas baratijas "insignias". Por lo que Dharta había alcanzado a ver, las había de varios tipos: algunas relacionadas con la Casa a la que el mago en cuestión pertenecía-lo de las Casas era otra historia de la que aún recababa información a marchas forzadas-, o con el tipo de magia practicada, o con aquello que desbloqueaban o abrían. Estas insignias eran en realidad una combinación de objeto mágico y artefacto (magia y tecnología complementándose mutuamente), algunas de ellas encerraban una especie de código intransferible para quien las llevaba, o una contraseña que desbloqueaba en cada caso ciertos cierres para su poseedor.
Dharta había acudido a la taberna con una de estas insignias en la manga aquella noche, sin más, sin dar explicación alguna de cómo la había obtenido. Se trataba de un pequeño y coqueto dije de plata, en forma de mariposa nocturna descansando con las alas extendidas, labrado en una delicada filigrana artesanal. Forzando la vista se podía leer una "Z" de tamaño diminuto en recargada escritura de bucles superpuestos, justo entre los dos rubíes engastados a ambos lados de la cabeza a modo de ojos.
--Vaya, vaya, ¿A quién pertenecías, polillita?--el demonio había reído y canturreado cuando comprobó que la insignia funcionó en la puerta; sólo pasándola sobre la superficie con un movimiento suave de la mano puso en marcha un complejo mecanismo de engranajes, y tras unos segundos de ruedas dentadas chocando la puerta se había abierto ante ellos de par en par--Lo sabemos, ¿verdad?--continuó hablándole al dije polilla en tono meloso-- pero eso ya no importa. Ahora me perteneces a mí. Eh, esto ha sido demasiado fácil, ¿no crees? me pregunto qué nos espera ahí dentro.
La sección de libros prohibidos no era una habitación grande. El techo era alto, eso sí, y lo primero que impresionaba al entrar eran las hileras de estanterías tapizando las paredes hasta él, sin desaprovechar un milímetro cúbico de espacio. En los estantes se apilaban desde libros polvorientos de diversos tamaños hasta rollos de pergamino y objetos de lo más extraño; podría pensarse que todo ello en riguroso orden, pero si se había seguido algún criterio o protocolo en la forma de guardar allí las cosas desde luego no lo parecía.
Los ojos dorados de Shiyo parecían haber llegado al límite de su apertura llenándose de todas estas cosas, sin perder detalle de cada rincón, brillando por primera vez en mucho tiempo bajo la luz de una araña de hierro cuyas velas se habían encendido solas con el mecanismo de la puerta. Estaba claro que estaban haciendo algo incorrecto al entrar allí, pero bueno, Shiyo a decir verdad se aburría mortalmente en las galerías subterráneas antes de que llegara Dharta, y lo que hacía ahora se sentía distinto, como aire fresco al abrir una ventana en un cuarto cerrado a cal y canto durante demasiado tiempo. No podía sino disfrutarlo, casi con la inocencia de un niño en un centro comercial en navidades; por muerto que se sintiera por dentro algunas veces, el pájaro que no sabía ser libre conservaba aún la pulsión de volar, aunque sólo fuera por instinto, aunque sólo fuera a ratos y haciendo algo ilegal.
--¡Oh, Dharta! mira: "Compendio de Rituales Básicos de Invocación"--citó el título de un voluminoso libro, demasiado voluminoso como para llamarse "compendio" quizá, cuyos cantos labrados en pan de oro centellearon cuando lo tomó en la mano.--"Primera parte: Centinelas"... ¿qué coño es un "centinela", si puede saberse?
El aludido alzó una ceja sin mirar a Shiyo, no le había oído tan emocionado desde el primer día que se vieron--¿Centinelas? serán guardianes de algo, digo yo.
--Ya, a esa conclusión también había llegado yo mismo, gracias.
--La ironía te sienta sexy...
Mientras el vampiro ojeaba el compendio de hechicería, Dharta por su parte exploraba la sala mirando las interminables estanterías y toqueteando aquí y allá con manos ávidas y temblorosas por el ansia. En cierto sentido el demonio lo estaba pasando mal; siempre que había más de un estímulo interesante ante él era una auténtica tortura pues deseaba ir a todo, tocarlo y probarlo todo a la vez, y ese poder él no lo tenía. La magia negra era de las pocas cosas que captaban su atención, y ahora el hambre por aquellos contenidos hacía que las manos le dolieran al pasarlas sobre los cantos de los libros, las puntas de los dedos hormigueando por algo que agarrar, el aire contenido dentro del pecho en silencioso clamor. En pleno subidón, fue a coger unas barritas de incienso o algo parecido que reposaban sobre una estantería, con intención de ponerlas bajo su nariz y aspirar su aroma, y entonces se dio cuenta de algo. Detrás de la estructura que contenía las barritas, un repiente en forma de cráneo humano al que le hubieran quitado la tapa de los sesos, había un pequeño interruptor.
--Eh, Shiyo. Mira esto...
Ni uno ni otro sabían hasta qué punto Esalon estaba llena de puertas y portales, surcada de pasadizos, aunque lo que apareció al pulsar aquel botón no era exactamente un acceso secreto, pues todo aquel que legalmente podía entrar a la sección de los libros prohibidos sabría que estaba allí. No era el caso de Dharta y Shiyo, claro, de modo que ellos sí reaccionaron con sorpresa cuando una de las estanterías comenzó a moverse a trompicones, girándose y apartándose de la pared para mostrar una puerta. Una puerta que, igual que la anterior, reaccionaría a la insignia robada por Dharta.
--Eh, ¿tienes idea de adónde lleva esto?
No, Shiyo no tenía ni idea y tampoco es que en ese momento pudiera pensar mucho; sus ojos se habían tornado vidriosos de la impresión cuando la puerta apareció, sus manos se habían vuelto de mantequilla a punto de soltar el objeto que sujetaba entre los dedos: un guardapalabras maldito que había agarrado de un estante rotulado como "Confiscado a Guren". Afortunadamente, logró darse cuenta y afianzar su agarre antes de que el recipiente se estrellara contra el suelo para romperse en mil pedazos.
--Espera, Dharta, no deberíamos...
La advertencia de Shiyo fue inconsistente, apenas un hilo de voz que ni él mismo se creyó, ni tampoco el demonio alcanzó a oír cuando ya se aventuraba detrás de esta nueva puerta. Se había dado cuenta de que no era una puerta como la anterior que daba a la sección prohibida: esta estructura detrás de las estanterías era diferente, una hoja mucho más gruesa y maciza que la anterior, hecha de algún tipo de material entre metal y piedra que tenía un brillo extraño, como puntitos diamantinos en un fondo poroso de lava reseca o antracita. Extraños símbolos, dibujos y runas delimitaban el arco, labrados en el extraño material que había empezado a irradiar una suave luz azulada y fría. Parecía como si, de alguna inexplicable manera, aquella puerta estuviera viva esperando ser abierta, llamándoles una vez había aparecido ante su vista.
En cuestión mecánica sin embargo, sí reaccionó exactamente igual que la otra al paso de la insignia: una vez más se había escuchado un golpeteo sostenido de engranajes en el interior, ruedas girando y acoplándose unas con otras, y segundos después la pesada hoja había cedido con un seco "click" y se había abierto para descubrir la más completa oscuridad al otro lado.
En lugar de encontrar un pasadizo, tal como a saber por qué hubiera esperado el demonio, éste distinguió de milagro unas escaleras que descendían a territorio más profundo al poco de abrirse paso en la oscuridad.
--Ahm, Dharta, espera.--le había alertado Shiyo no bien se las compuso para reaccionar-- Escucha, creo que recuerdo algo. Me parece que sé adónde da esta puerta...
omake guion>No estaba seguro, pero una especie de fogonazo como un flash le había venido a la cabeza al mirarla, de pronto; algo que su liberador le contó mientras señalaba una serie de zonas en un plano, algo sobre secretos en la biblioteca principal y diferentes rutas en relación con ella. Lamentablemente, la memoria de Shiyo no era la misma desde aquel "accidente" hacía años, ni siquiera cuando prestaba un poco de atención; aún así, sin embargo, recordó un dato importante. "El Salón de Alabastro", le había dicho aquel que lo liberó, ¿cuándo había sido eso? hace no mucho, en las cuevas, le parecía evocar. "Allí están los Dieciséis (...)" su liberador se refería a dieciséis dioses, ocho y ocho, y le contó más cosas sobre esa estancia que Shiyo ya no alcanzaba a recordar. Aunque sí se acordaba de una frase que este hombre dijo a continuación, mientras señalaba algo en el mapa: "este es el acceso desde la biblioteca principal, sólo los Magos del Cónclave y el catalista pueden usarlo".<
--¡Eh, Dharta!--le llamó mientras por fin se ponía en movimiento, despegando los pies del suelo para ir en pos del demonio, tratando de no elevar mucho la voz--creo que sé adónde lleva esta puerta. No sé si deberíamos seguir por aquí, podría ser peligroso...
--¿Peligroso?--había contestado Dharta desde el primer tramo de escalera--¿Tienes algo que perder, acaso?--no lo sabía a decir verdad si Shiyo tenía estrictamente "algo que perder" o no, pero sí sabía lo que el vampiro respondería sin dudarlo, desde esa rabia en continua combustión lenta que ardía en su interior.
--En realidad no.
--Imaginaba que dirías eso... venga, cuéntame, ¿dónde estamos yendo?
Los peldaños se habían tornado resbaladizos a medida que bajaban, cubiertos de musgo y verdín gracias a la humedad a esos niveles. Debían de estar muy por debajo de la tierra ahora, internándose por un camino abierto en el peñón de roca sobre el cual se asentaba el castillo. Las paredes flanqueando el pasadizo se habían vuelto de roca viva sin labrar, lo cual hacía que uno pensara en esto, sintiéndose como hormiga buceando en las entrañas de la tierra y siguiendo uno de los múltiples caminos posibles excavados dentro de ella.
Como demonio menor, Dharta no dominaba ningún tipo de magia pero sí tenía nociones básicas como para hacer que una llamita brotase de la yema de su dedo. De esta forma, con un simple toque de magia de fuego, no tuvieron que descender la larguísima escalera en total oscuridad, aunque no que a Shiyo le hubiera importado bajar a oscuras pues como vampiro vería sin problemas.
La escalera giraba y se retorcía sobre sí misma como espiral de concha de caracol; el descenso se les antojó interminable pero finalmente, tras veintenas de peldaños, al poco de pasar una especie de rellano natural llegaron a lo que parecía la entrada de una caverna. La roca se abría al final del camino en una amplia grieta, flanqueada por dos teas apagadas y, como no podía ser de otro modo, sellada a su vez por otra puerta.
--...¿crees que la insignia funcionará también en esta?--había preguntado Shiyo,el pecho desbocado como si tuviera corazón.
--Vamos a averiguarlo.
Desde luego, tras haber bajado por aquella escalera hasta el mismísimo infierno no tenía sentido irse sin intentarlo. Lógicamente, si la insignia había abierto las dos puertas anteriores, ¿por qué razón no iba a funcionar también para esta otra? Debía de ser la insignia de alguien importante, porque funcionó. De hecho, sólo podía pertenecer a un Adepto del Cónclave, pues ellos eran los únicos con permiso de entrar a la estancia donde Shiyo y Dharta estaban a punto de aventurarse. Bueno, y el catalista, pero ni Dharta ni Shiyo sabían qué coño era un catalista así que no pensaron en esto.
La insignia funcionó y la puerta se abrió, pero esta vez cruzarla tuvo consecuencias. Ya se relató antes cómo una horda de bufonegras se les echó encima nada más pasaron al otro lado, y también cómo tan desagradables criaturas cayeron de pronto muertas a sus pies, sin que ellos hicieran nada para provocarlo.
Sí, desde el principio tanto Dharta como Shiyo habían creído que estaban solos en aquel recinto subterráneo, pero de hecho no había sido así. Y no sólo por las siete musas que más tarde les observaron en el Salón de Alabastro, desde detrás de otra puerta que sólo para ellas existía.
Una vez "resuelto" el problema de las bufonegras, aunque ni Dharta ni Shiyo supieran cómo, el demonio había encendido una antorcha de las que flanqueaban la puerta y se había internado con Shiyo en lo que en Esalon es conocido como el Salón de Alabastro.
Esta gran sala subterránea es un lugar que se considera sagrado en la ciudadela. Allí es donde los Hermanos Archimagos del Cónclave se reunen para debatir cuestiones de importancia junto a su líder, o para realizar ciertos tipos de rituales, a veces reforzados por un catalista bajo rigurosa vigilancia. También desde el Salón de Alabastro se controla la flotación y la trayectoria de Esalon, pues esta estancia se encuentra a un nivel tan profundo que se asienta justo encima de un yacimiento de cuarzo iris y otros materiales necesarios para la magia de flotación: una matriz de roca y cristales imbuídos de la energía que mantiene a flote la ciudadela. En Esalon se les llama a estos cristales "magicitas"
En el Salón de Alabastro se encuentran las Ocho estatuas de los Dioses del Orden frente a las Ocho de los Dioses del Caos, y, presidiendo ambas hileras se yergue el pedestal vacío donde antaño estaba la estatua del avatar del Equilibrio. Esta estatua desapareció misteriosamente hace muchos años sin dejar rastro; se cuenta que fue robada pero nadie lo sabe con certeza. Y sí, adivinaste, el pedestal que antaño ocupaba, ahora vacío, es justo donde Dharta acaba de cagarse.
¡¡BAM!!
--¿Qué coño ha sido eso?
Aún están retumbando las paredes tras tamaño portazo que se ha escuchado desde arriba.
--Creo que ha llegado el momento que tanto ansiabas, Shiyo... hay que salir de aquí.
--Pero Dharta, ¡si vamos escaleras arriba nos cruzaremos con quien quiera que esté bajando ahora, y no hay otro camino!
--No si nos escondemos bien, confía en mí.
Después del destrozo que habían líado allí más les valía escapar como fuera, porque si les pillaban ahí dentro les iba a ir muy mal, aunque a Dharta parecía hacerle mucha gracia todo aquello. En cualquier caso tenían que huir, aunque la única dirección posible fuera la que les llevaría al encuentro de quien había entrado desde la sección restringida de la biblioteca. Pero la escalera era oscura, y Dharta recordaba ese rellano más o menos amplio que aprovechaba un repecho en la roca; si conseguían llegar allí y ponerse al abrigo de las sombras antes de que esa persona-o lo que fuese- apareciera, tal vez él o ella pasara por su lado sin percatarse de su presencia. Y bueno, para cuando descubriera el desaguisado más elefantíasico al llegar abajo y pusiera el grito en el cielo, Dharta y Shiyo ya estarían saliendo de allí.
--Escucha, Shiyo--Dharta tira de la mano del vampiro hacia la puerta por donde han entrado al salón, pegándose a él para hablarle en susurros mientras camina a grandes zancadas--si ha entrado alguien dando un portazo, significa que sea quien sea quiere que sepamos que está aquí. De lo contrario no haría ruido como un farfullero en una cacharrería, ¿verdad?
El farfullero es un tierno animalito-ironicamente hablando-, una alimaña como bola de pelo con dientes que ha asolado Esalon en plagas más de una vez, llamado así por mascullar constantemente lo que parecen incoherencias o risitas sin sentido para comunicarse con sus congéneres ("uyuyuuiii, miramira, ¿comida? YAY YAY ,¡¡COMIDA!!). Son famosos por ser groseros, malolientes y ruidosos, aparte de un saco sin fondo en lo tocante a comer, pero esto ya es otra historia.
Volviendo a Dharta, ha colocado una mano en el hombro de Shiyo, dedos largos terminados en uñas lacadas en negro; le mira a los ojos sin dejar de andar y sonríe. Sí, tal vez podrían pillarles, pero parece como si todo esto fuera un juego de niños para él. Una aventura, como mucho, adrenalina y el " a ver qué pasa ahora" por salir de la monotonía y tal.
--Bueno, aunque pensándolo bien--continuó-- puede ser que quien ha entrado no sepa que estamos aquí y haya liado ese estruendo sin querer...--eso también era cierto, no porque hubiera intrusos allí tendría que saberlo quien entraba, quizá era alguien que estaba allí por casualidad aunque hubiera cerrado de golpe--¿un chicle?--ofrece, enfilando ya escaleras arriba aún sin soltar al vampiro, sacando del bolsillo un paquetito sobeteado con la otra mano: chicle de fresa ácida, a su pesar era jodidamente adicto a esa mierda humana desde tiempos inmemoriales.
Sólo a Dharta se le ocurriría ofrecerle un chicle a alguien en una tesitura como aquella, mientras huían del mismo infierno sabiendo que podían terminar con sus huesos en la cárcel. Shiyo le mira con reproche ya comenzando a subir la escalera, siguiéndole el ritmo aunque bastante molesto por aquel giro de acontecimientos. Sin embargo, no se puede negar que por otro lado la adrenalina siempre es bienvenida, casi como una droga, y aunque Shiyo se muere por salir de esa cámara subterránea a toda costa, prefiere estar allí a andar como gato cauteloso y asustadizo por la oscuridad que ya conoce. Resulta paradójico, pero por toda esa mierda de sentirse más vivo, prefiere con mucho caminar al límite, aunque se queje.
--No aguanto el sabor--responde, refiriéndose a la goma de mascar. Cuando era humano, Shiyo adoraba la comida, pero su sentido del gusto había cambiado gracias a su Sire, el vampiro que le convirtió en lo que ahora es. Otra razón para guardarle resentimiento.-- Hmp.... ¿y que piensas hacer? ¿que nos quedemos aqui en silencio hasta que averiguemos si sabe o no que estamos aqui? -prestaba atencion a los sonidos, y ahora no veia a Dharta, sino que volteaba hacia los lados; si habia alguien ahi cerca, deberia poder verle, olerle, o siquiera escucharle. Esperaba que no fuera algo dificil de matar, no estaba de humor para matar a nadie--pues se dara cuenta de que alguien entró en cuanto vea tu linda mierda ahi donde falta la estatua --se tiene que aguantar una carcajada, seria lindo verle la cara a quien tuviera el placer de descubrir aquello.
Ya han llegado al rellano y ahora se abrazan en la oscuridad, elemento en el que Shiyo puede ver perfectamente, no así el demonio.
--haajaja...--Dharta ríe impunemente sin poder evitarlo, aunque ha tenido la delicadeza de taparse la boca porque si no de poco valdría el silencio que tanto estaban esforzándose en guardar--ay, sí. La mierda. Seguro que son tan gilipollas que la limpian antes de coger una muestra de ADN para saber de quién es...--en Esalon tenían tecnología para hacer eso y más, o al menos para saber de qué criatura era el adn contenido en una mierda, pero a Dharta no parece le importe demasiado. Lo que sí le escama un poco, hasta el punto que la curiosidad amenaza con traicionarle e impulsarle directamente a ir a investigar, es el hombre-o la mujer, o el ser- que podría haber ahora al otro lado de la pesada puerta de la sección prohibida, unos metros por encima de sus cabezas al inicio de la escalera de caracol. O tal vez ya había empezado a bajar. El demonio entorna los ojos y olisquea el aire--Oh, ¿hueles eso?--tras un aleteo de sus fosas nasales arruga la nariz con cierto desdén--tela vieja. Y ...¿trazas de laca?--oh, ¿de verdad estaba oliendo esa substancia repugnante? desde luego, algunos en Esalon tenían cabeza sólo para que les quedara bonito el peinado...--¿quién demonios se pone TANTA laca aquí?
Quizá si Shiyo fuese mas conocedor de Esalon podría en este momento tener alguna pista sobre quién olería así, pero a duras penas se detiene a conocer algo, y cuando folla con tíos-lo más cercano que hace a relacionarse con otras personas- esta demasiado ebrio como para darse cuenta de ese tipo de detalles. ¿Un cierto olor en especial? Mannon, si normalmente ni siquiera sabe cómo se llama él mismo entre vaharadas de alcohol y vómito.
--Yo qué sé, algun tio metrosexual...-susurra, moviendo la cabeza para ver en la oscuridad; tela vieja, y mucha laca, mientras no les pueda detectar, todo estará bien.
--Calladito estás más guapo, Zoltan. Deberías ser más discreto en lo que haces o de lo contrario el viejo se dará cuenta...
El silencio que envuelve a Dharta y a Shiyo ha sido roto de pronto por una voz afilada que suena asombrosamente cerca, justo encima de sus cabezas, a medida que su dueño va bajando la escalera. El demonio cierra los ojos, oh, vaya... resulta que no es uno sino DOS los que bajan, venían parloteando entre ellos, muy traquilamente en apariencia.
--El viejo no se daría cuenta de nada ni aunque le pusieran una bomba en la nariz--rezonga otra voz, esta ligeramente aflautada, también porque su dueño la imposta un poco al hablar--estamos de suerte con él, está distraído ahora buscando a su puta. Me preocupan más otros.
--Oooh, mira...--Dharta se inclina hacia Shiyo en la oscuridad para hablarle al oído--¡Zoltan! a ese lo conozco, vaya hijoputa--conocerle no, pero sí había oído hablar de él, sabía quién era: uno de esos magos pijos a quienes Shiyo había denominado "Adeptos", cuyo nombre acertaba a estar en la boca de muchos lugareños, no exactamente por razones positivas-- ¿y quién coño es el otro?
La otra figura que huele a ropa vieja, la que ha hablado primero, ni idea de quién podría ser. Desde donde están, ni Dharta ni Shiyo pueden ver a ninguna de las dos personas que bajan. Éstas siguen hablando mientras descienden por la escalera, ya casi llegando a la altura donde ellos se esconden; al girar el recodo en el rellano entonces Dharta y Shiyo SÍ los verían desde su escondrijo en la oscuridad. Parece que ninguno de aquellos dos que conversan se ha dado cuenta de que han entrado extraños al Salón de Alabastro después de todo.
--El cabrón del Antimundo, el gemelo del viejo, ese sí es canela fina...--comenta el llamado Zoltan. Aunque no hay manera de que Dharta o Shiyo puedan saber ni siquiera qué es el Antimundo, o quién demonios es el viejo del que hablan cuyo gemelo era temible--ese me preocupa más. Casi tanto como tu propio gemelo, amigo mío.
--Aahhh,shh, Shiyo, joder...--Dharta jadea entre risas y susurra improperios cuando es lanzado contra la pared; Shiyo le ha empujado contra el muro interior del repecho al detectar que los otros dos se acercan, los cabrones están a punto de pasar por delante de ellos ahora. El demonio no estaba prestando realmente atención a la conversación de esas dos personas, pero tenía entendido que la idea era no ser descubiertos y su compañero casi acaba de hacerle gritar--ven aquí...
Todo esto de transgredir y blasfemar de tan terrible manera porque sí, junto con la realidad de estar escondidos ahora sabiendo que otros presenciarán el desastre en cuestión de minutos (cuando lleguen abajo y vean la escena del crimen), está terminando por encender a Dharta. Tener a Shiyo tan cerca tampoco ayuda; vuelve a jadear, le agarra por la cintura atrayéndole aún más hacia sí y le lame la oreja--Te echaba de menos...--sisea en su oído y vuelve a pasar a continuación la lengua negra, ahora caracoleando más abajo,sobre el carnoso lóbulo--no te me pegues si no quieres guerra... porque yo quiero.
Así sin más, por impulso, es como este demonio está acostumbrado a funcionar; como ves no le detiene pensar que le pueden decir que no (le da lo mismo), ni considerar que este quizá no es el mejor lugar ni el mejor momento para meterle mano a alguien, justo cuando un Adepto del Cónclave acompañado de un extraño se disponía a pasar por delante de sus narices. Bueno, si eso era un impedimento para Shiyo entonces con salir de allí corriendo estaba arreglado, ¿no? sólo con esperar un poco, los otros dos hombres- el que olía a laca y el de la ropa vieja- ya irían de camino más abajo así que ellos podrían salir sin ser vistos entonces, si no armaban mucho escándalo.
--¡¡¡DENTRODEN!!!!
De repente, un grito se escucha desde abajo, alto y claro, es una especie de grito de guerra, pero es la voz de un niño lo que se estrella ahora en las paredes, haciendo eco hasta estremecerlas.
¿Qué coño fue eso?¿había un niño ahí abajo?
Dharta no esperaba oir algo como eso pero la sorpresa no le ha hecho soltar a Shiyo, a quien ahora aprieta entre su propio cuerpo y la pared,medio volteándose, hundiendo la angulosa barbilla en su cuello--¿qué diablos fue eso?...
Entre tanto, abajo en el salón de Alabastro unos seres sin memoria cruzan a todo correr.
--¡Iver! vamos, pégate a la pared, ¡yo te cubro!
--No vamos de misión militar, Yinn...--desplazándose con parsimonia, la Segunda termina por darle gusto a su hermana oscura, si acaso con tal de no oírla.
--Oh, estamos en ...¿un salón de baile? ¡Qué bonito!--se maravilla Owri, aunque su gozo dura poco hasta que sus ojos chocan con la mierda que Dharta dejó en el pedestal.--¡Ay! ¡pero qué es eso! ¡qué horror!
--Por favor, qué puto asco, qué cojones hacemos aquí...--masculla Yinn entre dientes, nubecitas de humo gris han empezado a salir de sus orejas--siento vergüenza de los humanos ahora mismo, qué horror.--Yinn no es humano, pero su padre sí, a eso se refiere con "vergüenza".
--Hm, ¿y quién te dice que fue un humano el que hizo eso?--farfulla Essel, quien camina con cautela justo detrás, tratando de no acercarse mucho a Uxu.
--Tienes razón, igual fue un dinosaurio o algo así.
--¿Adónde vamos?--inquiere Owri con un hilo de voz lastimera, pegándose a Aru de Kira--Aru, m-me estoy asustando...
--Oh, cálmate, cariño, las musas no podemos tener miedo, sólo es tu sensación.
--Ya,...pero...
--Mira, sólo hay un camino para salir de aquí, por esa otra puerta de ahí tiene que ser--Aru señaló en línea recta mientras con el otro brazo mantenía a Owri apretada contra sí, tratando de apaciguarla. Se refiere a la misma puerta por la que salieron Dharta y Shiyo en dirección a las escaleras, aunque eso no puede recordarlo.
--Is,is, hia, esa reputa--entre tanto, Alderik va aparentemente a su bola parloteando por los codos, recreándose en cada detalle que observa en el salón y ligeramente apartada del resto. Al pasar junto a la mierda de Dharta se detiene y se queda contemplando el monolito fijamente.
--Vamos Derik, no mires esa guarrada...--Yinn tira de la manga de su hermana para alejarla de allí, sin darse cuenta de que lo que atrae la atención de la musa del Cambio no es la mierda, sino el pedestal.
Aquella no era la primera vez que se veían, claro que no. Dharta y Shiyo se habían conocido mucho antes de llegar Esalon, hace años, en otro lugar. Entre los esalonios se dice que "de un modo u otro, todo termina en la Ciudad del Nexo", y de alguna manera para Dharta y para Shiyo ha sucedido así, aunque cierto es que ninguno de ellos esperaba volver a encontrarse con el otro después de tanto tiempo sin haber tenido la mínima noticia. Ya fuera por coincidencia o por razones no del todo accidentales, así había sido, sin embargo. Y se podría decir que volver a verse había sido una alegría para ambos, aunque no que ellos alguna vez hubieran llegado a ser lo que comunmente llamaríamos "amigos", no al menos en el sentido convencional de la palabra. En realidad no les dio tiempo.
Las circunstancias en las que Dharta el demonio y Shiyo el vampiro se habían conocido años atrás habían sido muy especiales, cruciales para definir el camino posterior que tomaría su relación. Camino que desembocó en la nada, o más bien en un mal lugar, cuando Shiyo tuvo un horrible momento kamikaze una noche y se lanzó por la ventana, dando con sus preciosos huesos en el pavimento desde la altura de un noveno piso.
Después de aquello, Shiyo había estado en coma durante mucho tiempo, y Dharta había tenido otros problemas que tiraron de él en sentido opuesto haciendo que sus caminos se separasen. Dharta pensó entonces que no volvería a ver a Shiyo con vida, o más concretamente con vida cerebral, pues difícil sería que uno conservara intacta la capacidad de pensar después de escacharse el cráneo contra el suelo desde tal altura, nueve pisos nada menos. Le entristeció, porque era cierto que le hubiera gustado conocer más a ese extraño sujeto que había sido Shiyo para él; durante el poco tiempo que pasaron juntos le había tomado cariño e incluso algo de apego, pero bueno, terminó asumiendo lo que pasó y siguió mal que bien adelante con su vida. Por todo esto, ese día-el día que volvió a verle en la taberna de la Ciudad del Nexo después de tantos años-, Dharta tuvo que pellizcarse el brazo y parpadear varias veces para asegurarse de que su mente no le estaba jugando una mala pasada.
Pero empecemos por el principio, ¿cómo llegó Dharta a la ciudadela flotante?
La suerte- el azar - es una compañera esquiva cuando se la persigue, y sin embargo hay seres que, sin buscarla y sin pretender nada, la tienen siempre a su favor o eso es lo que parece. "No se da cuenta de la suerte que tiene", se suele decir; bueno, esta frase perfectamente podía ser aplicada a Dharta, de cabo a rabo en lo que ha sido su vida hasta ahora.
El demonio había llegado a la Ciudad del Nexo de pura chiripa, a través de un portal que se había "abierto" por accidente mientras él "jugaba" en la biblioteca de Lamtra, un viejo amigo suyo que por ironías del destino acontecía a ser otro vampiro, aunque este de una subespecie un tanto rarita.
Dharta ni siquiera había estado investigando; a decir verdad, lo último que imaginaba era que una anomalía espacio-temporal fuera a ocurrir cuando recitó en voz alta las palabras de aquel libro polvoriento que había encontrado, escrito en una lengua arcaica y desconocida:
"Talaxum Tinei Talasso,
Delaire Esalon, Delagua Esalon, Layama Esalon, Larena Esalon, erinksan ming, dunybel no Kaotasmos versil"
Al decir aquellas palabras, toda la estancia se había iluminado de pronto con una luz blanca y pulsante cuya intensidad había ido creciendo hasta tornarse agresiva, obligando al demonio a cerrar los ojos. Aunque a Dharta le bastó con levantar su tercer par de párpados translúcido para protegerse y, de esa manera, logró no apartar la vista del deslumbrante resplandor para ver lo que había más allá de esa superficie ondulante, casi transparente, que se abría ante él. Lo que vio al otro lado de aquella frágil barrera le sobrecogió y le hizo retroceder en un primer momento por puro instinto, pues aquello que sin previo aviso pasó por delante de sus narices en ese instante, cruzando el aire al otro lado del portal, como un gigantesco tren entre las nubes a velocidad crucero, fue una inmensa ballena. Un ejemplar adulto, cuyo lomo de un llamativo color rojo reflejaba la luz del sol poniente, surcando el cielo dorado con la misma parsimonia con la que nadaría en el mar.
Incapaz de refrenar su curiosidad y aún anonadado, el demonio se había acercado más a la brecha refulgente entre mundos, siguiendo la trayectoria de la ballena con los ojos. Casi tocando aquellas volutas de tejido irisado ante él alcanzó a ver una especie de islote flotando al otro lado, a lo lejos, y sobre éste, un castillo. O unas murallas. Desde tal distancia era imposible distinguirlo.
Sin dudarlo, sin la más mínima dilación, Dharta había cruzado la anomalía espacio-tiempo. Nunca había hecho un viaje de este tipo, aunque había leído mil patrañas sobre el tema, pero desde luego nada de lo que leyó se parecía ni remotamente a la experiencia real que vivió en ese momento.
Dharta había leído sobre anomalías antes, por eso no tenía duda de que eso era exactamente lo que se había abierto en la biblioteca de Lamtra y lo que tenía ante sus ojos. No es que hubiera estudiado el tema a conciencia, pero no negaría que era interesante, y las detalladas descripciones sobre lo que ocurría a nivel físico al cruzar un portal habían quedado grabadas sin remedio en su memoria. Aunque bien es verdad que su única referencia al respecto habían sido aquellos textos, pues no conocía a nadie que hubiera pasado por ello en carne propia y hubiera vuelto para contarlo.
Según la explicación científica en los libros, la materia viva se descomponía literalmente a nivel atómico al cruzar un portal, para luego volver a juntarse al otro lado, todo ello en lo que duraba aproximadamente un parpadeo; vale que uno tuviera potra en la vida, pero visto así el asunto resultaba escalofriante y le hacía a uno plantearse las posibilidades reales de que algo como aquello pudiera salir bien. Una persona normal se lo plantearía al menos, claro, pero estamos hablando de Dharta. Para colmo, había leído también sobre sacudidas gástricas, ataques de vértigo, dolores de cabeza y otros desagradables síntomas que ocurrían durante y después de cruzar un portal, pero ni siquiera eso le detuvo a la hora de hacerlo. Y, en realidad, cuando Dharta cruzó la anomalía no sintió nada de todo lo anteriormente mencionado.
Ni tirón en la boca del estómago, ni sensación de estar cayendo, ni el mundo volteándose y girando alrededor...
Simplemente, más luz. Y la acuciante, creciente conciencia de riesgo que tanto amaba, aunque esa ya era vieja conocida para él, pues funcionar a golpes de adrenalina no era exactamente una novedad.
Una vez al otro lado de la superficie ondulante, pies sobre un saliente de tierra firme y la biblioteca de Lamtra desdibujándose a su espalda, el demonio pudo ver un puente desplegándose a sus pies. Un puente colgante hecho de amplios travesaños de madera sujetos con cuerdas, que se extendía hasta ese castillo en el islote flotante a lo lejos. Todo había tenido la consistencia irreal de los sueños: el puente no estaba allí, sino que apareció cuando él cruzó el portal; uno podría pensar que no habría de fiarse, que la estructura sería inestable y, sin embargo, ésta aguantó el peso del demonio sin un sólo balanceo en cada tramo del recorrido hasta que él llegó por fin al otro lado. Incluso se podría decir que Dharta se tomó su tiempo para cruzar, maravillándose con las ballenas que pasaban sobre su cabeza entre jirones de nubes, siluetas oscuras contra el dorado del cielo que ya comenzaba a palidecer en naranja, rosa y violeta a la caída del sol. Vio brillar las primeras estrellas de aquella noche justo cuando llegó al final del puente, a punto de poner los pies en ese nuevo mundo al que jamás había planeado llegar; un lugar que estaba en los libros al parecer, como acababa de constatar, pero del que Dharta jamás había oído hablar a nadie.
El puente desapareció a espaldas de Dharta una vez éste hubo llegado a su destino. Presumiblemente, la brecha entre mundos que se había abierto en la biblioteca de Lamtra se cerraría también en ese mismo momento, o no, pero en cualquier caso sin puente ya no había manera de volver atrás. Así que Dharta, sin asomo de miedo, se preparó para pasar una buena temporada en aquel recinto amurallado. Si un destino irrelevante le ponía en bandeja aquel nuevo mundo como por tontería, él haría de su parte lo único que sabía hacer y para lo cual vivía: divertirse y alimentarse.
Investigó un poco una vez allí, en honor a la verdad, pues aunque parezca que nada le importa lo que ocurre es que sólo le importa lo que le interesa. Siempre tiene curiosidad por el lugar donde está en cada momento, aunque sólo sea por propia seguridad, para poder adaptarse como camaleón a los colores del medio externo y así pasar desapercibido. No tardó en descubrir que tras las murallas de aquella ciudadela había todo tipo de seres viviendo en aparente armonía, sin importar orígenes, especie, ideología, género o color, ¿se trataba de una especie de punto de encuentro multicultural, aquella fortificación flotante? Dharta no lo sabía, pero era un alivio pensar que al menos no tendría que fingir que no era un demonio allí dentro.
El primer día de su llegada, Dharta lo pasó bordeando desde dentro un lecho selvático que rodeaba a la fortificación como un cordón protector. Poco después se enteraría de que aquellos "jardines" salvajes eran conocidos como la Muralla Viva de Esalon, una barrera de flora y fauna que defendía a la ciudadela del exterior. No que uno pudiera percibir la biodiversidad de la muralla viva sólo con pasar cerca, ya que la mayoría de especies que habitaban en ella eran extremadamente silenciosas y cautas, observadores natos que si acaso salían de noche para cazar. Pero, de hecho, había desde pequeñas alimañas hasta grandes saurios con alas viviendo en la trama selvática en torno a la ciudadela, y se rumoreaba que también espíritus protectores del tamaño de una luciérnaga que sólo unos pocos elegidos podrían ver, llamados "pájaros de humo". Aunque, una vez más, no que Dharta pudiera ser consciente de nada de esto.
Al pasar por allí, el demonio había tenido que esquivar alguna patrulla de guardianes que portaban estandartes con un extraño símbolo. Se trataba de la guardia especial que custodiaba la Muralla Viva, en su mayoría compuesta por elfos y semi-elfos expertos en el entrenamiento de criaturas en cautividad, aunque esto tampoco había forma de que el demonio lo supiera. Sobre todo tuvo que extremar la precaución al acercarse a cierta estructura elevada en un claro: una inmensa rampa circundada por un aro aún más grande rozando las nubes, que resultó ser un "aeropuerto", terminal o pista de aterrizaje para estos cetáceos voladores que vio al principio. Había muchas más ballenas sobrevolando aquella zona, juntas en pequeños grupos o en solitario; también se veían de cuando en cuando manta-rayas voladoras, que al parecer eran una especie de escolta o transporte VIP para algunas personas yendo y viniendo de la ciudadela. Vaya sitio.
El segundo día, Dharta se había atrevido a alejarse de la Muralla Viva hacia el interior del recinto fortificado. Visitó la plaza del mercado entre las cuatro torres idénticas en tamaño, y todos los lugares públicos que pudo: bibliotecas, arena de entrenamiento, algunas tiendas donde ofrecían manjares exóticos de múltiples y dispares procedencias, y más zonas comunes que, según él, tampoco eran gran cosa. No había ninguna casa constitorial, torre del homenaje o ayuntamiento, y para su sorpresa tampoco había un solo burdel por allí, o al menos no a la vista. Qué cosa tan rara. Tal vez los burdeles estarían agrupados en algún ghetto o zona marginal, no que uno se pudiera recorrer cada rincón de la ciudadela en dos días tampoco, claro. Por otra parte, Dharta fijó en su mente aquellos lugares para cuya entrada se exigía algún tipo de acreditación o tenían acceso restringido, con intención de ir pensando con calma cómo introducirse en cada uno de los que más le interesaban sin tener que consignar su identidad. Como se puede ver, lo suyo no fue nunca seguir las normas, y allí-como en cada nuevo sitio al que llegaba- él no era nadie; investigar estaba bien siempre y cuando no implicara darse uno a conocer, y Dharta quería seguir siendo nadie en Esalon por tanto tiempo como fuera posible. Yo diría que aún lo es.
El tercer día, queriendo mezclarse un poco más con la "salsa" que se cocía en el lugar, Dharta consiguió un alojamiento en los pisos superiores de la taberna, que era al mismo tiempo la posada de referencia en la ciudadela. Y fue allí, esa noche del tercer día, cuando el demonio se había encontrado con Shiyo por primera vez después de tantos años.
Al primer vistazo ya le reconoció. Casi se atraganta con el chocafuegos que estaba a punto de echarse al coleto de un sólo trago; la impresión fue como un mazazo entre los ojos y sin embargo el demonio se resistió a creer lo que veía, pensando que probablemente se trataba de alguien muy parecido a Shiyo o de una alucinación que, a saber por qué, venía a aparecerse ahora desde algún rincón oscuro de su mente. Aunque para tratarse de esto último, no que el demonio hubiera bebido o consumido nada tóxico aún , quitando lo que acaba casi de escupir en aspersión. No, lo rechazó al instante, no podía tratarse del Shiyo de verdad, ¿qué coño pintaba Shiyo en aquel lugar de locos donde las ballenas volaban, y cómo diablos había llegado allí? Aunque pensandolo bien, lo mismo podría decir Dharta de sí mismo.
Sin poder evitarlo, el demonio se había ido acercando más al peliplata pensando en todo esto, ojos afilados fijos en él; el otro no acertaba a estar muy lejos, coqueteaba ahí mismo con unos cinco o seis tíos cerca de la barra o eso es lo que parecía que estaba haciendo. Dharta pudo ver entonces esa cara aún desde más cerca... y también esos ojos, inconfundibles ojos dorados que ya no dejaron espacio a la más mínima duda.
--¿Shiyo?
Se dio cuenta de que igual le interrumpía la fiestecita con aquellos tipos, pues el vampiro parecía justo a punto de desnudarse delante de ellos y ponerse a bailar a lo stripper en ese mismo momento. Eso por no mencionar que su piel y su ropa olían notablemente a alcohol... y a sexo, sangre y semen, si a Dharta no le engañaban sus agudos sentidos de demonio. Pero bueno, al cuerno, sea como fuera tenía que saludarle por lo menos, ¿cómo no hacerlo?
--Shiyo...¿eres tú?
Los ojos del peliplata, aquellos ojos dorados que Dharta había visto empañarse más de una vez y antaño le habían removido por dentro, se abrieron desmesuradamente al verlo y su mirada errática pareció centrarse de pronto, quedando fija en el demonio.
--...¿Dharta...?-- La ebriedad que había distorsionado su sonrisa momentos antes desapareció de golpe, como si hubiera sido fingida y Shiyo se hiciera pasar por ebrio con aquellos tíos por alguna razón. Desde luego no parecía estar tan borracho ahora, ahí clavado en el suelo y casi boquiabierto como si hubiera visto un fantasma--¡Dharta!
--¡Shiyo! Oh, diablos, ¡Shiyo! ¡Eres tú!
El demonio fue quien reaccionó primero, adelantándose y rodeando los enjutos hombros del vampiro con un brazo para atraerle hacia sí y estrecharle contra su cuerpo. Ni mucho menos Dharta era alguien de naturaleza afectiva, ni lo era entonces ni ahora lo es; te puedes imaginar que no es de los que van dando abrazos y repartiendo flores por la calle, nada de eso, pero Shiyo era Shiyo, y de la misma manera que le dijo "¡Eres tú!" con alborozo, podría haber exclamado "¡Estás vivo!" igualmente. Si le creía muerto, si durante todos estos años le había creído muerto, cómo coño no le iba a abrazar. Para bien o para mal y aunque no lo admitiera, el demonio había pensado en el peliplata muchas veces.
--Dharta...
Si Dharta no tiene por norma dar abrazos por ahí, Shiyo por su parte es de los que odia que le toquen a lo random. No lo soporta, y más si implica la franca invasión de su espacio sin avisar; ciertamente a Dharta se le hizo raro verle así, coqueteando tan cerca de esos tíos que podrían en cualquier momento echarle la mano encima, aunque no que se lo fuera a comentar. Había pasado mucho tiempo, la gente cambia, ¿no? En cuaquier caso, cómo le hace sentir a uno el contacto depende de quién viene el toque, y cambiado o no, si en esta ocasión el vampiró no luchó por liberarse del abrazo de Dharta fue por algo.
No es que estos dos hubieran sido uña y carne por siglos en el pasado, qué va. Como ya se dijo antes, se habían visto bastante poco en términos de tiempo, pero en aquellos días Shiyo acertaba a pasar por una de las etapas más duras de su no-vida, y quizá por eso ellos habían terminado teniendo esa intensa, profunda y extraña comunicación que sólo aflora cuando las personas están al límite. Ese tipo de comunicación que uno podría tener, por qué no, con un completo desconocido en el lugar más inesperado, a golpes o a gritos, y no habría nada absurdo ni sinsentido alguno en ello.
Shiyo acababa de ser abandonado por su Sire entonces-el vampiro que le convirtió, su "padre" a efectos de sangre-, estaba esperándole cuando conoció a Dharta, esperándole como Penélope a un Ulises que nunca volvió. Si en aquel tiempo, cuando no había nada a lo que agarrarse, Shiyo se había dejado abrazar por el demonio, ¿por qué razón no iba a hacerlo años después?
Internamente, tan internamente que le costaría admitirlo, Shiyo sabe que Dharta conoce algunos secretos suyos que él mismo considera "debilidades". Secretos como llaves que abren puertas, pues él mismo no pudo evitar mostrarle cómo se sentía en sus peores momentos años atrás, y eso hace que ahora se sienta como si en ciertas situaciones no les hiciera falta hablar, a pesar de todo el tiempo transcurrido. No llegó a decir "me alegro de verte" cuando se dejó abrazar por Dharta en la taberna, pero en realidad no hacía falta y se notaba que en parte así lo sentía, que tenerle cerca "otra vez" era un alivio. En aquel lugar al que Shiyo había sido pateado de forma tan hostil, esa maldita Ciudad del Nexo a la que de tan infortunada manera había llegado, sería imposible para él no sentir algo muy parecido a la alegría cuando vio a Dharta. Un rostro conocido al fin y al cabo, el de alguien a quien hubiera podido llamar raramente "amigo" en otro tiempo, eso aliviaba aunque también le trajese algún recuerdo punzante como esquirla de metal. Dejando aparte que Dharta era, con mucho, de las últimas personas que Shiyo esperaría encontrarse precisamente allí. De haber creído en algún dios, Shiyo hubiera pensado que se trataba de un milagro... o de algún tipo de castigo divino.
--Shiyo, demonios, ¿qué haces tú aquí...?--Dharta se había echado a reír al verlo, sin poder disimular su pasmo--¿cómo coño...?
--Espera, espera. Aquí no...--el chico de cabellos de plata echó una rápida ojeada a su alrededor y luego le lanzó una mirada significativa al demonio, señalando un área en sombras dentro de la taberna: una mesa solitaria detrás de una columna, alejada del grupo de hombres que hacía tan sólo segundos le habían jaleado para que se hiciera un bailecito.--Lo siento, chicos, hoy no hay fiesta--gruñó abriéndose paso entre ellos, sin que le temblara un ápice la voz. La mirada dulce como miel y la conducta seductiva de putita on fire habían terminado para el resto de horas de oscuridad, o eso parecía.
Shiyo trastabillaba un poco al andar, estaba claro que algo alcoholizado iba, o al menos Dharta se daba cuenta de que sobrio del todo no estaba, pero esa conducta expansiva de beodo que arrastra las palabras había sido un cuento. "¿Para qué?" no pudo sino pensar el demonio, ¿qué diablos querría Shiyo?, ¿qué pretendía, seducir a esos tíos y luego alimentarse de ellos allí mismo, en la taberna, como parte de algún tipo de grotesco espectáculo?...¿o sería por dinero? Sin tener ocasión de preguntárselo en voz alta, se limitó a seguirle hasta el reservado tras la columna.
La cohorte de hombres que había gozado de la compañía del vampiro ahora reaccionaba con ira y protestas, como si su puta se les hubiera ido de las manos sin dejarse follar y después de haberle pagado. Tal vez había sido así, quién sabe, pero en cualquier caso Shiyo tampoco tuvo que hacer aspavientos para quitárselos de encima: un repentino quiebro no exento de agresividad, la insinuación de un colmillo levantando el labio superior unos milímetros y woilà, bye-bye chicarrones, si es que apreciáis en algo vuestra sangre. "No tocaré a nadie, pero si me tocan me defenderé", estaba escrito en la última mirada furibunda que lanzó a los babosos, justo antes de volverse y seguir su camino.
Una vez al abrigo de la columna de piedra, Dharta y Shiyo tomaron asiento y, casi sin darse cuenta, hablaron durante horas. Aunque las preguntas como "qué te pasó?" o "¿cuándo saliste del coma?" fueron esquivadas habilmente por Shiyo, quien era ya un experto en evasiones de emergencia.
--¿Sabes lo que son las Ferias de Ganado en este sitio?--fue lo primero que había preguntado el peliplata en un hilo de voz, como temeroso de que las paredes alrededor de ellos tuvieran oídos. De hecho así era, o eso es lo que una y otra vez le repetía el plasta de tío con quien vivía ahora... tema escabroso lo de la pesadez del tipo aquel, pero al menos en esto su insistencía había calado algo: dentro de aquellos muros podía ser peligroso hablar de según que cosas y Shiyo lo sabía, aunque desconocía por qué, o quién o qué podía estar vigilando.
--...No, me temo que no tengo ni idea...
--Se supone que son ilegales, pero todo el mundo sabe que se celebran de manera clandestina en ciertos lugares--contestó el vampiro, acercándose al otro para susurrar aún más bajo-- Trata de esclavos, humanos y otras criaturas, para subastarlas, prostituirlas, comerlas o venderlas, eso hacen en las Ferias de Ganado.
Shiyo le contó al demonio entonces cómo había llegado a Esalon. Le había traído un traficante de esclavos conocido como Dvorak, de cuyas garras le había liberado otro tipo- el pesado recalcitrante mencionado anteriormente-, justo en uno de aquellos mercados ilegales donde Shiyo había sido expuesto en una jaula.
--Increíble. Te trajo un traficante y te liberó... ¿un policía?--no era fácil sorprender a Dharta, pero el demonio no había tenido por menos de quedarse alucinado con el relato del vampiro. Una vez más quedaba constatado que la mala suerte parecía acompañar a Shiyo adonde quiera que éste fuera, de forma insidiosa y tenaz, sin darle un respiro.
--Oh, no--casi se rió Shiyo con esta, por primera vez en meses-- No, no, un policía no, qué va...
Se habían quedado hablando hasta altas horas de la madrugada, uno y otro escuchando y relatando lo que habían sido sus vidas hasta el momento presente, aunque por naturaleza Shiyo era mucho más reservado que Dharta. Apenas minutos antes de que despuntara el alba se habían despedido en el amplio y ya solitario vestíbulo, Dharta para enfilar escaleras arriba hacia su habitación mientras que Shiyo se largó apresuradamente de la taberna, tomando rumbo hacia un lugar subterráneo donde pasaba las horas de luz junto a aquel que le había sacado de la jaula.
Los días que siguieron fueron intensos para demonio y vampiro, alma de íncubo y alma sedienta sin fondo respectivamente. Dharta sabía que, aparte de estar marcado físicamente, Shiyo acumulaba innumerables cicatrices psíquicas-quizá también alguna herida abierta-, y que le daban brotes auto-destructivos de vez en cuando, pero aún así, el Shiyo que conoció hacía tanto tiempo era July Andrews en "Sonrisas y Lágrimas" comparado con el que había encontrado en Esalon años después. Si Dharta había conocido a un Shiyo rasgado por dentro entonces, abandonado y desarraigado, ahora podía comprobar que el peliplata estaba mucho peor en este aspecto, mucho más roto aunque desde fuera parecía más "duro". Duro como costra de barro resquebrajado que ni bajo la lluvia se ablanda, frío como la superficie de un espejo roto; tan duro y tan frío que si no le habías conocido antes te parecería que siempre había sido así, un hijoputa como cualquier otro. Ni rastro quedaba de la sensible y apocada criatura a la que Dharta había leido fragmentos de J.D Salinger por las noches, aunque una especie de hambre terrible y de algún modo lastimera seguía presente en sus ojos dorados. Sin embargo, lo único que un extraño vería en esos ojos ahora sería justo el reverso de la verdad: sólo miedo, odio, resentimiento y rabia.
Al demonio le bastaron unas horas para darse cuenta de que la candidez del peliplata se había ido, y para comprender-sin llegar a traumatizarse por ello- que Shiyo ya probablemente jamás volvería a ser el de antes. Tal vez había llegado a esa orilla donde cambia el viento, se pierde el norte y lo único que tiene sentido, lo único que le hace a uno sentirse vivo, conectar consigo mismo y no volverse loco, es el dolor. La vida (o la no-vida en el caso de Shiyo) se convierte entonces en una oscilación contínua entre el dolor y la insensibilidad, entre el vacío y la carcajada rota(cínica, dolorosa), todo para sortear la más profunda tristeza que hace al alma estremecer y querer morir. Morir de amor, morir de odio, a efectos de muerte era lo mismo porque la gracia de todo esto es que Shiyo, como vampiro, no podía morir. Así que "morir de amor", o "morir de odio", significaba algo así como "agonizar constantemente (por amor o por odio)" y nunca poder descansar.
Uno era cobarde ante la peor de las agonías por puro instinto, para no morir en vida cuando la muerte física no era una opción. Era completamente lícito volcarse en adicciones-alcohol, drogas, sexo-, pensaba Dharta; todo el respeto para el que quería olvidar, para quien rechazaba mirar dentro de sí cuando vivir se sentía como caminar descalzo sobre cristales rotos.
Dharta no veía a Shiyo como ese desecho, basura lastimada en torno a una víscera hueca y marchita que el mismo vampiro se sentía ser, pero le respetó lo bastante como para no comentar nada. Perfectamente consciente de las profundas roturas en el alma de Shiyo, o al menos de algunas, fue lo suficientemente elegante como para hacer que no se había dado cuenta del cambio. Quizá un amigo "normal" hubiera dicho algo a modo de alarma, expresando preocupación por que Shiyo ya no fuera más un dulce corderito... pero Dharta no era normal, ni humano, ni tampoco se ajustaba al concepto de lo que podrías llamar "amigo", claro.
Por otra parte, ambos se emplearon al máximo en recuperar el tiempo perdido durante aquellos días, y entre polvo y polvo-pues se había tratado de un lazo muy sexual el suyo, juntándose desde el principio de conocerse el hambre con las ganas de comer-,alguna conversación había llegado a filtrarse, y algunas dudas de uno y de otro habían sido resueltas.
Dharta se enteró, gracias a Shiyo, de algunas cosas importantes relativas a Esalon. Por ejemplo, de que no había rey ni gobernante en aquel lugar, aunque las leyes en cuanto a la magia que se practicaba eran dictadas por, según Shiyo, "unos tíos que son magos y se hacen llamar El Cónclave, creo".
También le habló Shiyo-aunque sin entrar en detalles, pues sobre este tema tampoco es que supiera mucho- de la intrincada red de portales que conectaba la ciudadela con infinidad de lugares y otros mundos exteriores, por eso a Esalon se la llamaba Ciudad del Nexo. Aunque algo sobre esto ya había averiguado Dharta cuando visitó la biblioteca principal, al segundo día de poner los pies allí.
Sobre ballenas voladoras Shiyo no tenía ni pajolera idea, ni remota explicación de por qué estaban allí; quizá este tío con quien vivía ahora se lo había explicado alguna vez, si es que lo sabía, pero Shiyo casi nunca le prestaba la mínima atención. Sin embargo, a lo que le interesaba sí había puesto oreja y de pasada había cazado una conversación sobre la sección prohibida de la biblioteca principal: un territorio vetado al parecer, donde se guardaban antiguos manuscritos sobre magia oscura y nigromancia, objetos malditos y libros prohibidos. Libros y objetos suprimidos de la cultura Esaloniana y encerrados bajo llave, pues la única magia ilegal allí, según el Cónclave de Adeptos, era la magia negra. Nigromancia, invocación de entes y cualquier tipo de hechizo en beneficio propio hiriendo a alguien más en el camino, prácticas como esas eran castigadas con cadena perpetua en un lugar que ni en las peores pesadillas podría uno imaginar. Nigromancia, magia oscura que combinada con ciencia y tecnología, también avanzadas en aquel lugar, podía ser letal. Magia de muerte. "Esto seguro que le vuelve loco a Dharta", había pensado Shiyo desde la ignorancia de quien oye campanas y no sabe dónde, y no se equivocaba.
Le habló a Dharta de aquello, y una noche, aproximadamente quince días después de su reencuentro,vampiro y demonio hicieron una incursión a dicha sección prohibida de la biblioteca. Sólo por explorar, claro, sin segundas intenciones. El antiguo bibliotecario, un híbrido entre humano y conejo llamado Allen, había custodiado esa puerta mejor que un león, pero mira por donde había desaparecido en extrañas circunstancias hacía meses, sin dejar rastro alguno de su paradero. Así que ahora la zona estaba más despejada, ya que el bibliotecario que había llegado nuevo-a quien algunos llamaban Mowl Mood- parecía estar siempre a lo suyo con la nariz metida en un libro, no demasiado pendiente de quién entraba o quién salía de la gran biblioteca principal.
La puerta a la sección prohibida estaba cerrada, eso sí, pero Dharta se las había apañado para conseguir una llave apropiada, probablemente robándosela a un mago. Con sólo días allí ya se había dado cuenta de que los magos de Esalon nunca utilizaban llaves "normales" para entrar en lugares restringidos. En lugar de meter la cabeza dentada de un palo por el ojo de una cerradura y girarlo, que sería el procedimiento normal para abrir una puerta, los magos de Esalon usaban una especie de talismanes o joyas que llevaban prendidas a la ropa, colgadas al cuello o incluso entre los cabellos a modo de pasador. La gente de Esalon llamaba a estas baratijas "insignias". Por lo que Dharta había alcanzado a ver, las había de varios tipos: algunas relacionadas con la Casa a la que el mago en cuestión pertenecía-lo de las Casas era otra historia de la que aún recababa información a marchas forzadas-, o con el tipo de magia practicada, o con aquello que desbloqueaban o abrían. Estas insignias eran en realidad una combinación de objeto mágico y artefacto (magia y tecnología complementándose mutuamente), algunas de ellas encerraban una especie de código intransferible para quien las llevaba, o una contraseña que desbloqueaba en cada caso ciertos cierres para su poseedor.
Dharta había acudido a la taberna con una de estas insignias en la manga aquella noche, sin más, sin dar explicación alguna de cómo la había obtenido. Se trataba de un pequeño y coqueto dije de plata, en forma de mariposa nocturna descansando con las alas extendidas, labrado en una delicada filigrana artesanal. Forzando la vista se podía leer una "Z" de tamaño diminuto en recargada escritura de bucles superpuestos, justo entre los dos rubíes engastados a ambos lados de la cabeza a modo de ojos.
--Vaya, vaya, ¿A quién pertenecías, polillita?--el demonio había reído y canturreado cuando comprobó que la insignia funcionó en la puerta; sólo pasándola sobre la superficie con un movimiento suave de la mano puso en marcha un complejo mecanismo de engranajes, y tras unos segundos de ruedas dentadas chocando la puerta se había abierto ante ellos de par en par--Lo sabemos, ¿verdad?--continuó hablándole al dije polilla en tono meloso-- pero eso ya no importa. Ahora me perteneces a mí. Eh, esto ha sido demasiado fácil, ¿no crees? me pregunto qué nos espera ahí dentro.
La sección de libros prohibidos no era una habitación grande. El techo era alto, eso sí, y lo primero que impresionaba al entrar eran las hileras de estanterías tapizando las paredes hasta él, sin desaprovechar un milímetro cúbico de espacio. En los estantes se apilaban desde libros polvorientos de diversos tamaños hasta rollos de pergamino y objetos de lo más extraño; podría pensarse que todo ello en riguroso orden, pero si se había seguido algún criterio o protocolo en la forma de guardar allí las cosas desde luego no lo parecía.
Los ojos dorados de Shiyo parecían haber llegado al límite de su apertura llenándose de todas estas cosas, sin perder detalle de cada rincón, brillando por primera vez en mucho tiempo bajo la luz de una araña de hierro cuyas velas se habían encendido solas con el mecanismo de la puerta. Estaba claro que estaban haciendo algo incorrecto al entrar allí, pero bueno, Shiyo a decir verdad se aburría mortalmente en las galerías subterráneas antes de que llegara Dharta, y lo que hacía ahora se sentía distinto, como aire fresco al abrir una ventana en un cuarto cerrado a cal y canto durante demasiado tiempo. No podía sino disfrutarlo, casi con la inocencia de un niño en un centro comercial en navidades; por muerto que se sintiera por dentro algunas veces, el pájaro que no sabía ser libre conservaba aún la pulsión de volar, aunque sólo fuera por instinto, aunque sólo fuera a ratos y haciendo algo ilegal.
--¡Oh, Dharta! mira: "Compendio de Rituales Básicos de Invocación"--citó el título de un voluminoso libro, demasiado voluminoso como para llamarse "compendio" quizá, cuyos cantos labrados en pan de oro centellearon cuando lo tomó en la mano.--"Primera parte: Centinelas"... ¿qué coño es un "centinela", si puede saberse?
El aludido alzó una ceja sin mirar a Shiyo, no le había oído tan emocionado desde el primer día que se vieron--¿Centinelas? serán guardianes de algo, digo yo.
--Ya, a esa conclusión también había llegado yo mismo, gracias.
--La ironía te sienta sexy...
Mientras el vampiro ojeaba el compendio de hechicería, Dharta por su parte exploraba la sala mirando las interminables estanterías y toqueteando aquí y allá con manos ávidas y temblorosas por el ansia. En cierto sentido el demonio lo estaba pasando mal; siempre que había más de un estímulo interesante ante él era una auténtica tortura pues deseaba ir a todo, tocarlo y probarlo todo a la vez, y ese poder él no lo tenía. La magia negra era de las pocas cosas que captaban su atención, y ahora el hambre por aquellos contenidos hacía que las manos le dolieran al pasarlas sobre los cantos de los libros, las puntas de los dedos hormigueando por algo que agarrar, el aire contenido dentro del pecho en silencioso clamor. En pleno subidón, fue a coger unas barritas de incienso o algo parecido que reposaban sobre una estantería, con intención de ponerlas bajo su nariz y aspirar su aroma, y entonces se dio cuenta de algo. Detrás de la estructura que contenía las barritas, un repiente en forma de cráneo humano al que le hubieran quitado la tapa de los sesos, había un pequeño interruptor.
--Eh, Shiyo. Mira esto...
Ni uno ni otro sabían hasta qué punto Esalon estaba llena de puertas y portales, surcada de pasadizos, aunque lo que apareció al pulsar aquel botón no era exactamente un acceso secreto, pues todo aquel que legalmente podía entrar a la sección de los libros prohibidos sabría que estaba allí. No era el caso de Dharta y Shiyo, claro, de modo que ellos sí reaccionaron con sorpresa cuando una de las estanterías comenzó a moverse a trompicones, girándose y apartándose de la pared para mostrar una puerta. Una puerta que, igual que la anterior, reaccionaría a la insignia robada por Dharta.
--Eh, ¿tienes idea de adónde lleva esto?
No, Shiyo no tenía ni idea y tampoco es que en ese momento pudiera pensar mucho; sus ojos se habían tornado vidriosos de la impresión cuando la puerta apareció, sus manos se habían vuelto de mantequilla a punto de soltar el objeto que sujetaba entre los dedos: un guardapalabras maldito que había agarrado de un estante rotulado como "Confiscado a Guren". Afortunadamente, logró darse cuenta y afianzar su agarre antes de que el recipiente se estrellara contra el suelo para romperse en mil pedazos.
--Espera, Dharta, no deberíamos...
La advertencia de Shiyo fue inconsistente, apenas un hilo de voz que ni él mismo se creyó, ni tampoco el demonio alcanzó a oír cuando ya se aventuraba detrás de esta nueva puerta. Se había dado cuenta de que no era una puerta como la anterior que daba a la sección prohibida: esta estructura detrás de las estanterías era diferente, una hoja mucho más gruesa y maciza que la anterior, hecha de algún tipo de material entre metal y piedra que tenía un brillo extraño, como puntitos diamantinos en un fondo poroso de lava reseca o antracita. Extraños símbolos, dibujos y runas delimitaban el arco, labrados en el extraño material que había empezado a irradiar una suave luz azulada y fría. Parecía como si, de alguna inexplicable manera, aquella puerta estuviera viva esperando ser abierta, llamándoles una vez había aparecido ante su vista.
En cuestión mecánica sin embargo, sí reaccionó exactamente igual que la otra al paso de la insignia: una vez más se había escuchado un golpeteo sostenido de engranajes en el interior, ruedas girando y acoplándose unas con otras, y segundos después la pesada hoja había cedido con un seco "click" y se había abierto para descubrir la más completa oscuridad al otro lado.
En lugar de encontrar un pasadizo, tal como a saber por qué hubiera esperado el demonio, éste distinguió de milagro unas escaleras que descendían a territorio más profundo al poco de abrirse paso en la oscuridad.
--Ahm, Dharta, espera.--le había alertado Shiyo no bien se las compuso para reaccionar-- Escucha, creo que recuerdo algo. Me parece que sé adónde da esta puerta...
omake guion>No estaba seguro, pero una especie de fogonazo como un flash le había venido a la cabeza al mirarla, de pronto; algo que su liberador le contó mientras señalaba una serie de zonas en un plano, algo sobre secretos en la biblioteca principal y diferentes rutas en relación con ella. Lamentablemente, la memoria de Shiyo no era la misma desde aquel "accidente" hacía años, ni siquiera cuando prestaba un poco de atención; aún así, sin embargo, recordó un dato importante. "El Salón de Alabastro", le había dicho aquel que lo liberó, ¿cuándo había sido eso? hace no mucho, en las cuevas, le parecía evocar. "Allí están los Dieciséis (...)" su liberador se refería a dieciséis dioses, ocho y ocho, y le contó más cosas sobre esa estancia que Shiyo ya no alcanzaba a recordar. Aunque sí se acordaba de una frase que este hombre dijo a continuación, mientras señalaba algo en el mapa: "este es el acceso desde la biblioteca principal, sólo los Magos del Cónclave y el catalista pueden usarlo".<
--¡Eh, Dharta!--le llamó mientras por fin se ponía en movimiento, despegando los pies del suelo para ir en pos del demonio, tratando de no elevar mucho la voz--creo que sé adónde lleva esta puerta. No sé si deberíamos seguir por aquí, podría ser peligroso...
--¿Peligroso?--había contestado Dharta desde el primer tramo de escalera--¿Tienes algo que perder, acaso?--no lo sabía a decir verdad si Shiyo tenía estrictamente "algo que perder" o no, pero sí sabía lo que el vampiro respondería sin dudarlo, desde esa rabia en continua combustión lenta que ardía en su interior.
--En realidad no.
--Imaginaba que dirías eso... venga, cuéntame, ¿dónde estamos yendo?
Los peldaños se habían tornado resbaladizos a medida que bajaban, cubiertos de musgo y verdín gracias a la humedad a esos niveles. Debían de estar muy por debajo de la tierra ahora, internándose por un camino abierto en el peñón de roca sobre el cual se asentaba el castillo. Las paredes flanqueando el pasadizo se habían vuelto de roca viva sin labrar, lo cual hacía que uno pensara en esto, sintiéndose como hormiga buceando en las entrañas de la tierra y siguiendo uno de los múltiples caminos posibles excavados dentro de ella.
Como demonio menor, Dharta no dominaba ningún tipo de magia pero sí tenía nociones básicas como para hacer que una llamita brotase de la yema de su dedo. De esta forma, con un simple toque de magia de fuego, no tuvieron que descender la larguísima escalera en total oscuridad, aunque no que a Shiyo le hubiera importado bajar a oscuras pues como vampiro vería sin problemas.
La escalera giraba y se retorcía sobre sí misma como espiral de concha de caracol; el descenso se les antojó interminable pero finalmente, tras veintenas de peldaños, al poco de pasar una especie de rellano natural llegaron a lo que parecía la entrada de una caverna. La roca se abría al final del camino en una amplia grieta, flanqueada por dos teas apagadas y, como no podía ser de otro modo, sellada a su vez por otra puerta.
--...¿crees que la insignia funcionará también en esta?--había preguntado Shiyo,el pecho desbocado como si tuviera corazón.
--Vamos a averiguarlo.
Desde luego, tras haber bajado por aquella escalera hasta el mismísimo infierno no tenía sentido irse sin intentarlo. Lógicamente, si la insignia había abierto las dos puertas anteriores, ¿por qué razón no iba a funcionar también para esta otra? Debía de ser la insignia de alguien importante, porque funcionó. De hecho, sólo podía pertenecer a un Adepto del Cónclave, pues ellos eran los únicos con permiso de entrar a la estancia donde Shiyo y Dharta estaban a punto de aventurarse. Bueno, y el catalista, pero ni Dharta ni Shiyo sabían qué coño era un catalista así que no pensaron en esto.
La insignia funcionó y la puerta se abrió, pero esta vez cruzarla tuvo consecuencias. Ya se relató antes cómo una horda de bufonegras se les echó encima nada más pasaron al otro lado, y también cómo tan desagradables criaturas cayeron de pronto muertas a sus pies, sin que ellos hicieran nada para provocarlo.
Sí, desde el principio tanto Dharta como Shiyo habían creído que estaban solos en aquel recinto subterráneo, pero de hecho no había sido así. Y no sólo por las siete musas que más tarde les observaron en el Salón de Alabastro, desde detrás de otra puerta que sólo para ellas existía.
Una vez "resuelto" el problema de las bufonegras, aunque ni Dharta ni Shiyo supieran cómo, el demonio había encendido una antorcha de las que flanqueaban la puerta y se había internado con Shiyo en lo que en Esalon es conocido como el Salón de Alabastro.
Esta gran sala subterránea es un lugar que se considera sagrado en la ciudadela. Allí es donde los Hermanos Archimagos del Cónclave se reunen para debatir cuestiones de importancia junto a su líder, o para realizar ciertos tipos de rituales, a veces reforzados por un catalista bajo rigurosa vigilancia. También desde el Salón de Alabastro se controla la flotación y la trayectoria de Esalon, pues esta estancia se encuentra a un nivel tan profundo que se asienta justo encima de un yacimiento de cuarzo iris y otros materiales necesarios para la magia de flotación: una matriz de roca y cristales imbuídos de la energía que mantiene a flote la ciudadela. En Esalon se les llama a estos cristales "magicitas"
En el Salón de Alabastro se encuentran las Ocho estatuas de los Dioses del Orden frente a las Ocho de los Dioses del Caos, y, presidiendo ambas hileras se yergue el pedestal vacío donde antaño estaba la estatua del avatar del Equilibrio. Esta estatua desapareció misteriosamente hace muchos años sin dejar rastro; se cuenta que fue robada pero nadie lo sabe con certeza. Y sí, adivinaste, el pedestal que antaño ocupaba, ahora vacío, es justo donde Dharta acaba de cagarse.
¡¡BAM!!
--¿Qué coño ha sido eso?
Aún están retumbando las paredes tras tamaño portazo que se ha escuchado desde arriba.
--Creo que ha llegado el momento que tanto ansiabas, Shiyo... hay que salir de aquí.
--Pero Dharta, ¡si vamos escaleras arriba nos cruzaremos con quien quiera que esté bajando ahora, y no hay otro camino!
--No si nos escondemos bien, confía en mí.
Después del destrozo que habían líado allí más les valía escapar como fuera, porque si les pillaban ahí dentro les iba a ir muy mal, aunque a Dharta parecía hacerle mucha gracia todo aquello. En cualquier caso tenían que huir, aunque la única dirección posible fuera la que les llevaría al encuentro de quien había entrado desde la sección restringida de la biblioteca. Pero la escalera era oscura, y Dharta recordaba ese rellano más o menos amplio que aprovechaba un repecho en la roca; si conseguían llegar allí y ponerse al abrigo de las sombras antes de que esa persona-o lo que fuese- apareciera, tal vez él o ella pasara por su lado sin percatarse de su presencia. Y bueno, para cuando descubriera el desaguisado más elefantíasico al llegar abajo y pusiera el grito en el cielo, Dharta y Shiyo ya estarían saliendo de allí.
--Escucha, Shiyo--Dharta tira de la mano del vampiro hacia la puerta por donde han entrado al salón, pegándose a él para hablarle en susurros mientras camina a grandes zancadas--si ha entrado alguien dando un portazo, significa que sea quien sea quiere que sepamos que está aquí. De lo contrario no haría ruido como un farfullero en una cacharrería, ¿verdad?
El farfullero es un tierno animalito-ironicamente hablando-, una alimaña como bola de pelo con dientes que ha asolado Esalon en plagas más de una vez, llamado así por mascullar constantemente lo que parecen incoherencias o risitas sin sentido para comunicarse con sus congéneres ("uyuyuuiii, miramira, ¿comida? YAY YAY ,¡¡COMIDA!!). Son famosos por ser groseros, malolientes y ruidosos, aparte de un saco sin fondo en lo tocante a comer, pero esto ya es otra historia.
Volviendo a Dharta, ha colocado una mano en el hombro de Shiyo, dedos largos terminados en uñas lacadas en negro; le mira a los ojos sin dejar de andar y sonríe. Sí, tal vez podrían pillarles, pero parece como si todo esto fuera un juego de niños para él. Una aventura, como mucho, adrenalina y el " a ver qué pasa ahora" por salir de la monotonía y tal.
--Bueno, aunque pensándolo bien--continuó-- puede ser que quien ha entrado no sepa que estamos aquí y haya liado ese estruendo sin querer...--eso también era cierto, no porque hubiera intrusos allí tendría que saberlo quien entraba, quizá era alguien que estaba allí por casualidad aunque hubiera cerrado de golpe--¿un chicle?--ofrece, enfilando ya escaleras arriba aún sin soltar al vampiro, sacando del bolsillo un paquetito sobeteado con la otra mano: chicle de fresa ácida, a su pesar era jodidamente adicto a esa mierda humana desde tiempos inmemoriales.
Sólo a Dharta se le ocurriría ofrecerle un chicle a alguien en una tesitura como aquella, mientras huían del mismo infierno sabiendo que podían terminar con sus huesos en la cárcel. Shiyo le mira con reproche ya comenzando a subir la escalera, siguiéndole el ritmo aunque bastante molesto por aquel giro de acontecimientos. Sin embargo, no se puede negar que por otro lado la adrenalina siempre es bienvenida, casi como una droga, y aunque Shiyo se muere por salir de esa cámara subterránea a toda costa, prefiere estar allí a andar como gato cauteloso y asustadizo por la oscuridad que ya conoce. Resulta paradójico, pero por toda esa mierda de sentirse más vivo, prefiere con mucho caminar al límite, aunque se queje.
--No aguanto el sabor--responde, refiriéndose a la goma de mascar. Cuando era humano, Shiyo adoraba la comida, pero su sentido del gusto había cambiado gracias a su Sire, el vampiro que le convirtió en lo que ahora es. Otra razón para guardarle resentimiento.-- Hmp.... ¿y que piensas hacer? ¿que nos quedemos aqui en silencio hasta que averiguemos si sabe o no que estamos aqui? -prestaba atencion a los sonidos, y ahora no veia a Dharta, sino que volteaba hacia los lados; si habia alguien ahi cerca, deberia poder verle, olerle, o siquiera escucharle. Esperaba que no fuera algo dificil de matar, no estaba de humor para matar a nadie--pues se dara cuenta de que alguien entró en cuanto vea tu linda mierda ahi donde falta la estatua --se tiene que aguantar una carcajada, seria lindo verle la cara a quien tuviera el placer de descubrir aquello.
Ya han llegado al rellano y ahora se abrazan en la oscuridad, elemento en el que Shiyo puede ver perfectamente, no así el demonio.
--haajaja...--Dharta ríe impunemente sin poder evitarlo, aunque ha tenido la delicadeza de taparse la boca porque si no de poco valdría el silencio que tanto estaban esforzándose en guardar--ay, sí. La mierda. Seguro que son tan gilipollas que la limpian antes de coger una muestra de ADN para saber de quién es...--en Esalon tenían tecnología para hacer eso y más, o al menos para saber de qué criatura era el adn contenido en una mierda, pero a Dharta no parece le importe demasiado. Lo que sí le escama un poco, hasta el punto que la curiosidad amenaza con traicionarle e impulsarle directamente a ir a investigar, es el hombre-o la mujer, o el ser- que podría haber ahora al otro lado de la pesada puerta de la sección prohibida, unos metros por encima de sus cabezas al inicio de la escalera de caracol. O tal vez ya había empezado a bajar. El demonio entorna los ojos y olisquea el aire--Oh, ¿hueles eso?--tras un aleteo de sus fosas nasales arruga la nariz con cierto desdén--tela vieja. Y ...¿trazas de laca?--oh, ¿de verdad estaba oliendo esa substancia repugnante? desde luego, algunos en Esalon tenían cabeza sólo para que les quedara bonito el peinado...--¿quién demonios se pone TANTA laca aquí?
Quizá si Shiyo fuese mas conocedor de Esalon podría en este momento tener alguna pista sobre quién olería así, pero a duras penas se detiene a conocer algo, y cuando folla con tíos-lo más cercano que hace a relacionarse con otras personas- esta demasiado ebrio como para darse cuenta de ese tipo de detalles. ¿Un cierto olor en especial? Mannon, si normalmente ni siquiera sabe cómo se llama él mismo entre vaharadas de alcohol y vómito.
--Yo qué sé, algun tio metrosexual...-susurra, moviendo la cabeza para ver en la oscuridad; tela vieja, y mucha laca, mientras no les pueda detectar, todo estará bien.
--Calladito estás más guapo, Zoltan. Deberías ser más discreto en lo que haces o de lo contrario el viejo se dará cuenta...
El silencio que envuelve a Dharta y a Shiyo ha sido roto de pronto por una voz afilada que suena asombrosamente cerca, justo encima de sus cabezas, a medida que su dueño va bajando la escalera. El demonio cierra los ojos, oh, vaya... resulta que no es uno sino DOS los que bajan, venían parloteando entre ellos, muy traquilamente en apariencia.
--El viejo no se daría cuenta de nada ni aunque le pusieran una bomba en la nariz--rezonga otra voz, esta ligeramente aflautada, también porque su dueño la imposta un poco al hablar--estamos de suerte con él, está distraído ahora buscando a su puta. Me preocupan más otros.
--Oooh, mira...--Dharta se inclina hacia Shiyo en la oscuridad para hablarle al oído--¡Zoltan! a ese lo conozco, vaya hijoputa--conocerle no, pero sí había oído hablar de él, sabía quién era: uno de esos magos pijos a quienes Shiyo había denominado "Adeptos", cuyo nombre acertaba a estar en la boca de muchos lugareños, no exactamente por razones positivas-- ¿y quién coño es el otro?
La otra figura que huele a ropa vieja, la que ha hablado primero, ni idea de quién podría ser. Desde donde están, ni Dharta ni Shiyo pueden ver a ninguna de las dos personas que bajan. Éstas siguen hablando mientras descienden por la escalera, ya casi llegando a la altura donde ellos se esconden; al girar el recodo en el rellano entonces Dharta y Shiyo SÍ los verían desde su escondrijo en la oscuridad. Parece que ninguno de aquellos dos que conversan se ha dado cuenta de que han entrado extraños al Salón de Alabastro después de todo.
--El cabrón del Antimundo, el gemelo del viejo, ese sí es canela fina...--comenta el llamado Zoltan. Aunque no hay manera de que Dharta o Shiyo puedan saber ni siquiera qué es el Antimundo, o quién demonios es el viejo del que hablan cuyo gemelo era temible--ese me preocupa más. Casi tanto como tu propio gemelo, amigo mío.
--Aahhh,shh, Shiyo, joder...--Dharta jadea entre risas y susurra improperios cuando es lanzado contra la pared; Shiyo le ha empujado contra el muro interior del repecho al detectar que los otros dos se acercan, los cabrones están a punto de pasar por delante de ellos ahora. El demonio no estaba prestando realmente atención a la conversación de esas dos personas, pero tenía entendido que la idea era no ser descubiertos y su compañero casi acaba de hacerle gritar--ven aquí...
Todo esto de transgredir y blasfemar de tan terrible manera porque sí, junto con la realidad de estar escondidos ahora sabiendo que otros presenciarán el desastre en cuestión de minutos (cuando lleguen abajo y vean la escena del crimen), está terminando por encender a Dharta. Tener a Shiyo tan cerca tampoco ayuda; vuelve a jadear, le agarra por la cintura atrayéndole aún más hacia sí y le lame la oreja--Te echaba de menos...--sisea en su oído y vuelve a pasar a continuación la lengua negra, ahora caracoleando más abajo,sobre el carnoso lóbulo--no te me pegues si no quieres guerra... porque yo quiero.
Así sin más, por impulso, es como este demonio está acostumbrado a funcionar; como ves no le detiene pensar que le pueden decir que no (le da lo mismo), ni considerar que este quizá no es el mejor lugar ni el mejor momento para meterle mano a alguien, justo cuando un Adepto del Cónclave acompañado de un extraño se disponía a pasar por delante de sus narices. Bueno, si eso era un impedimento para Shiyo entonces con salir de allí corriendo estaba arreglado, ¿no? sólo con esperar un poco, los otros dos hombres- el que olía a laca y el de la ropa vieja- ya irían de camino más abajo así que ellos podrían salir sin ser vistos entonces, si no armaban mucho escándalo.
--¡¡¡DENTRODEN!!!!
De repente, un grito se escucha desde abajo, alto y claro, es una especie de grito de guerra, pero es la voz de un niño lo que se estrella ahora en las paredes, haciendo eco hasta estremecerlas.
¿Qué coño fue eso?¿había un niño ahí abajo?
Dharta no esperaba oir algo como eso pero la sorpresa no le ha hecho soltar a Shiyo, a quien ahora aprieta entre su propio cuerpo y la pared,medio volteándose, hundiendo la angulosa barbilla en su cuello--¿qué diablos fue eso?...
Entre tanto, abajo en el salón de Alabastro unos seres sin memoria cruzan a todo correr.
--¡Iver! vamos, pégate a la pared, ¡yo te cubro!
--No vamos de misión militar, Yinn...--desplazándose con parsimonia, la Segunda termina por darle gusto a su hermana oscura, si acaso con tal de no oírla.
--Oh, estamos en ...¿un salón de baile? ¡Qué bonito!--se maravilla Owri, aunque su gozo dura poco hasta que sus ojos chocan con la mierda que Dharta dejó en el pedestal.--¡Ay! ¡pero qué es eso! ¡qué horror!
--Por favor, qué puto asco, qué cojones hacemos aquí...--masculla Yinn entre dientes, nubecitas de humo gris han empezado a salir de sus orejas--siento vergüenza de los humanos ahora mismo, qué horror.--Yinn no es humano, pero su padre sí, a eso se refiere con "vergüenza".
--Hm, ¿y quién te dice que fue un humano el que hizo eso?--farfulla Essel, quien camina con cautela justo detrás, tratando de no acercarse mucho a Uxu.
--Tienes razón, igual fue un dinosaurio o algo así.
--¿Adónde vamos?--inquiere Owri con un hilo de voz lastimera, pegándose a Aru de Kira--Aru, m-me estoy asustando...
--Oh, cálmate, cariño, las musas no podemos tener miedo, sólo es tu sensación.
--Ya,...pero...
--Mira, sólo hay un camino para salir de aquí, por esa otra puerta de ahí tiene que ser--Aru señaló en línea recta mientras con el otro brazo mantenía a Owri apretada contra sí, tratando de apaciguarla. Se refiere a la misma puerta por la que salieron Dharta y Shiyo en dirección a las escaleras, aunque eso no puede recordarlo.
--Is,is, hia, esa reputa--entre tanto, Alderik va aparentemente a su bola parloteando por los codos, recreándose en cada detalle que observa en el salón y ligeramente apartada del resto. Al pasar junto a la mierda de Dharta se detiene y se queda contemplando el monolito fijamente.
--Vamos Derik, no mires esa guarrada...--Yinn tira de la manga de su hermana para alejarla de allí, sin darse cuenta de que lo que atrae la atención de la musa del Cambio no es la mierda, sino el pedestal.
Haz clic aquí para editar.
-III-
--¡¡DENTRODEN!!--se escuchó alto y claro en la escalera, como si un niño gritara desde abajo a pleno pulmón.
Las dos figuras que bajaban juntas se detuvieron en seco justo llegando al rellano, para mala suerte de los otros que allí se agazapaban.
--¿Qué fue eso?--cuchichea la que huele a ropa vieja, en un susurro escueto y tan rígido como una hebra de alambre.
--No tengo ni la menor idea...--Zoltan ya ha reaccionado, se ha agarrado la pesada capa roja para no pisársela y se dispone a echar a correr el resto de escaleras abajo--pero lo voy a averiguar.
El mago calificado antes de "metrosexual" pasa de largo a Dharta y a Shiyo moviéndose con determinación, dejando atrás a quien le acompañaba y espurreando micropartículas de laca tras de sí.
La otra figura no le sigue, sino que se queda ahí parada en la oscuridad. Aparentemente, tanto él mismo como el llamado Zoltan veían perfectamente allí dentro, ya que ni uno ni otro portaban candil u otro dispositivo para iluminar el camino. Quizá, en el caso de esta persona, hay magia en sus ojos que le ayuda a ver, porque éstos ahora centellean en la oscuridad como estrellas blancas con luz propia. No que nadie pueda verlo tampoco, debido a la amplia capucha que le cubre el rostro.
--...s-! --Shiyo parece a punto de decir algo pero Dharta logra adelantarse y ponerle la mano en la boca.
"No", el demonio niega con la cabeza, obligándole al otro a girarse para mirarle.Todo rastro de cachondeo se ha evaporado de golpe como si algo le hubiera puesto en guardia. De hecho, el hombre parado en el rellano -es hombre o eso cree Dharta, por el olor, no huele como una mujer- le eriza hasta el último poro de la piel.
"No se ha ido" le dice a Shiyo con la mirada, aunque seguro que éste ya lo sabe, pues su sentido del olfato y del oído es incluso más potente que el de Dharta. Lo que el demonio percibe con más claridad dada su naturaleza, sin embargo, es la batería de emociones del sujeto y el aura de su psique que,como luz, se cuela hacia fuera a través de la piel. Ese es el primer escalofrío: la luz de este hombre, quien quiera que fuera, es oscura y fría. Era dañina de percibir, como mirar con los ojos de la psique una especie de vórtice hambriento formado por mil bocas. No sabe quién es ese individuo encapuchado cuyo rostro no puede ver, aunque supone que si estaba allí con Zoltan en la escalera sería otro Hermano del Cónclave; de cualquier forma, se trata de un mago poderoso cuya energía corta la respiración.
Shiyo se ha tensado contra la pared cuando Dharta le tapa la boca, ojos nerviosos brillando en la negrura. Sí, no es tonto, ya lo sabe que el otro no se ha ido, tan sólo el tal Zoltan ha salido corriendo, y menos mal porque el olor ya se le hacía insoportable. Sabe muy bien que el tío de la túnica vieja está ahí aún, y de pronto percibió algo en él, un olor familiar... sintió que tenía que advertir a Dharta de aquello aunque fuera arriesgado abrir la boca: "Sangre de vampiro" era lo que hubiera querido decirle. Eran sólo trazas, un rastro leve que no hubiera notado quizá de no ser porque el olor más fuerte (la laca de Zoltan) se había desplazado, aunque su estela perdurase en el ambiente.
Sangre de vampiro. Si ese tipo tenía sangre de un vampiro en la piel o en la ropa y NO era-no olía como- un vampiro, ¿habría matado a uno entonces?
Era sólo una posibilidad entre otras, pero había sido lo primero que Shiyo había pensado. Iba a advertirle a Dharta de que igual ese tipo era un asesino-como si pudieran hacer algo con ello en ese caso-, pero el demonio le había hecho callar, el gilipollas. Ni que Shiyo no supiera modular la voz por debajo del siseo para hablarle al oído.
--AAAAH!!
Se escucha un grito desgarrado desde abajo, rompiendo el denso silencio que con cuchillo se podía cortar: Zoltan debe de haber llegado ya a la entrada del salón de Alabastro, ¿qué otra situación podría si no provocar un alarido semejante?
A pesar del grito, la figura en el rellano ni se inmuta. Shiyo se agita contra Dharta tensándose aún más, ese tío no es trigo limpio, ¿les habría percibido? Su instinto le dice que huya, que corra, pero en esa situación eso sería una idea descabellada, sólo quedaba esperar a que se fuera, ¿qué otra cosa podían hacer?. El otro tío, el metrosexual, ha gritado abajo ¿qué hace este otro ahí parado, por qué coño no se mueve?
El mago -pues en eso sí está Dharta en lo cierto, igual que en la deducción de que era un Hermano del Cónclave-, frunce el ceño escrutando la oscuridad. Sabe perfectamente que hay dos personas allí, agazapadas en el rellano, y no puede "cogerles el olor" como haría un perro de presa para guardarlo en la memoria, pero sí la impronta psíquica, que a efectos de marca viene a ser lo mismo: una huella intransferible y única para cada ser, más potente incluso que la señal de un olor.
Suspira. No se meterá ahí ahora, pero no se olvidará de ellos. De antemano puede percibir que son (para él) dos ratas de cloaca, dos perros callejeros que ni siquiera estaban ligados a la ciudad del Nexo y probablemente ni sabían dónde se internaban. Pequeños delincuentes de poca monta que al parecer no se habían llevado nada, ni siquiera habían robado, por mucho que ahora Zoltan esté gritando abajo como si le estuvieran retorciendo un testículo. Zoltan, vaya personaje. Si el archimago de ropas raídas está procastinando moverse, es en parte por descansar un poco de él.
Realmente, es mucho más práctico en todos los sentidos no ir a por estos intrusos ahora, una vez que les ha cogido la marca psíquica. Las razones de por qué y cómo fueron allí saldrán a la luz si les observa de cerca mucho antes que si tiene que ir a cogerles y sacarles información por otros métodos. Si los intrusos creían que no habían sido detectados, no mentirían ni fingirían después de aquello y bastaría con rastrearlos... lo cual sería muchos menos estresante que apresarles ahora. Y suponiendo que tuvieran algún tipo de intención contra el Cónclave, más razón entonces para seguirles el rastro sin que se dieran cuenta y ser guiados hasta cualquier nido, guarida o centro de operaciones.
Protegido tras la holgada capucha, el mago mueve los labios sin emitir sonido alguno articulando una serie de palabras arcanas, tal vez un hechizo de rastreo. Su mano de dedos largos y pálidos como de cristal palpa una prominencia por encima de su túnica, a un lado de su cadera, sobresaliendo unos centímetros por encima del cordón de esparto que hace las veces de cinturón. Podría ser una varita, un bastón o la culata de una pistola, no había forma de saberlo.
Solo pasa la mano unos segundos sobre tal abultamiento antes de ponerse en movimiento pesadamente, casi arrastrando los pies; le encantaría seguir ahí poniendo nerviosos a los otros dos aunque no fuese a ir a por ellos, pero sería raro si no acude a los gritos de socorro de Zoltan. Los extraños no le preocupan mucho-aunque sí se pregunta qué es lo que habrán hecho y por qué grita el otro Adepto-, pero sí le preocupa cómo han entrado al Salón. ¿Tal vez había que darle un toque al bibliotecario nuevo? no, para abrir la sección restringida de la biblioteca se necesitaba una insignia del Cónclave, y Mowl Mood no la tenía. ¿Entonces, qué podía haber sido? ¿una puerta abierta por descuido? bueno, una hubiera podido ser, pero no tres. Sólo quedaba la posibilidad de que aquellos dos delincuentes hubiesen robado una insignia. Se palpa inmediatamente el pecho para asegurarse de que la suya sigue ahí, respira aliviado cuando puede notar el frío contacto del metal contra la piel, justo sobre el latido del corazón. El metal era desde siempre muy desagradable para él, pero al menos en el caso de su insignia no estaba "muerto" a efectos de magia.
En la antesala del Salón de Alabastro, Zoltan sigue gritando y se mueve entre los cadáveres de las bufonegras aplastando alguno que otro, abriéndose paso hasta la espaciosa sala donde no tarda en descubrir el desastre. Hay manchas por todas partes, parecen manchas de sangre, la misma sangre con la que alguien ha escrito en la pared una serie de blasfemias que el Adepto no leerá en voz alta.
--¿Qué es esto?¿QUIÉN...? ¡OH, MANNON!
En este mismo momento, Uxu pasa rápida como centella detrás del mago justo cuando éste ha descubierto la mierda de Dharta en el pedestal.
Zoltan pestañea, ladea la cabeza como hipnotizado sin poder apartar la vista del mojón, cierra con fuerza los ojos y los vuelve a abrir. Oh, señor, aquella asquerosidad sigue ahí ,mancillando el lugar del Noveno. El Noveno, El Equilibrio, el Único Rey. Nunca, en todo el tiempo que llevaba en la ciudadela, había visto Zoltan que nadie se atreviese a algo semejante. Aunque la blasfemia en sí no pasaba de ser algo simbólico, ese pedestal era, de hecho, mucho más que un símbolo.
Es cierto que en Esalon no hay gobernante físico. Hay leyes escritas desde su fundación, eso sí, pero son el fruto del acuerdo entre varias personas y no de la decisión de una sola. Se da por hecho que todo adulto conoce estas leyes; La gente "sabe" lo que es correcto y lo que no, y si alguien no hace lo correcto (básicamente mata o practica la magia oscura) y es visto por otros, podría acabar como acusado en un juicio. Porque gobernante no había, ni tampoco jueces, pero los Archimagos del Cónclave eran entonces los que valoraban el caso, deliberaban y podían mandar al delincuente a Perdición, la prisión conectada directamente con la ciudadela mediante portales y cuyo director, el abnegado Endari Hiral, siempre tenía plazas libres.
En Esalon no había "rey", porque la figura de referencia era, incluso por encima de los dioses, el Noveno.
El Noveno estaba en la frontera entre los Ocho del Orden y los Ocho del Caos, era aquello que mantenía lo imposible en armonía: el Equilibrio. Lo único a lo que los esalonios rendían obediencia por consenso y devoción desde el principio de los tiempos, yendo más allá de lo que era su religión. El Equilibrio estaba junto a los dioses en el Salón de Alabastro-o debería estar, porque recordemos que ahora el pedestal donde descansaba su avatar está vacío, aparte de cubierto de materia fecal-, tenía mucho que ver con los dioses, pero no era en sí mismo un dios. Era "algo"y no alguien; tal vez una entidad al tener un avatar que lo representaba, aquella estatua robada que ni Shiyo ni Dharta habían visto nunca. Era algo simple y esencial para la vida, y sin embargo difícil de mantener: la pequeña pieza en contínuo movimiento sin la cual el mundo se destruye a sí mismo.
Por eso es una obscenidad, una blasfemia tan abominable que alguien haya plantado un mojón ahí, justo donde lo único irremplazable debería estar.
Zoltan se tapa la nariz y se acerca más al pedestal coronado, contrayendo la cara en un gesto de asco y luchando por no vomitar.
Es el momento para que Yinn, que tira de la mano de Aru, pase justo por detrás de él como acaba de hacer Uxu, sorteando las luces para que ni ella, ni Aru, ni Owri-esta última agarrada con fuerza aún a la otra mano del Amor de Kira-puedan ser vistas.
--¿Qué clase de... quién se ha atrevido...?--apenas le sale la voz ahora a Zoltan, no puede apartar los ojos del zurullo y a la vez no podría estar más asqueado. Ya las palabras que ha leído en las paredes le dan igual, es una gamberrada pero palidece al lado de cagarse ahí, ¿quién había cometido aquella atrocidad, y con qué motivo?¿era una señal, algún tipo de amenaza o declaración de guerra? El Adepto se pregunta si será cosa de Guren, un grupo de vándalos y asesinos a sueldo a quien el Cónclave persigue desde hace tiempo, cuyo trabajo está vinculado con quienes practican magia oscura en secreto, se cree. Pero no parece probable, ya que estos delincuentes anónimos dejan siempre su firma: una "G" mayúscula que normalmente escriben con la sangre de su víctima si ha habido asesinato, o si no con pintura rojo oscuro. No obstante, por allí no se ve "G" por ningún lado, y tampoco un destrozo tan "vulgar", sin aparente motivo, hubiera sido típico de la discreta organización. ¿Qué había sido, entonces? si no Guren, ¿entonces quiénes, o quién? ¿...Habrían hecho algo más gordo, o sólo escribir en las paredes y cagar? oh, y pintarle los labios a Iceleront del Caos, ¡qué atrevimiento!
Mientras Zoltan se echa las manos a la cabeza, aparentemente desolado, Yinn sigue corriendo lo más rápido que puede pegado a la pared, en dirección a la puerta por la que salieron Shiyo y Dharta, con el corazoncito en un puño y tirando de sus hermanas. Ninguna de ellas recuerda nada, no tienen ni idea de lo que ha pasado allí, pero en opinión de Yinn era algo asqueroso, había peligro y claramente había que salir pitando. Da un tirón nuevamente para precipitarse a través de la puerta de un salto; la misma puerta que, en ese preciso momento, acierta a cruzar el archimago encapuchado en sentido contrario para entrar en el Salón.
Casi se le para el corazón a Yinn cuando le ve venir de frente; aprieta los dientes y sigue adelante, rezando por que el mago de rostro oculto no las vea cuando se crucen con él. Se pega más a la pared como tratando de mimetizarse con las sombras, lo consigue -más o menos- y continúa moviéndose en completo silencio, conteniendo la respiración y confiando en su condición de musa. No sabe quién es ese hombre, pero no quiere ser detectada por él ni que encuentre a sus hermanas. En realidad nadie allí debería verlas hasta que ellas pudieran trazar rutas conjuntas, o estudiar aquel nuevo lugar cuyo nombre ni siquiera sabían (recordaban). Normalmente Padre NO las manda al mismo sitio a TODAS las hermanas juntas; si esta vez ha sido así, es porque aquí va a pasar algo gordo y -como normalmente era el caso- algo no precisamente bueno.
Afortunadamente, parece que el desastre desplegado allí ha atraído la atención del mago encapuchado lo suficiente como para no fijarse en nada más. Tampoco una musa es lo más fácil de percibir del mundo, ni siquiera para un mago tan poderoso como él, aunque pase por delante de sus narices. Ver o sentir a una musa depende de algunos factores, pero no del "poder" o de la magia que uno tenga.
Mirando fijo al frente, el mago cruza la puerta a grandes zancadas sin percatarse de las musas, pasos firmes aunque sin hacer un ruido sobre las baldosas de mármol veteado.
--Zoltan, ...¿qué se supone que ha pasado aquí?
La salida de Yinn al parecer ha sido un éxito, no las han visto... pero Yinn no ha contado con que Owri pesa mucho, y al tirar de sus hermanas cuando ha saltado para sortear al mago y cruzar la puerta, la Tercera se ha soltado, demasiado pesada para seguir a esa velocidad. Por fortuna, el mago iba tan derecho al objetivo (aquello que causaba las lamentaciones de Zoltan) que tampoco ha llegado a verla.
Owri se queda ahí agazapada en un rincón; Iver le hace señas desde detrás de una columna entonces, cerca de la puerta por la que habían salido a aquel salón. Esta puerta es algo curiosa, las musas no lo saben pero sólo ellas la pueden ver. Tampoco recuerdan haber salido antes por ella, porque no recuerdan nada, sin embargo Iver ahora la está señalando como diciéndole a Owri "vayamos por allí".
Iver de la Guerra es enorme... y Owri tiene la altura de un niño de cuatro años más o menos. Ambas tienen una simbología terrenal que dentro de una habitación no se puede adoptar: una es un meteorito y la otra una estrella. Esa puerta parece la única solución posible para moverse a algún lado, si no querían pasar una eternidad ahí escondidas hasta que los otros por fin se marcharan. Porque si se movían ahora para cruzar el salón siguiendo a sus hermanas, no iban a pasar tan desapercibidas como ellas, eso con toda seguridad. Y si estos tipos, archimagos o lo que fuera, llegaban a verlas, inevitablemente las iban a culpar de la peor de las blasfemias. ¿Cómo demostrar su inocencia entonces? Quién sabe lo que podría pasarles.
Jadeando y casi totalmente a ciegas en la oscuridad, Aru de Kira oprime la mano de Yinn.
--...Yinn, espera, hemos perdido a Owri...--intenta parar a su hermana, pero Yinn no para de correr. Justo va a enfilar ya escaleras arriba, siendo la total oscuridad que ahora las envuelve su elemento natural--Yinn...
Dándose cuenta de que nada va a detener a su hermana, Aru cierra con fuerza los ojos y da un pequeño salto para transformarse en su forma simbólica: una semilla de diente de león. A punto está de darse la vuelta y volver al Salón para ver cómo está Owri, cuando detecta que Yinn ha parado su furiosa carrera tan sólo unos pasos más arriba, al llegar a un repecho en la roca que hace las veces de rellano.
<<Aru>> la musa Oscura le envía a su hermana una señal inmediata en silencio, desde su mente. <<Sube. Aquí arriba hay alguien>>.
Mientras tanto, en el Salón de Alabastro, ni uno ni otro Archimago pueden explicarse lo que ha sucedido. Zoltan parece haber entrado en bucle, absorbido por la blasfemia que entraña todo lo que puede contemplar; el otro está en silencio, sigue más preocupado por el "cómo" que por el "qué".
Ha sentido a esos delincuentes en el rellano, les ha tomado la "marca" psíquica, algo que pocos magos pueden hacer. Ha vislumbrado la carga energética en su impronta, no ha detectado una amenaza preocupante, sólo tal vez temeridad o estupidez. No eran nigromantes, ni siquiera eran magos esos dos. Pero cómo habían logrado entrar y desmantelar cada mecanismo de seguridad, eso era lo preocupante.
--Deben de haber robado una insignia--masculla al tiempo que se cubre la nariz con un pliegue de la capucha, rehuyendo el olor a mierda fresca.
Zoltan se encoge un poco, se ha alejado del pedestal cagado y ahora se pasea alrededor de una isla de cristales en el centro del salón, en torno a la cual se dibuja el entramado de complicados arabescos en el mármol del suelo. Se trata de parte del peñón de magicitas que está bajo Esalon, una pequeña zona que aflora a la superficie justo en ese punto, llamada por los magos El Islote. Al ser la magicita una matriz de cristal que contiene y concentra energía, por lo general tiene un brillo cegador; sin embargo estas magicitas del Islote que ahora contempla Zoltan aparecen algo deslustradas, con brillo pero de alguna forma apagándose. Llevan así algún tiempo, lo cual preocupa bastante al Cónclave, pero esa es otra historia aunque más adelante podría ser contada.
--Ni siquiera el islote se ha librado...--Zoltan se arrodilla frente a las magicitas y frota con una esquina de su capa sobre una mancha de sangre que se empezaba a resecar--Oh, robando una insignia... ¿tú crees?
--¿Cómo si no han podido entrar?¿se te ocurre alguna otra manera?
El Adepto Zoltan permaneció pensativo por unos momentos.
--No lo sé. ¿Crees que será cosa de Guren?
--No--contesta el otro con voz áspera, inmediatamente--no lo parece. No hay refinamiento en absoluto.
<<Yinn, voy a por Owri-...>>
<<No!>> la voz psíquica de Yinn literalmente explota en la mente de Aru, haciendo a la semillita voladora chocar contra la pared <<No cambies tu trayectoria, por favor, sube!>>
Aru entiende lo que ese tono de voz entre imperioso y suplicante significa. Instinto, misión, eso es lo que ha percibido en la voz de su hermana Oscura. Con las musas todo funciona así, a puro golpe, ya que ellas NUNCA saben ni recuerdan nada. Por eso es fundamental cuando alguna"siente" que algo es importante, y no se puede dejar pasar, porque es esa mágica intuición lo único que las guía en el plano de los sentidos. Y ahora Aru, muy sensible a esta intuición, entiende que ahí arriba, sea lo que sea, hay algo que ella debe ver. Ver, sentir, para ella se trata de lo mismo.
Se concentra un momento para sentir a Owri a pesar de la distancia entre ellas, ¿estará segura? le envía una señal mental que su hermana responde; Aru puede detectar su malestar, pero al mismo tiempo sabe que Iver está ahí, y Essel andará por alguna parte, y Alderik. Las musas se cuidan entre ellas siempre, bajo la premisa de que ninguna musa es tan capaz como todas juntas, así que a Owri no le pasará nada malo, ¿verdad?
No lo sabe, pero lamentablemente no puede hacer como que no ha oído la llamada de Yinn. Dejar pasar esa alerta sería como traicionar a Padre.
Justo cuando Shiyo y Dharta están a punto de salir corriendo escaleras arriba, Yinn ha llegado al rellano silenciosa como un gato. De pronto se ha quedado petrificada porque no se trata de que haya "percibido" a dos extraños allí, sino que los ha visto. La oscuridad no tiene secretos para los ojos de Yinn; la Sexta es muy torpe bajo la luz natural o artificial, aparte de que le hace daño, pero en la oscuridad ve con claridad cristalina. Y ahora hay dos tíos ahí delante de ella que parecen querer tomar el mismo camino hacia arriba. Por supuesto, Yinn ve sus rostros a la perfección pero no puede recordar a los dos tipos que vio desde detrás de la puerta, esos llamados Dharta y Shiyo que hicieron tan terribles fechorías, así que no asocia nada. Para Yinn ahora son dos extraños que no ha visto en la vida, ni puta idea de qué hacen ahí, pero ALGO -algo que ella misma no sabe qué es, como una chispa o una bengala en el cielo, algo que procedía probablemente de Padre-le hace pensar que, de algún modo, esas dos figuras ante ella son importantes. En especial una de ellas, la que es un poco más "pequeña" en estatura y más enjuta que la otra, un muchacho pálido que también se ha parado como si pudiera verla. Yinn de hecho duda unos momentos de si la estará viendo, pero se agarra a pensar que, por definición, verla a ella en la oscuridad es imposible a menos que ella quiera ser vista, porque en sí misma, como musa, ella es oscuridad.
Aru se ha acercado, ya se puede uno imaginar que una semilla tan ligera vuela rápido allí adonde la impulsan, no ha tardado nada en llegar al rellano y ahora flota cerca del hombro de Yinn. Aru sí puede ver a su hermana, claro; salvo que alguna de ellas quisiera esconderse por alguna razón-y aún a veces en ese caso-, las hermanas podían normalmente verse entre ellas.
--Vamos, Shiyo, qué pasa, muévete...--Dharta agarra a Shiyo y tira de él, parece que ahora le hubiera dado al vampiro una crisis de ausencia o "pequeño mal", pues se ha quedado abobado mirando al infinito en la oscuridad, pies clavados en el suelo, como si hubiera visto un fantasma. Precisamente ahora.
Aru recibe una impresión comparable a un mazazo en la cabeza al ponerse delante de ese chico. Esto para explicarlo en términos humanos, pues cabeza no es algo que como semilla ella tenga ahora. Pero allí, al llegar al rellano, le ha pasado lo mismo que a su hermana, ese flash de instinto feroz, esa punzada mental que avisa "EH!".
--¿...quién eres tú...?--la semilla lo ha preguntado, pero claro, en esa forma no puede oirla un humano o cualquier otra criatura que tiene entendido que las plantas no hablan.
Sabe que el chico parado allí no puede oírla, y sabe que se irá, porque el otro está tirando de él... así que sin más, el Amor de Kira se deja llevar por su instinto y vuela hacia "eso" tan claro que percibe aunque no puede verlo, pasando por su lado y rozándole a Shiyo la mejilla como si le diera un tenue beso.
--Venga, ¡Shiyo! vamos o qué?
El demonio tira del vampiro de nuevo y esta vez le arrastra con él, encaminándose a las escaleras lo más rápido que puede. No tiene ni idea de lo que le pasa a Shiyo ni de por qué parece "congelado" de pronto, pero eso da igual, tenían el tiempo justo de salir hasta que aquellos magos se movilizaran y probablemente despertaran a medio castillo, cada segundo contaba.
En el Salón de Alabastro, Owri ha conseguido acercarse a Iver mientras Zoltan y el otro archimago estaban enfrascados en su conversación. Algo ha debido de pasar porque Zoltan se ha tensado ostensiblemente o eso detecta Owri, quien no puede apartar los ojos de su espalda por mucho que quiera. Desde donde está, al otro mago no puede verlo.
Zoltan se ha tensado de verdad, porque ha comprobado que le falta una insignia. La más querida, la única que si acaso tenía algún valor sentimental aunque fuera puramente amor a lo material, su precioso dije polillita que tanto le recordaba a Valciper, el hechicero Libre que estaba a punto de hacer las pruebas para ingresar en la Casa de Varas. En opinión de Zoltan, tanto el talante como la energía mágica de Valciper iban más asociadas al agua que al fuego, entendiéndose de esto que para él Valciper estaría más feliz en la casa de Cálices, Amor y Psique. No obstante no le ha comentado nada, ni se lo dirá; no pasaba de ser un pálpito y a Valci que cuernos le importaba.
Como tampoco le dirá al otro archimago que le falta una insignia. Ahora ya está claro que han robado una para entrar al Salón, pero Zoltan teme que si se lo dice al otro le vayan a tachar a él de descuidado y falto de responsabilidad, así que de momento se callará como un cobarde.
--Owri, querida, vamos a salir...--susurra Iver al oido de la Tercera. De sobra sabe lo sensible e impresionable que es su hermana y por eso la trata siempre con mucho cuidado--dame la mano.
Los magos seguían hablando, o más bien Zoltan rezongando y el otro soltando monosílabos.
--¿y ahora qué hacemos? está claro que hay que llamar a los goblins para que limpien este destrozo pero digo yo que ALGUIEN debería VIGILARLOS...
Claro, dejar a una horda de goblins solos en el salón de Alabastro y pretender que no se destruya el mundo es como comerse una bufonegra y pretender que te guste, pero Zoltan no iba a prestarse a la labor de controlar lo que los goblins hicieran. Y desde luego, tampoco estaba por limpiar él mismo el desaguisado.
--Se lo diremos a Ila que los vigile--el otro ríe entre dientes, había que tener humor, porque la Adepta Ila es ciega.--Sí. Hay que avisar que manden una patruya de goblins...
Uno podría pensar que los goblins no eran la mejor opción, por toscos, para limpiar un sitio sagrado como aquel donde había que ser tan cuidadoso con todo. Sin embargo, eran la elección indicada precisamente por esto, o al menos en opinión del mago que huele a ropa vieja, porque "eran tontos" "demasiado tontos y toscos para querer siquiera información". Y es que lo que se practicaba en el Salón de Alabastro, los entresijos de las decisiones, los objetos que allí había y hasta la energía impregnando las paredes, era un secreto sólo al alcance del Cónclave. Sería peligroso que alguien que tuviera más inteligencia que un goblin estuviera allí, aunque sólo fuera para limpiar. De todas formas, esto es lo que opina el mago de la túnica, quien por otra parte podría pecar de subestimar inteligencias a menudo.
Los goblins son asalariados que desde la fundación de Esalon se encargan de la limpieza de las calles, plazas, y zonas comunes cubiertas en la ciudadela. No se trata de esclavitud, porque a los goblins les encanta la basura, pero sí de explotación porque les pagan una miseria. Tal vez el Cónclave se aprovecha de su falta de inteligencia en esto también, bueno, si los goblins cobran una miseria y no protestan, razón de más para tenerlos contratados, ¿no?
--Me siento indispuesto...--Zoltan se lleva una mano al estómago por encima de las ostentosas ropas y vascula levemente hacia atrás.
--Tranquilo, no te iba a decir que te encargases tú...
--No lo digo por eso. Todo esto... me ha revuelto. Creo que voy a vomitar.
Owri le da un fuerte codazo a Iver y señala al techo. Ahí, justo sobre las cabezas de los magos que conversan, está Alderik, encaramada a un saliente mínimo y sujetándose quien sabe cómo, sonriendo y haciendo frenéticas señas sólo para saludar.
Iver levanta la cabeza, en realidad no esperaba ver a Alderik ahí, pero bueno, está acostumbrada a nunca esperarse lo que su hermana del cambio hace.
--Venga, Owri. Derik sabe lo que hace, ya sabes--murmura al oído de la tercera en un tono tan quedo como puede, tratando de calmarla.
--¿Pero qué está haciendo ahí arriba?--los ojos de Owri, ya enormes, se agrandan todavía más mirando a Derik, después a Iver, luego otra vez a su hermana del Cambio en el techo.
--No lo sé, pero ella sabe lo que hace---reitera la Segunda-- por algo será que está ahí.
Era cierto que la Séptima parecia no pasar ni la cuarta parte de frustración que sus hermanas en el mundo terrenal, como si siempre le diese un poco igual lo que pasara, o como si de hecho en momentos peliagudos supiera lo que iba a ocurrir. Nadie parecía entenderla al principio y ella no le da importancia tampoco a eso, cuando además por contra lo entiende todo mucho más rápido que las demás musas y reacciona antes que ninguna, aunque normalmente ni avisa ni suelta prenda. El cambio es el cambio, a veces tiene respuestas, pero casi nunca tiene en cuenta los porqués. Padre no tiene el control total de ninguna de sus musas, pero sobre Alderik el control de Padre es absolutamente nulo. Kira sólo le permite estar allí y trabajar, aceptándola como a una de sus hijas y como parte de sí, pero más allá de eso no habría manera de que él pudiera influir en lo que Alderik hace.
Las musas pueden clasificarse de muchas maneras. En relación a su origen y ubicación, las musas de Kira se clasifican en internas (Aru, Owri, Uxu, Yinn) y exteriores (Iver, Essel, Alderik). Las musas internas o endógenas han sido creadas dentro del humano según la personalidad y necesidades de éste; crecen, evolucionan y cambian con el humano que las crea a medida que él o ella sigue paso a paso su aprendizaje. Las musas exteriores, sin embargo inducen al humano a dar una respuesta al mundo que está fuera de él. Normalmente las musas exteriores son más tardías que las internas, creadas y nacidas más tarde, porque para el humano toma tiempo entender el mundo exterior y elaborar una respuesta reaccionando a él. Sin embargo, las musas de uno y otro grupo se alimentan y comunican entre ellas: gracias a lo que pasa fuera de él, el humano se entiende mejor a sí mismo, y gracias a saber más sobre sí mismo como humano puede ver mejor a otros semejantes, parecidos pero igual de humanos que él.
Si ya es difícil para el humano encauzar o poner límites a las musas endógenas, ni que decir de las exteriores.
Owri aparta los ojos azules del techo y accede a moverse junto a Iver, quien ha comenzado a caminar agachada hacia la puerta sin hacer el menor ruido. Llegan a su destino sin contratiempos y, para el alivio de ambas hermanas, la puerta que sólo ellas pueden ver y atravesar se abre sin resistencia, dando paso al mismo pasillo en el que ellas no recuerdan haber estado antes.
La puerta se cierra tras ellas con un suave murmullo; la oscuridad las engulle salvo por la luz dorada que se filtra a través de las rendijas, procedente del salón al otro lado. Paulatinamente, sin que ni Owri ni Iver puedan saber la razón, el contorno de la puerta empieza a desdibujarse ante sus ojos... hasta que ésta desaparece del todo.
--Ve a tus aposentos si lo necesitas, Zoltan--murmura la figura encapuchada en el salón, con cierta frialdad--ya me encargo yo de resolver esto.
--Oh, pero ¿y lo de...?
--Lo hablaremos mañana en mis dependencias, pero en esencia no cambia nada. Esto está hecho un asco, no puedo mostrarte nada aquí ahora. ¿Estás seguro de que quieres hacerlo?--añade tras un breve lapso de silencio.
--Sí--responde el adepto sin vacilar.--Sí, claro, por supuesto.
Zoltan sabe que esto a lo que se refiere su compañero es arriesgado. Se trata de algo que requiere elevada concentración, nivel y experiencia como mago, sin embargo el tono de voz del adepto no deja lugar a dudas en tanto que no cambiaría de opinión.
La otra figura parece relajarse un poco y suelta un pequeño suspiro de alivio tras la capucha. Está bien que Zoltan no vacile al responder; lo que tienen entre manos no es algo cuya resolución se pueda postergar una vez muerto Markus. Mannon, si todavía tiene sangre de Markus en su túnica.
En lo alto del techo, Alderik está sonriendo de oreja a oreja y balanceándose adelante y atrás, sujetándose al saliente con las piernas. Ella sabe, no le hace falta el porqué, que lo correcto ahora, lo que ella tiene que hacer, por decreto directo de Padre aunque ni el mismo Padre se lo ha dicho, es seguir a este Zoltan tan pronto como salga del Salón. Y eso es lo que se prepara para hacer.
En cuanto el Adepto abandone el Salón, Alderik enviará una señal mental a todas sus hermanas mientras se interna con él en el pasadizo de vuelta a los niveles superiores, dando las coordenadas de cierta ubicación momentánea por alguna razón. Mostrar su posición si acaso por un segundo no es algo que ella suela hacer, pero parece importante que sus seis hermanas sepan que irá pegada a Zoltan durante un buen rato.
Todas las musas se han preguntado alguna vez por qué el ser humano tiene la fantasía de que las emociones se pueden evitar. Las emociones propias pueden ser observadas por la mente de uno con atención y con detenimiento, pueden ser incluso comprendidas a veces, tamizadas por la inteligencia; el saber otorga mayor capacidad de control al humano y el control sirve para no ser un peligro-ni para uno mismo ni para otros-, pero lo que es imposible es huir. Lo que pasa con las emociones es muy similar a lo que ocurre con las olas del mar cuando uno nada cerca de la playa. Si un humano atraviesa una emoción (si salta dentro de la ola que se cierne sobre él amenazando con romperle encima), pasará un proceso que aunque pueda ser doloroso tendrá una evolución, un principio y un "final" hasta que algo se transforme. Si por el contrario el humano intenta huir (correr en dirección opuesta a la ola), la emoción le perseguirá, tirará de él, le arrollará y le romperá encima trastocando su equilibrio, o le saldrá al encuentro con una apariencia diferente, cruelmente camuflada a cada momento de su vida diaria. Las emociones no son peligrosas, lo peligroso es huir de ellas. Las emociones no destruyen por definición; el camino al infierno más íntimo y personal comienza con la negación de las propias emociones.
Mientras "besaba" a Shiyo rozándole la mejilla con su extremo plumoso, en su forma de semilla, Aru ha "escuchado" algo en su mente. Ella puede oír lo que el alma grita en silencio, sin palabras, lo que hasta la mente desecha sin querer mirar cuando el humano rechaza emocionarse.
Al contrario que Yinn, Aru es medio ciega. De hecho, como entidad psíquica en el plano de las musas, el Amor de Kira es completamente ciego, pero al ocupar un cuerpo físico los ojos son mínimamente funcionales. Así que diremos que es corta de vista, pero a la hora de "ver"(sentir) corazones eso no importa.
"Necesito
que alguien no se crea
mis mentiras",
es lo que dijo el corazón de Shiyo, casi una llamada de socorro o así lo sintió Aru. Oh, ¿quizá era esto lo que Padre quería que el Amor de Kira oyera?
Las dos figuras que bajaban juntas se detuvieron en seco justo llegando al rellano, para mala suerte de los otros que allí se agazapaban.
--¿Qué fue eso?--cuchichea la que huele a ropa vieja, en un susurro escueto y tan rígido como una hebra de alambre.
--No tengo ni la menor idea...--Zoltan ya ha reaccionado, se ha agarrado la pesada capa roja para no pisársela y se dispone a echar a correr el resto de escaleras abajo--pero lo voy a averiguar.
El mago calificado antes de "metrosexual" pasa de largo a Dharta y a Shiyo moviéndose con determinación, dejando atrás a quien le acompañaba y espurreando micropartículas de laca tras de sí.
La otra figura no le sigue, sino que se queda ahí parada en la oscuridad. Aparentemente, tanto él mismo como el llamado Zoltan veían perfectamente allí dentro, ya que ni uno ni otro portaban candil u otro dispositivo para iluminar el camino. Quizá, en el caso de esta persona, hay magia en sus ojos que le ayuda a ver, porque éstos ahora centellean en la oscuridad como estrellas blancas con luz propia. No que nadie pueda verlo tampoco, debido a la amplia capucha que le cubre el rostro.
--...s-! --Shiyo parece a punto de decir algo pero Dharta logra adelantarse y ponerle la mano en la boca.
"No", el demonio niega con la cabeza, obligándole al otro a girarse para mirarle.Todo rastro de cachondeo se ha evaporado de golpe como si algo le hubiera puesto en guardia. De hecho, el hombre parado en el rellano -es hombre o eso cree Dharta, por el olor, no huele como una mujer- le eriza hasta el último poro de la piel.
"No se ha ido" le dice a Shiyo con la mirada, aunque seguro que éste ya lo sabe, pues su sentido del olfato y del oído es incluso más potente que el de Dharta. Lo que el demonio percibe con más claridad dada su naturaleza, sin embargo, es la batería de emociones del sujeto y el aura de su psique que,como luz, se cuela hacia fuera a través de la piel. Ese es el primer escalofrío: la luz de este hombre, quien quiera que fuera, es oscura y fría. Era dañina de percibir, como mirar con los ojos de la psique una especie de vórtice hambriento formado por mil bocas. No sabe quién es ese individuo encapuchado cuyo rostro no puede ver, aunque supone que si estaba allí con Zoltan en la escalera sería otro Hermano del Cónclave; de cualquier forma, se trata de un mago poderoso cuya energía corta la respiración.
Shiyo se ha tensado contra la pared cuando Dharta le tapa la boca, ojos nerviosos brillando en la negrura. Sí, no es tonto, ya lo sabe que el otro no se ha ido, tan sólo el tal Zoltan ha salido corriendo, y menos mal porque el olor ya se le hacía insoportable. Sabe muy bien que el tío de la túnica vieja está ahí aún, y de pronto percibió algo en él, un olor familiar... sintió que tenía que advertir a Dharta de aquello aunque fuera arriesgado abrir la boca: "Sangre de vampiro" era lo que hubiera querido decirle. Eran sólo trazas, un rastro leve que no hubiera notado quizá de no ser porque el olor más fuerte (la laca de Zoltan) se había desplazado, aunque su estela perdurase en el ambiente.
Sangre de vampiro. Si ese tipo tenía sangre de un vampiro en la piel o en la ropa y NO era-no olía como- un vampiro, ¿habría matado a uno entonces?
Era sólo una posibilidad entre otras, pero había sido lo primero que Shiyo había pensado. Iba a advertirle a Dharta de que igual ese tipo era un asesino-como si pudieran hacer algo con ello en ese caso-, pero el demonio le había hecho callar, el gilipollas. Ni que Shiyo no supiera modular la voz por debajo del siseo para hablarle al oído.
--AAAAH!!
Se escucha un grito desgarrado desde abajo, rompiendo el denso silencio que con cuchillo se podía cortar: Zoltan debe de haber llegado ya a la entrada del salón de Alabastro, ¿qué otra situación podría si no provocar un alarido semejante?
A pesar del grito, la figura en el rellano ni se inmuta. Shiyo se agita contra Dharta tensándose aún más, ese tío no es trigo limpio, ¿les habría percibido? Su instinto le dice que huya, que corra, pero en esa situación eso sería una idea descabellada, sólo quedaba esperar a que se fuera, ¿qué otra cosa podían hacer?. El otro tío, el metrosexual, ha gritado abajo ¿qué hace este otro ahí parado, por qué coño no se mueve?
El mago -pues en eso sí está Dharta en lo cierto, igual que en la deducción de que era un Hermano del Cónclave-, frunce el ceño escrutando la oscuridad. Sabe perfectamente que hay dos personas allí, agazapadas en el rellano, y no puede "cogerles el olor" como haría un perro de presa para guardarlo en la memoria, pero sí la impronta psíquica, que a efectos de marca viene a ser lo mismo: una huella intransferible y única para cada ser, más potente incluso que la señal de un olor.
Suspira. No se meterá ahí ahora, pero no se olvidará de ellos. De antemano puede percibir que son (para él) dos ratas de cloaca, dos perros callejeros que ni siquiera estaban ligados a la ciudad del Nexo y probablemente ni sabían dónde se internaban. Pequeños delincuentes de poca monta que al parecer no se habían llevado nada, ni siquiera habían robado, por mucho que ahora Zoltan esté gritando abajo como si le estuvieran retorciendo un testículo. Zoltan, vaya personaje. Si el archimago de ropas raídas está procastinando moverse, es en parte por descansar un poco de él.
Realmente, es mucho más práctico en todos los sentidos no ir a por estos intrusos ahora, una vez que les ha cogido la marca psíquica. Las razones de por qué y cómo fueron allí saldrán a la luz si les observa de cerca mucho antes que si tiene que ir a cogerles y sacarles información por otros métodos. Si los intrusos creían que no habían sido detectados, no mentirían ni fingirían después de aquello y bastaría con rastrearlos... lo cual sería muchos menos estresante que apresarles ahora. Y suponiendo que tuvieran algún tipo de intención contra el Cónclave, más razón entonces para seguirles el rastro sin que se dieran cuenta y ser guiados hasta cualquier nido, guarida o centro de operaciones.
Protegido tras la holgada capucha, el mago mueve los labios sin emitir sonido alguno articulando una serie de palabras arcanas, tal vez un hechizo de rastreo. Su mano de dedos largos y pálidos como de cristal palpa una prominencia por encima de su túnica, a un lado de su cadera, sobresaliendo unos centímetros por encima del cordón de esparto que hace las veces de cinturón. Podría ser una varita, un bastón o la culata de una pistola, no había forma de saberlo.
Solo pasa la mano unos segundos sobre tal abultamiento antes de ponerse en movimiento pesadamente, casi arrastrando los pies; le encantaría seguir ahí poniendo nerviosos a los otros dos aunque no fuese a ir a por ellos, pero sería raro si no acude a los gritos de socorro de Zoltan. Los extraños no le preocupan mucho-aunque sí se pregunta qué es lo que habrán hecho y por qué grita el otro Adepto-, pero sí le preocupa cómo han entrado al Salón. ¿Tal vez había que darle un toque al bibliotecario nuevo? no, para abrir la sección restringida de la biblioteca se necesitaba una insignia del Cónclave, y Mowl Mood no la tenía. ¿Entonces, qué podía haber sido? ¿una puerta abierta por descuido? bueno, una hubiera podido ser, pero no tres. Sólo quedaba la posibilidad de que aquellos dos delincuentes hubiesen robado una insignia. Se palpa inmediatamente el pecho para asegurarse de que la suya sigue ahí, respira aliviado cuando puede notar el frío contacto del metal contra la piel, justo sobre el latido del corazón. El metal era desde siempre muy desagradable para él, pero al menos en el caso de su insignia no estaba "muerto" a efectos de magia.
En la antesala del Salón de Alabastro, Zoltan sigue gritando y se mueve entre los cadáveres de las bufonegras aplastando alguno que otro, abriéndose paso hasta la espaciosa sala donde no tarda en descubrir el desastre. Hay manchas por todas partes, parecen manchas de sangre, la misma sangre con la que alguien ha escrito en la pared una serie de blasfemias que el Adepto no leerá en voz alta.
--¿Qué es esto?¿QUIÉN...? ¡OH, MANNON!
En este mismo momento, Uxu pasa rápida como centella detrás del mago justo cuando éste ha descubierto la mierda de Dharta en el pedestal.
Zoltan pestañea, ladea la cabeza como hipnotizado sin poder apartar la vista del mojón, cierra con fuerza los ojos y los vuelve a abrir. Oh, señor, aquella asquerosidad sigue ahí ,mancillando el lugar del Noveno. El Noveno, El Equilibrio, el Único Rey. Nunca, en todo el tiempo que llevaba en la ciudadela, había visto Zoltan que nadie se atreviese a algo semejante. Aunque la blasfemia en sí no pasaba de ser algo simbólico, ese pedestal era, de hecho, mucho más que un símbolo.
Es cierto que en Esalon no hay gobernante físico. Hay leyes escritas desde su fundación, eso sí, pero son el fruto del acuerdo entre varias personas y no de la decisión de una sola. Se da por hecho que todo adulto conoce estas leyes; La gente "sabe" lo que es correcto y lo que no, y si alguien no hace lo correcto (básicamente mata o practica la magia oscura) y es visto por otros, podría acabar como acusado en un juicio. Porque gobernante no había, ni tampoco jueces, pero los Archimagos del Cónclave eran entonces los que valoraban el caso, deliberaban y podían mandar al delincuente a Perdición, la prisión conectada directamente con la ciudadela mediante portales y cuyo director, el abnegado Endari Hiral, siempre tenía plazas libres.
En Esalon no había "rey", porque la figura de referencia era, incluso por encima de los dioses, el Noveno.
El Noveno estaba en la frontera entre los Ocho del Orden y los Ocho del Caos, era aquello que mantenía lo imposible en armonía: el Equilibrio. Lo único a lo que los esalonios rendían obediencia por consenso y devoción desde el principio de los tiempos, yendo más allá de lo que era su religión. El Equilibrio estaba junto a los dioses en el Salón de Alabastro-o debería estar, porque recordemos que ahora el pedestal donde descansaba su avatar está vacío, aparte de cubierto de materia fecal-, tenía mucho que ver con los dioses, pero no era en sí mismo un dios. Era "algo"y no alguien; tal vez una entidad al tener un avatar que lo representaba, aquella estatua robada que ni Shiyo ni Dharta habían visto nunca. Era algo simple y esencial para la vida, y sin embargo difícil de mantener: la pequeña pieza en contínuo movimiento sin la cual el mundo se destruye a sí mismo.
Por eso es una obscenidad, una blasfemia tan abominable que alguien haya plantado un mojón ahí, justo donde lo único irremplazable debería estar.
Zoltan se tapa la nariz y se acerca más al pedestal coronado, contrayendo la cara en un gesto de asco y luchando por no vomitar.
Es el momento para que Yinn, que tira de la mano de Aru, pase justo por detrás de él como acaba de hacer Uxu, sorteando las luces para que ni ella, ni Aru, ni Owri-esta última agarrada con fuerza aún a la otra mano del Amor de Kira-puedan ser vistas.
--¿Qué clase de... quién se ha atrevido...?--apenas le sale la voz ahora a Zoltan, no puede apartar los ojos del zurullo y a la vez no podría estar más asqueado. Ya las palabras que ha leído en las paredes le dan igual, es una gamberrada pero palidece al lado de cagarse ahí, ¿quién había cometido aquella atrocidad, y con qué motivo?¿era una señal, algún tipo de amenaza o declaración de guerra? El Adepto se pregunta si será cosa de Guren, un grupo de vándalos y asesinos a sueldo a quien el Cónclave persigue desde hace tiempo, cuyo trabajo está vinculado con quienes practican magia oscura en secreto, se cree. Pero no parece probable, ya que estos delincuentes anónimos dejan siempre su firma: una "G" mayúscula que normalmente escriben con la sangre de su víctima si ha habido asesinato, o si no con pintura rojo oscuro. No obstante, por allí no se ve "G" por ningún lado, y tampoco un destrozo tan "vulgar", sin aparente motivo, hubiera sido típico de la discreta organización. ¿Qué había sido, entonces? si no Guren, ¿entonces quiénes, o quién? ¿...Habrían hecho algo más gordo, o sólo escribir en las paredes y cagar? oh, y pintarle los labios a Iceleront del Caos, ¡qué atrevimiento!
Mientras Zoltan se echa las manos a la cabeza, aparentemente desolado, Yinn sigue corriendo lo más rápido que puede pegado a la pared, en dirección a la puerta por la que salieron Shiyo y Dharta, con el corazoncito en un puño y tirando de sus hermanas. Ninguna de ellas recuerda nada, no tienen ni idea de lo que ha pasado allí, pero en opinión de Yinn era algo asqueroso, había peligro y claramente había que salir pitando. Da un tirón nuevamente para precipitarse a través de la puerta de un salto; la misma puerta que, en ese preciso momento, acierta a cruzar el archimago encapuchado en sentido contrario para entrar en el Salón.
Casi se le para el corazón a Yinn cuando le ve venir de frente; aprieta los dientes y sigue adelante, rezando por que el mago de rostro oculto no las vea cuando se crucen con él. Se pega más a la pared como tratando de mimetizarse con las sombras, lo consigue -más o menos- y continúa moviéndose en completo silencio, conteniendo la respiración y confiando en su condición de musa. No sabe quién es ese hombre, pero no quiere ser detectada por él ni que encuentre a sus hermanas. En realidad nadie allí debería verlas hasta que ellas pudieran trazar rutas conjuntas, o estudiar aquel nuevo lugar cuyo nombre ni siquiera sabían (recordaban). Normalmente Padre NO las manda al mismo sitio a TODAS las hermanas juntas; si esta vez ha sido así, es porque aquí va a pasar algo gordo y -como normalmente era el caso- algo no precisamente bueno.
Afortunadamente, parece que el desastre desplegado allí ha atraído la atención del mago encapuchado lo suficiente como para no fijarse en nada más. Tampoco una musa es lo más fácil de percibir del mundo, ni siquiera para un mago tan poderoso como él, aunque pase por delante de sus narices. Ver o sentir a una musa depende de algunos factores, pero no del "poder" o de la magia que uno tenga.
Mirando fijo al frente, el mago cruza la puerta a grandes zancadas sin percatarse de las musas, pasos firmes aunque sin hacer un ruido sobre las baldosas de mármol veteado.
--Zoltan, ...¿qué se supone que ha pasado aquí?
La salida de Yinn al parecer ha sido un éxito, no las han visto... pero Yinn no ha contado con que Owri pesa mucho, y al tirar de sus hermanas cuando ha saltado para sortear al mago y cruzar la puerta, la Tercera se ha soltado, demasiado pesada para seguir a esa velocidad. Por fortuna, el mago iba tan derecho al objetivo (aquello que causaba las lamentaciones de Zoltan) que tampoco ha llegado a verla.
Owri se queda ahí agazapada en un rincón; Iver le hace señas desde detrás de una columna entonces, cerca de la puerta por la que habían salido a aquel salón. Esta puerta es algo curiosa, las musas no lo saben pero sólo ellas la pueden ver. Tampoco recuerdan haber salido antes por ella, porque no recuerdan nada, sin embargo Iver ahora la está señalando como diciéndole a Owri "vayamos por allí".
Iver de la Guerra es enorme... y Owri tiene la altura de un niño de cuatro años más o menos. Ambas tienen una simbología terrenal que dentro de una habitación no se puede adoptar: una es un meteorito y la otra una estrella. Esa puerta parece la única solución posible para moverse a algún lado, si no querían pasar una eternidad ahí escondidas hasta que los otros por fin se marcharan. Porque si se movían ahora para cruzar el salón siguiendo a sus hermanas, no iban a pasar tan desapercibidas como ellas, eso con toda seguridad. Y si estos tipos, archimagos o lo que fuera, llegaban a verlas, inevitablemente las iban a culpar de la peor de las blasfemias. ¿Cómo demostrar su inocencia entonces? Quién sabe lo que podría pasarles.
Jadeando y casi totalmente a ciegas en la oscuridad, Aru de Kira oprime la mano de Yinn.
--...Yinn, espera, hemos perdido a Owri...--intenta parar a su hermana, pero Yinn no para de correr. Justo va a enfilar ya escaleras arriba, siendo la total oscuridad que ahora las envuelve su elemento natural--Yinn...
Dándose cuenta de que nada va a detener a su hermana, Aru cierra con fuerza los ojos y da un pequeño salto para transformarse en su forma simbólica: una semilla de diente de león. A punto está de darse la vuelta y volver al Salón para ver cómo está Owri, cuando detecta que Yinn ha parado su furiosa carrera tan sólo unos pasos más arriba, al llegar a un repecho en la roca que hace las veces de rellano.
<<Aru>> la musa Oscura le envía a su hermana una señal inmediata en silencio, desde su mente. <<Sube. Aquí arriba hay alguien>>.
Mientras tanto, en el Salón de Alabastro, ni uno ni otro Archimago pueden explicarse lo que ha sucedido. Zoltan parece haber entrado en bucle, absorbido por la blasfemia que entraña todo lo que puede contemplar; el otro está en silencio, sigue más preocupado por el "cómo" que por el "qué".
Ha sentido a esos delincuentes en el rellano, les ha tomado la "marca" psíquica, algo que pocos magos pueden hacer. Ha vislumbrado la carga energética en su impronta, no ha detectado una amenaza preocupante, sólo tal vez temeridad o estupidez. No eran nigromantes, ni siquiera eran magos esos dos. Pero cómo habían logrado entrar y desmantelar cada mecanismo de seguridad, eso era lo preocupante.
--Deben de haber robado una insignia--masculla al tiempo que se cubre la nariz con un pliegue de la capucha, rehuyendo el olor a mierda fresca.
Zoltan se encoge un poco, se ha alejado del pedestal cagado y ahora se pasea alrededor de una isla de cristales en el centro del salón, en torno a la cual se dibuja el entramado de complicados arabescos en el mármol del suelo. Se trata de parte del peñón de magicitas que está bajo Esalon, una pequeña zona que aflora a la superficie justo en ese punto, llamada por los magos El Islote. Al ser la magicita una matriz de cristal que contiene y concentra energía, por lo general tiene un brillo cegador; sin embargo estas magicitas del Islote que ahora contempla Zoltan aparecen algo deslustradas, con brillo pero de alguna forma apagándose. Llevan así algún tiempo, lo cual preocupa bastante al Cónclave, pero esa es otra historia aunque más adelante podría ser contada.
--Ni siquiera el islote se ha librado...--Zoltan se arrodilla frente a las magicitas y frota con una esquina de su capa sobre una mancha de sangre que se empezaba a resecar--Oh, robando una insignia... ¿tú crees?
--¿Cómo si no han podido entrar?¿se te ocurre alguna otra manera?
El Adepto Zoltan permaneció pensativo por unos momentos.
--No lo sé. ¿Crees que será cosa de Guren?
--No--contesta el otro con voz áspera, inmediatamente--no lo parece. No hay refinamiento en absoluto.
<<Yinn, voy a por Owri-...>>
<<No!>> la voz psíquica de Yinn literalmente explota en la mente de Aru, haciendo a la semillita voladora chocar contra la pared <<No cambies tu trayectoria, por favor, sube!>>
Aru entiende lo que ese tono de voz entre imperioso y suplicante significa. Instinto, misión, eso es lo que ha percibido en la voz de su hermana Oscura. Con las musas todo funciona así, a puro golpe, ya que ellas NUNCA saben ni recuerdan nada. Por eso es fundamental cuando alguna"siente" que algo es importante, y no se puede dejar pasar, porque es esa mágica intuición lo único que las guía en el plano de los sentidos. Y ahora Aru, muy sensible a esta intuición, entiende que ahí arriba, sea lo que sea, hay algo que ella debe ver. Ver, sentir, para ella se trata de lo mismo.
Se concentra un momento para sentir a Owri a pesar de la distancia entre ellas, ¿estará segura? le envía una señal mental que su hermana responde; Aru puede detectar su malestar, pero al mismo tiempo sabe que Iver está ahí, y Essel andará por alguna parte, y Alderik. Las musas se cuidan entre ellas siempre, bajo la premisa de que ninguna musa es tan capaz como todas juntas, así que a Owri no le pasará nada malo, ¿verdad?
No lo sabe, pero lamentablemente no puede hacer como que no ha oído la llamada de Yinn. Dejar pasar esa alerta sería como traicionar a Padre.
Justo cuando Shiyo y Dharta están a punto de salir corriendo escaleras arriba, Yinn ha llegado al rellano silenciosa como un gato. De pronto se ha quedado petrificada porque no se trata de que haya "percibido" a dos extraños allí, sino que los ha visto. La oscuridad no tiene secretos para los ojos de Yinn; la Sexta es muy torpe bajo la luz natural o artificial, aparte de que le hace daño, pero en la oscuridad ve con claridad cristalina. Y ahora hay dos tíos ahí delante de ella que parecen querer tomar el mismo camino hacia arriba. Por supuesto, Yinn ve sus rostros a la perfección pero no puede recordar a los dos tipos que vio desde detrás de la puerta, esos llamados Dharta y Shiyo que hicieron tan terribles fechorías, así que no asocia nada. Para Yinn ahora son dos extraños que no ha visto en la vida, ni puta idea de qué hacen ahí, pero ALGO -algo que ella misma no sabe qué es, como una chispa o una bengala en el cielo, algo que procedía probablemente de Padre-le hace pensar que, de algún modo, esas dos figuras ante ella son importantes. En especial una de ellas, la que es un poco más "pequeña" en estatura y más enjuta que la otra, un muchacho pálido que también se ha parado como si pudiera verla. Yinn de hecho duda unos momentos de si la estará viendo, pero se agarra a pensar que, por definición, verla a ella en la oscuridad es imposible a menos que ella quiera ser vista, porque en sí misma, como musa, ella es oscuridad.
Aru se ha acercado, ya se puede uno imaginar que una semilla tan ligera vuela rápido allí adonde la impulsan, no ha tardado nada en llegar al rellano y ahora flota cerca del hombro de Yinn. Aru sí puede ver a su hermana, claro; salvo que alguna de ellas quisiera esconderse por alguna razón-y aún a veces en ese caso-, las hermanas podían normalmente verse entre ellas.
--Vamos, Shiyo, qué pasa, muévete...--Dharta agarra a Shiyo y tira de él, parece que ahora le hubiera dado al vampiro una crisis de ausencia o "pequeño mal", pues se ha quedado abobado mirando al infinito en la oscuridad, pies clavados en el suelo, como si hubiera visto un fantasma. Precisamente ahora.
Aru recibe una impresión comparable a un mazazo en la cabeza al ponerse delante de ese chico. Esto para explicarlo en términos humanos, pues cabeza no es algo que como semilla ella tenga ahora. Pero allí, al llegar al rellano, le ha pasado lo mismo que a su hermana, ese flash de instinto feroz, esa punzada mental que avisa "EH!".
--¿...quién eres tú...?--la semilla lo ha preguntado, pero claro, en esa forma no puede oirla un humano o cualquier otra criatura que tiene entendido que las plantas no hablan.
Sabe que el chico parado allí no puede oírla, y sabe que se irá, porque el otro está tirando de él... así que sin más, el Amor de Kira se deja llevar por su instinto y vuela hacia "eso" tan claro que percibe aunque no puede verlo, pasando por su lado y rozándole a Shiyo la mejilla como si le diera un tenue beso.
--Venga, ¡Shiyo! vamos o qué?
El demonio tira del vampiro de nuevo y esta vez le arrastra con él, encaminándose a las escaleras lo más rápido que puede. No tiene ni idea de lo que le pasa a Shiyo ni de por qué parece "congelado" de pronto, pero eso da igual, tenían el tiempo justo de salir hasta que aquellos magos se movilizaran y probablemente despertaran a medio castillo, cada segundo contaba.
En el Salón de Alabastro, Owri ha conseguido acercarse a Iver mientras Zoltan y el otro archimago estaban enfrascados en su conversación. Algo ha debido de pasar porque Zoltan se ha tensado ostensiblemente o eso detecta Owri, quien no puede apartar los ojos de su espalda por mucho que quiera. Desde donde está, al otro mago no puede verlo.
Zoltan se ha tensado de verdad, porque ha comprobado que le falta una insignia. La más querida, la única que si acaso tenía algún valor sentimental aunque fuera puramente amor a lo material, su precioso dije polillita que tanto le recordaba a Valciper, el hechicero Libre que estaba a punto de hacer las pruebas para ingresar en la Casa de Varas. En opinión de Zoltan, tanto el talante como la energía mágica de Valciper iban más asociadas al agua que al fuego, entendiéndose de esto que para él Valciper estaría más feliz en la casa de Cálices, Amor y Psique. No obstante no le ha comentado nada, ni se lo dirá; no pasaba de ser un pálpito y a Valci que cuernos le importaba.
Como tampoco le dirá al otro archimago que le falta una insignia. Ahora ya está claro que han robado una para entrar al Salón, pero Zoltan teme que si se lo dice al otro le vayan a tachar a él de descuidado y falto de responsabilidad, así que de momento se callará como un cobarde.
--Owri, querida, vamos a salir...--susurra Iver al oido de la Tercera. De sobra sabe lo sensible e impresionable que es su hermana y por eso la trata siempre con mucho cuidado--dame la mano.
Los magos seguían hablando, o más bien Zoltan rezongando y el otro soltando monosílabos.
--¿y ahora qué hacemos? está claro que hay que llamar a los goblins para que limpien este destrozo pero digo yo que ALGUIEN debería VIGILARLOS...
Claro, dejar a una horda de goblins solos en el salón de Alabastro y pretender que no se destruya el mundo es como comerse una bufonegra y pretender que te guste, pero Zoltan no iba a prestarse a la labor de controlar lo que los goblins hicieran. Y desde luego, tampoco estaba por limpiar él mismo el desaguisado.
--Se lo diremos a Ila que los vigile--el otro ríe entre dientes, había que tener humor, porque la Adepta Ila es ciega.--Sí. Hay que avisar que manden una patruya de goblins...
Uno podría pensar que los goblins no eran la mejor opción, por toscos, para limpiar un sitio sagrado como aquel donde había que ser tan cuidadoso con todo. Sin embargo, eran la elección indicada precisamente por esto, o al menos en opinión del mago que huele a ropa vieja, porque "eran tontos" "demasiado tontos y toscos para querer siquiera información". Y es que lo que se practicaba en el Salón de Alabastro, los entresijos de las decisiones, los objetos que allí había y hasta la energía impregnando las paredes, era un secreto sólo al alcance del Cónclave. Sería peligroso que alguien que tuviera más inteligencia que un goblin estuviera allí, aunque sólo fuera para limpiar. De todas formas, esto es lo que opina el mago de la túnica, quien por otra parte podría pecar de subestimar inteligencias a menudo.
Los goblins son asalariados que desde la fundación de Esalon se encargan de la limpieza de las calles, plazas, y zonas comunes cubiertas en la ciudadela. No se trata de esclavitud, porque a los goblins les encanta la basura, pero sí de explotación porque les pagan una miseria. Tal vez el Cónclave se aprovecha de su falta de inteligencia en esto también, bueno, si los goblins cobran una miseria y no protestan, razón de más para tenerlos contratados, ¿no?
--Me siento indispuesto...--Zoltan se lleva una mano al estómago por encima de las ostentosas ropas y vascula levemente hacia atrás.
--Tranquilo, no te iba a decir que te encargases tú...
--No lo digo por eso. Todo esto... me ha revuelto. Creo que voy a vomitar.
Owri le da un fuerte codazo a Iver y señala al techo. Ahí, justo sobre las cabezas de los magos que conversan, está Alderik, encaramada a un saliente mínimo y sujetándose quien sabe cómo, sonriendo y haciendo frenéticas señas sólo para saludar.
Iver levanta la cabeza, en realidad no esperaba ver a Alderik ahí, pero bueno, está acostumbrada a nunca esperarse lo que su hermana del cambio hace.
--Venga, Owri. Derik sabe lo que hace, ya sabes--murmura al oído de la tercera en un tono tan quedo como puede, tratando de calmarla.
--¿Pero qué está haciendo ahí arriba?--los ojos de Owri, ya enormes, se agrandan todavía más mirando a Derik, después a Iver, luego otra vez a su hermana del Cambio en el techo.
--No lo sé, pero ella sabe lo que hace---reitera la Segunda-- por algo será que está ahí.
Era cierto que la Séptima parecia no pasar ni la cuarta parte de frustración que sus hermanas en el mundo terrenal, como si siempre le diese un poco igual lo que pasara, o como si de hecho en momentos peliagudos supiera lo que iba a ocurrir. Nadie parecía entenderla al principio y ella no le da importancia tampoco a eso, cuando además por contra lo entiende todo mucho más rápido que las demás musas y reacciona antes que ninguna, aunque normalmente ni avisa ni suelta prenda. El cambio es el cambio, a veces tiene respuestas, pero casi nunca tiene en cuenta los porqués. Padre no tiene el control total de ninguna de sus musas, pero sobre Alderik el control de Padre es absolutamente nulo. Kira sólo le permite estar allí y trabajar, aceptándola como a una de sus hijas y como parte de sí, pero más allá de eso no habría manera de que él pudiera influir en lo que Alderik hace.
Las musas pueden clasificarse de muchas maneras. En relación a su origen y ubicación, las musas de Kira se clasifican en internas (Aru, Owri, Uxu, Yinn) y exteriores (Iver, Essel, Alderik). Las musas internas o endógenas han sido creadas dentro del humano según la personalidad y necesidades de éste; crecen, evolucionan y cambian con el humano que las crea a medida que él o ella sigue paso a paso su aprendizaje. Las musas exteriores, sin embargo inducen al humano a dar una respuesta al mundo que está fuera de él. Normalmente las musas exteriores son más tardías que las internas, creadas y nacidas más tarde, porque para el humano toma tiempo entender el mundo exterior y elaborar una respuesta reaccionando a él. Sin embargo, las musas de uno y otro grupo se alimentan y comunican entre ellas: gracias a lo que pasa fuera de él, el humano se entiende mejor a sí mismo, y gracias a saber más sobre sí mismo como humano puede ver mejor a otros semejantes, parecidos pero igual de humanos que él.
Si ya es difícil para el humano encauzar o poner límites a las musas endógenas, ni que decir de las exteriores.
Owri aparta los ojos azules del techo y accede a moverse junto a Iver, quien ha comenzado a caminar agachada hacia la puerta sin hacer el menor ruido. Llegan a su destino sin contratiempos y, para el alivio de ambas hermanas, la puerta que sólo ellas pueden ver y atravesar se abre sin resistencia, dando paso al mismo pasillo en el que ellas no recuerdan haber estado antes.
La puerta se cierra tras ellas con un suave murmullo; la oscuridad las engulle salvo por la luz dorada que se filtra a través de las rendijas, procedente del salón al otro lado. Paulatinamente, sin que ni Owri ni Iver puedan saber la razón, el contorno de la puerta empieza a desdibujarse ante sus ojos... hasta que ésta desaparece del todo.
--Ve a tus aposentos si lo necesitas, Zoltan--murmura la figura encapuchada en el salón, con cierta frialdad--ya me encargo yo de resolver esto.
--Oh, pero ¿y lo de...?
--Lo hablaremos mañana en mis dependencias, pero en esencia no cambia nada. Esto está hecho un asco, no puedo mostrarte nada aquí ahora. ¿Estás seguro de que quieres hacerlo?--añade tras un breve lapso de silencio.
--Sí--responde el adepto sin vacilar.--Sí, claro, por supuesto.
Zoltan sabe que esto a lo que se refiere su compañero es arriesgado. Se trata de algo que requiere elevada concentración, nivel y experiencia como mago, sin embargo el tono de voz del adepto no deja lugar a dudas en tanto que no cambiaría de opinión.
La otra figura parece relajarse un poco y suelta un pequeño suspiro de alivio tras la capucha. Está bien que Zoltan no vacile al responder; lo que tienen entre manos no es algo cuya resolución se pueda postergar una vez muerto Markus. Mannon, si todavía tiene sangre de Markus en su túnica.
En lo alto del techo, Alderik está sonriendo de oreja a oreja y balanceándose adelante y atrás, sujetándose al saliente con las piernas. Ella sabe, no le hace falta el porqué, que lo correcto ahora, lo que ella tiene que hacer, por decreto directo de Padre aunque ni el mismo Padre se lo ha dicho, es seguir a este Zoltan tan pronto como salga del Salón. Y eso es lo que se prepara para hacer.
En cuanto el Adepto abandone el Salón, Alderik enviará una señal mental a todas sus hermanas mientras se interna con él en el pasadizo de vuelta a los niveles superiores, dando las coordenadas de cierta ubicación momentánea por alguna razón. Mostrar su posición si acaso por un segundo no es algo que ella suela hacer, pero parece importante que sus seis hermanas sepan que irá pegada a Zoltan durante un buen rato.
Todas las musas se han preguntado alguna vez por qué el ser humano tiene la fantasía de que las emociones se pueden evitar. Las emociones propias pueden ser observadas por la mente de uno con atención y con detenimiento, pueden ser incluso comprendidas a veces, tamizadas por la inteligencia; el saber otorga mayor capacidad de control al humano y el control sirve para no ser un peligro-ni para uno mismo ni para otros-, pero lo que es imposible es huir. Lo que pasa con las emociones es muy similar a lo que ocurre con las olas del mar cuando uno nada cerca de la playa. Si un humano atraviesa una emoción (si salta dentro de la ola que se cierne sobre él amenazando con romperle encima), pasará un proceso que aunque pueda ser doloroso tendrá una evolución, un principio y un "final" hasta que algo se transforme. Si por el contrario el humano intenta huir (correr en dirección opuesta a la ola), la emoción le perseguirá, tirará de él, le arrollará y le romperá encima trastocando su equilibrio, o le saldrá al encuentro con una apariencia diferente, cruelmente camuflada a cada momento de su vida diaria. Las emociones no son peligrosas, lo peligroso es huir de ellas. Las emociones no destruyen por definición; el camino al infierno más íntimo y personal comienza con la negación de las propias emociones.
Mientras "besaba" a Shiyo rozándole la mejilla con su extremo plumoso, en su forma de semilla, Aru ha "escuchado" algo en su mente. Ella puede oír lo que el alma grita en silencio, sin palabras, lo que hasta la mente desecha sin querer mirar cuando el humano rechaza emocionarse.
Al contrario que Yinn, Aru es medio ciega. De hecho, como entidad psíquica en el plano de las musas, el Amor de Kira es completamente ciego, pero al ocupar un cuerpo físico los ojos son mínimamente funcionales. Así que diremos que es corta de vista, pero a la hora de "ver"(sentir) corazones eso no importa.
"Necesito
que alguien no se crea
mis mentiras",
es lo que dijo el corazón de Shiyo, casi una llamada de socorro o así lo sintió Aru. Oh, ¿quizá era esto lo que Padre quería que el Amor de Kira oyera?